La ira del
magnate Trump contra los migrantes, devenida en recurso
retórico y performance electoral, retrata la miseria ética y la bajeza política
del mandatario, y la brutal indiferencia del imperio estadounidense frente al
dolor y el drama humano.
Andrés Mora Ramírez /
AUNA-Costa Rica
Mientras la
caravana de más de 7000 migrantes hondureños, y centroamericanos en general,
avanza por territorio mexicano, y se anuncia que otros grupos se preparan para
iniciar la marcha, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, desde su
batería de misiles en la red social Twitter, lanza un día sí y otro también
amenazas a los gobiernos del Triángulo Norte, despotrica contra la incapacidad
de las autoridades mexicanas, y anuncia la inminente militarización de la
frontera, en una maniobra que tiene objetivos tanto mediáticos como políticos,
para movilizar a su base electoral -esa en la que permeó su discurso xenófobo,
racista y supremacista- de cara a las elecciones legislativas de medio período
que se celebrarán el próximo 6 de noviembre.
Trump está
enfrascado en hacer de estos comicios un referéndum sobre su gestión, que le
permita levantar su deteriorada imagen pero, más importante aún, que le
garantice al Partido Republicano el control de las dos cámaras legislativas
–Congreso y Senado- para avanzar en su agenda (geo)política y económica, y en
la construcción de la plataforma que le permita aspirar a su reelección en el
año 2020. En este marco, la cuestión migratoria adquiere una importancia
singular.
Como explica
Nicholas Valentino, investigador del Centro de Estudios Políticos de la
Universidad de Michigan, en declaraciones que recoge la cadena BBC, “la
estrategia de Trump hacia la actual caravana invoca más a la ira y la
indignación del electorado que al miedo. (…) muchos estadounidenses están muy
enojados con los inmigrantes debido a las animosidades étnicas y la percepción
de que estos recién llegados obtienen ventajas injustas” (BBC, 19-10-2018). Por su
parte, las analistas Arantxa Tirado y Tamara Lajtman han señalado que un nuevo
triunfo republicano crearía las condiciones para que el presidente presione a
los legisladores “por la aprobación de
la reforma migratoria, considerando que sus decretos antiinmigración no han
sido apoyados en el Congreso” (CELAG, 9-10-2018).
En varios de
sus tweets incendiarios, publicados
en la semana que termina, Trump calificó el éxodo de los centroamericanos como
una acción planificada y llegó a afirmar que se trata del “asalto a nuestro
país por parte de Guatemala, Honduras y El Salvador, cuyos líderes están haciendo
poco para detener este gran flujo de personas, INCLUIDOS MUCHOS CRIMINALES”.
Una maniobra que amenaza la seguridad nacional de los Estados Unidos y que
contaría incluso con el beneplácito del Partido Demócrata. Como si esto no
fuera suficiente, las declaraciones de influyentes figuras de la Casa Blanca
alimentan teorías de la conspiración que rayan en lo absurdo, insultan la
inteligencia y evidencian los delirios de quienes ejercen el poder en esa
nación. Sin aportar una sola prueba, Trump aseguró que ciudadanos del Medio
Oriente, vinculados al Estado Islámico, viajan como infiltrados en la caravana.
Por su parte, el vocero del Departamento de Seguridad Interna circuló en redes
sociales un mensaje con idéntico tono: “Ciudadanos de países fuera de Centroamérica,
incluyendo países de Medio Oriente, África, Asia del sur y otras partes están
actualmente viajando a través de México hacia Estados Unidos”. Y el
vicepresidente Mike Pence hizo lo propio instalando en la cadena de disparates
el fantasma del chavismo, al asegurar que “el presidente de Honduras (Juan
Orlando Hernández) me dijo que (la caravana) es organizada por grupos
izquierdistas en Honduras financiados por Venezuela y enviados al norte para
desafiar nuestra soberanía y a nuestra frontera” (LA JORNADA, 24-10-2018).
La ira del
magnate Trump contra los migrantes, devenida en recurso retórico y performance electoral, retrata la
miseria ética y la bajeza política del mandatario, y la brutal indiferencia del
imperio estadounidense frente al dolor y el drama humano. Pero, por más que le
pese al emperador de turno, las caravanas humanas de quienes malviven al borde
de la desesperación, en esta nuestra Centroamérica agobiada por la decadente
civilización del capital, seguirán su rumbo hacia las fronteras del norte. Y
aunque el destino final de su travesía, a priori, les acerque más a la muerte
que a la redención de la miseria que intentan dejar atrás, su grito desnudo por
la dignidad humana horadará lenta, pero constantemente, las piedras de todos
los muros que levanten para detenerla. Acaso entonces triunfará la humanidad
negada, sobre el imperialismo que hoy señorea, arrogante, sobre la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario