En lo que llevamos del
año, el pueblo costarricense ha protagonizado las que posiblemente sean las más grandes manifestaciones de masa
de su historia. Cualquiera que sea el desenlace final de las reformas fiscales,
debemos ver en lo acaecido un cambio cualitativo en la vida política nacional.
Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América
Ha pasado ya un mes
desde que se inició una “huelga” sui generis; porque no se trata de un
movimiento huelguístico tradicional en el que un gremio o un sector social
determinado del país reivindica derechos laborales o aumento de salarios. Por
el contrario, lo que ha sacudido a todos los estratos sociales de la nación, en
forma tan intensa como pocas veces se ha experimentado en nuestra historia
reciente, es un gigantesco movimiento de protesta que llegó a todos los
rincones de nuestra geografía. Lo que permitió llamar “huelga” a este tsunami político-social es
que fue liderado por los únicos sindicatos fuertes y masivos del país, como son
aquellos que aglutinan a los trabajadores del sector público. En este
caso, todos han participado de manera
muy beligerante; a ellos se han unido sindicatos del sector privado y de
profesionales de la salud.
El movimiento contó con
el apoyo decidido de sectores campesinos y de pequeños y medianos productores y
empresarios, lo mismo que organizaciones indígenas. Es lo que he llamado la
COSTA RICA PROFUNDA que, de manera tan organizada y beligerante nunca yo la
había visto reaccionar y hacerse
presente en nuestra vida política como ahora. A ellos se unieron estudiantes y
sindicatos de las universidades públicas, aunque no haciendo un paro total sino
tan sólo participando en las manifestaciones. Sin embargo, quiero destacar una
de las más destacadas características de
estos movimientos político-sociales que
se vienen dando desde los inicios mismos de este siglo. Durante el siglo XX las
protestas sociales fuero ante todo gremiales, por ende, de carácter eminentemente reivindicativas,
por lo que se reducían al ámbito social sin cuestionar la estructura política y
la legitimidad de sus corifeos; la última huelga de esta índole fue la
protagonizada por los gremios de maestros y docentes de todas las esferas de la
educación pública durante el gobierno
Figueres Olsen y en la que defendían su
régimen de pensiones. Por el contrario,
ya en el primer año del nuevo
siglo, el perfil de las manifestaciones masivas cambió radicalmente.
Con el llamado COMBO DEL ICE que tuvo lugar en
Abril del 2000, se iniciaron lo que luego serán las típicas y reiterativas
grandes manifestaciones del pueblo costarricense; en donde las protestas son
aún mucho más multitudinarias y son de índole político; se trata de luchas por
el poder, por la hegemonía de la
sociedad como un todo; en estos movimientos masivos las reivindicaciones no son de índole social, es decir, motivadas
por reivindicaciones laborales o sociales de índole sectorial o gremial. La
lucha social deviene lucha política; en
ella la naturaleza del estado es lo que, en última instancia, está en
juego; la dinámica de estos procesos político-sociales
obliga a ir a la raíz de los problemas económico-sociales viendo en ellos la
manifestación más cruda de la
explotación de una clase dominante y en el Estado la brutal expresión de los intereses de
esos sectores hegemónicos.
En concreto, se trata
de un cuestionamiento del “(des)orden” establecido o status al que se ve como
corrupto e inepto. De ahí la crisis de los partidos políticos que, de alguna
manera y en la práctica, son reemplazados por los monopolios mediáticos convertidos en
verdaderas dictaduras ideológicas. A todo lo cual los sectores populares, cuya principal y más
aguerrida organización actualmente son los sindicatos del sector público,
responden convirtiendo a los sindicatos en partidos políticos y a sus
dirigentes en sus líderes; al
desdibujarse la alianza entre partidos “reformistas”, sean de izquierda como
comunistas y socialistas, sean de centro
como los socialdemócratas o demócratacristianos, entre los sindicatos de
sus ideologías afines y los dirigentes políticos elegido electoralmente para
asumir los poderes de la República, especialmente el legislativo y el
ejecutivo; las campañas electorales mismas han perdido su valor y son
reemplazadas por las manifestaciones de masa y las confrontaciones ideológicas,
de tono demasiado frecuentemente agresivas, en las redes sociales. Un nuevo
concepto de democracia se está gestando en la práctica, que hace obsoleta la
hasta hora imperante democracia representativa liberal y es reemplazada por la
democracia directa y participativa, en la que la campaña electoral no es de un
período o meses que anteceden a las elecciones,
sino durante todo el tiempo; la política se democratiza, tanto en el
tiempo como en el espacio, al convertirse en el ambiente normal en que viven
los ciudadanos.
