Parece que la luna de miel y las
expectativas en torno al gobierno del PAC están llegando a su término, y que
las presiones de los grupos empresariales y sus aliados están dando sus frutos.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Para deleite de los medios hegemónicos y las cámaras empresariales, el gobierno ordenó la represión policial de una huelga de trabajadores portuarios en el Atlántico. |
En febrero de este año, los
costarricenses eligieron, por abrumadora mayoría, al Partido Acción Ciudadana
(PAC), que se presentó ante el electorado como alternativa al bipartidismo
dominado durante más de medio siglo por los partidos Liberación Nacional (PLN)
y Unidad Socialcristiana PUSC).
El nuevo gobierno, presidido por Luis
Guillermo Solís, un académico honesto y de pensamiento abierto, abrió
expectativas entre amplios sectores de la población, que se han visto relegados
tanto por las políticas neoliberales que han prevalecido en los últimos 30
años, como por el conservadurismo
ideológico de grupos comandados por fuerzas autodenominadas
“cristianas”, que se han opuesto sistemáticamente a leyes como las que
eventualmente regulen la relación entre parejas del mismo sexo, el aborto y la
fertilización in vitro.
Los grupos conservadores, vinculados con
la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones de la Empresa Privada
(UCCAEP), aunque no solo ellos, vieron con recelo la llegada del PAC al
gobierno, y exigieron “gestos” que aseguraran que en la gestión que se iniciaba
no habría “populismo” del tipo ecuatoriano o venezolano, fantasma que los
grupos dominantes de América Latina siempre ven flotar con temor encima de sus
cabezas.
Es decir, que la gestión del PAC se
inició en medio de una gran expectativa e incertidumbre, derivada en buena
medida de dos razones principales: 1) era un partido nuevo, que nunca antes
había gobernado y 2) el PAC es un partido con una militancia muy variada que,
muchas veces, sostiene posiciones divergentes y hasta contradictorias entre sí.
Atenido a estas circunstancias, el
gobierno empezó su gestión enviando señales distintas y diversas a los
trabajadores y a los empresarios; a los partidos de izquierda y de derecha. No
se comprometió con ninguno pero a todos les dio alguna esperanza.
Con los trabajadores negoció un aumento
salarial mayor que el negociado por gobiernos anteriores. A los empresarios los
acompañó en un par de giras a los Estados Unidos en donde promovió al país como
destino de inversión.
Una política de este tipo, que no se
mancha el ruedo de los pantalones, no podía durar mucho. Los grupos patronales
y sus aliados, conocedores de la delicada coyuntura que se estaba viviendo, y
de la necesidad de hacer fuerza para inclinar la balanza a su favor, iniciaron
una furibunda campaña en contra del sector público, con el doble propósito de
atemorizar al gobierno y, al mismo tiempo, buscar la forma de profundizar el
modelo neoliberal vigente.
La coyuntura que encontraron para
adelantar esta campaña fue la discusión en la Asamblea Legislativa del
Presupuesto de la República para el año 2015. Sorpresivamente, encontraron
aliados que no se esperaban: el mismísimo fundador del PAC, el ahora diputado
Ottón Solís, presidente de la Comisión de Hacendarios en donde se discute en
primera instancia el presupuesto, se convirtió en abanderado de un recorte multimillonario,
con la excusa de un déficit fiscal un poco mayor al 6%.
Esta discusión en la Asamblea
Legislativa fue el toque de arrebato para que el conservador diario La Nación, seguramente el más influyente
en la opinión pública del país, enfilara baterías contra las pensiones a cargo
del presupuesto del Estado, los salarios de empleados públicos, alquileres de
edificios, eficiencia gubernamental, etc.
Los recortes propuestos por Ottón Solís
y los partidos de oposición antes hegemónicos como el PLN y el PUSC, dejarían
al gobierno prácticamente sin poder trabajar. El Ministerio de Cultura declaró,
por ejemplo, a través de su ministra, que llegaría a un cierre técnico ante la
imposibilidad de pagar teléfonos, luz y otros servicios básicos.
Los trabajadores del puerto de Limón, en
el Atlántico, declararon una huelga por oponerse a la concesión monopólica del puerto más importante del país a
una empresa transnacional. Fueron reprimidos
con violencia por la policía.
Parece, por lo tanto, que la luna de
miel y las expectativas en torno al gobierno del PAC están llegando a su
término, y que las presiones de los grupos empresariales y sus aliados están
dando sus frutos.
Situaciones similares, de grandes
expectativas frustradas, se han dado en el pasado en América Latina, en donde
subieron y bajaron presidentes que tembleques, corruptos o impotentes, no
fueron capaces de aplicar las políticas que luego Correa, Evo y los Kirchner
llevaron adelante. Recuérdese como ejemplos estos casos de Bolivia, Ecuador y
Argentina, en donde la inestabilidad y, a veces, el caos, prevalecieron por
largas temporadas.
Ojalá y Costa Rica no esté entrando en
un ciclo de este tipo.
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