Estamos ante una
revolución política que se da en las relaciones sociales de la sociedad civil
antes de lograr convertirse en una normativa constitucional. De ahí el carácter
aparentemente caótico que podría generar
una peligrosa tendencia a la demagogia filofascista, como lo estamos viendo
en Brasil y en otros escenarios internacionales.
Los partidos de centro que constituyeron el factor determinante en la
conformación del orden político mundial después de la Segunda Guerra Mundial y,
sobre todo, luego de fin de la Guerra Fría, están hoy en decadencia y crean un
vacío de poder que se corre el grave riesgo de sea llenado peligrosamente por
fuerzas políticas neofacistas. Costa Rica. situada en una región
geopolíticamente de primera importancia como es el Caribe, no puede estar
exenta de estas tendencias mundiales.
Pero hoy en Costa Rica
hay indicios que os permiten acunar pensamientos henchidos de esperanza, siento que hay un
despertar de fuerzas sociales hasta que afloran en todas y cada una de las
manifestaciones públicas en donde los sectores hasta ahora marginados, como son
los pueblos costeros, o la clase media que fue la gran beneficiada con las
reformas sociales de los 40s gracias al poder de un estado fuerte ratificado en la Constitución Política de
1949 configurado a la luz del pensamiento de Rodrigo Facio y ejecutado en la décadas siguientes por el Partido Liberación de José Figueres Ferrer y
Daniel Oduber. Estos sectores están hoy en unidos estratégicamente luchando
contra un enemigo común enquistado en los partidos tradicionales – en los que
incluyo al PAC de Carlos Alvarado -. Estos partidos pugnan por imponer reformas de inspiración neoliberal
cuyo objetivo último es menoscabar el mayor logro del pueblo
costarricense en su historia, como es el estado social de derecho. Los
impuestos que ahora se tratan de imponer
al pueblo como supuesta solución a la crisis fiscal que agobia al estado, no es
más que una receta neoliberal que no toca la causa estructural
del problema, cual es la evasión de impuestos; mal generalizado en toda América Latina, la región más desigual
del planeta; porque aquí las trasnacionales y sus socios menores criollos no
pagan impuestos o evaden los menguados que deben pagar. En Europa los impuestos
están alrededor del 38%, en Estado Unidos del 28%; en Costa Rica no sobrepasan
el 13%; aun así numerosas empresas los
evaden; baste con recordar que 25% de las grandes empresas alegan tener déficits(¡!). El propio Banco Mundial dice que en Costa
Rica los impuestos directos al capital deben llegar al 20%; si esto se hiciera tendríamos la más grande y radical
revolución política y social de nuestra historia.
En lo que llevamos del
año, el pueblo costarricense ha protagonizado las que posiblemente sean las más grandes manifestaciones de masa
de su historia. Cualquiera que sea el desenlace final de las reformas fiscales
impulsadas por los partidos tradicionales, mayoritarios en los dos primeros
poderes de la nación, pero cuya aprobación en la versión actual está en manos
de los magistrados de la Sala Constitucional, debemos ver en lo acaecido un cambio
cualitativo en la vida política nacional; cambio que, para que tenga efectos
duraderos, debe llevar a la organización
de un frente patriótico que posibilite que el pueblo ejerza efectivamente sus
derechos y enrumbe al país hacia una democracia real basada en la equidad y la
justicia social. Eso sólo se logrará si la COSTA RICA PROFUINDA se aglutina en torno a un proyecto país en
función de sus propios intereses.
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