Ni calco ni copia fue
el clamor del Amauta y sigue resonando hasta el día de hoy. No es posible que
en el Perú sigamos siendo víctimas de discursos maquillados de populismo y
clientelismo barato. No es posible que candidatos, advenedizos o no, sigan
haciendo de la campaña electoral un espacio legitimado para el fraude.
José Toledo Alcalde / Especial para Con Nuestra
América
Ni calco ni copia fue el clamor del Amauta y sigue resonando hasta el día de hoy |
El Perú sigue siendo un
país colonizado, viviendo intensas tensiones sociales en búsqueda de una real
independencia. La llegada del reino de España – a tierras peruanas - en la segunda década del siglo XVI; la invasión
del Tahuantinsuyo, el exterminio de la población Quechua y Aymara, el saqueo de
sus recursos naturales y humanos fue el seño que marcó – con espada y cruz – el
antes y después de un sistema de convivencia originario basado en la ley de la
reciprocidad (Ayny) para ser remplazado por las leyes de la acumulación y el
dogmatismo religioso. Si bien es cierto, el sistema político incaico era
jerárquicamente piramidal en donde el Inca y la Coya eran las máximas
autoridades, el sistema social era transversado por un orgánico sentido de la
equidad, justicia y armonía con el medio ambiente como pilares espirituales,
éticos y morales. En la actualidad, el Perú se tendrá que reconstruir su
historia a partir del modelo socio-político-económico que - en valores y principios
de equidad y justicia social - logre iniciar un verdadero proceso de
des-colonización cultural, política y económica, lo más cercano a estos ideales
es el socialismo a la peruana que el Amauta José Carlos Mariátegui vislumbró.
El siglo XIX cerró el
capitulo del reinado Español-Portugués en América del Centro y del Sur.
Logrando cerrar nominalmente el estado
de colonización y abriendo el capitulo nefasto de la neo-colonización hasta
nuestros días. En este contexto de luchas y yugos de dependencia, en el Perú,
aún no se puede hablar de superación de la dependencia de poderes económicos
foráneos. Independencia en donde todas las facciones sociales de la nación sean
participes de las mismas cuotas de poder real y simbólico. En la búsqueda de
dicha distribución equitativa de poderes, el registro histórico del Perú da fe
de la existencia de una serie de
levantamientos sociales, pero de igual forma da fe de las represiones que todos
ellos sufrieron.
Entre 1780 y 1782
insurgió Túpac Amaru II (José Gabriel Túpac Amaru Noguera 1738- 1781), en el
contexto del virreinato del Perú,
levantándose en contra de las Reformas borbónicas.[1] Después
del ajusticiamiento de Túpac Amaru II, son Diego Cristóbal Túpac Amaru
((1750 – 1783), el curaca Tomás Catari (1740-1781) y Julián Apaza Nina o Túpac
Catari (1750-1781) quienes asumen el
relevo de las luchas en pro de la independencia del yugo español. Todos ellos fueron torturados y asesinados
por fuerzas reales. De igual forma los registros indican sobre las comunidades
afro-peruanas y su participación activa
dentro de las luchas por la independencia.
Los cronistas refieren
que los primeros grupos de africanos en el Perú fueron traídos por el Inca
Túpac Yupanqui aprovechando su expedición por Oceanía (1460). Posteriormente los
rebeldes africanos – conocidos como cimarrones – apoyaron las revueltas incas
en Vilcabamba (1538-1544) a cargo de Manco Inca. Igualmente se cuenta su
participación en rebeliones como las de Juan Santos Atahualpa (1710-1756) y
Túpac Amaru II (1738-1781). Es pues Francisco Congo – líder africano – que en
agosto de 1713 cae preso como resultado de la resistencia de los hacendados a
mando de Martin Zamudio de las Infantas (1666-1742) corregidor de Huarochirí.
Los esclavos y el
tráfico de los mismos siguió hasta después de la llamada independencia (1821) y manumisión de los
esclavos afro-peruanos (1854) en el gobierno de Ramón Castilla y Marquesado
(1797-1867), estos colectivos de esclavos
pasaron a formar parte del ejército peruano y los que no se enrolaban
continuaban en la condición de esclavos.
De esta manera el ingreso al siglo XX se dio en medio de un contexto
social y políticamente convulsionado, en donde el despertar ilustradamente
anárquico abrió las puertas al socialismo como una posibilidad de gobernabilidad
desde la experiencia peruana.
Los primeros 25 años
del siglo XX se debatieron entre caudillos y gobiernos de carácter
cívico-militar. Representantes de grupos de poder ligados al Guano, Salitre, la
minería y el influyente diario El Comercio fueron los que directamente
gobernaban la nación. Por otro lado,
educadoras como Clorinda Matto de Turner (Perú, 1852-1909), Mercedes Cabello
(Perú, 1845-1909), Manuel Gonzáles Prada (Perú, 1844-1918) y José Carlos
Mariátegui (1894-1930) abrieron la puerta de la antítesis al pragmatismo
liberal materializado en las primeras expresiones del pre-capitalismo no industrial, sino
exportadora de materias primas, en la América Latina. Lamentablemente la temprana desaparición del
Amauta Mariátegui fue un duro golpe para la consolidación del movimiento
socialista a nivel nacional. De igual forma la CGTP, fundado por el Amauta
Mariátegui 1929 (Confederación General de Trabajadores del Perú), movimientos
campesinos y demás organizaciones sociales, continuaron desarrollando el legado
de Mariátegui. El socialismo se abría paso en el Perú desde una experiencia
propia.
El literato
andahuaylino José María Arguedas (1911-1969) propuso una aproximación literaria al tema del Perú
Andino desde la visión del peruano y la peruana excluidos históricamente. Esa visión había sido propuesta ya a fines
del siglo XIX e inicios del siglo XX por González Prada, Matto de Turner,
Mercedes Cabello y el Amauta Mariátegui, como lo indicamos líneas arriba. Estas
posturas reivindicaron la eliminación del sistema feudalistamente excluyente,
del absolutismo del Capital y los grupos de poder, así como promovieron el
protagonismo del mundo andino como sujeto histórico impostergable. Todas estas
demandas coincidían en principios con los propuestos por el socialismo
internacional.
Cual eco del socialismo
internacional, en el Perú, el socialismo, ha sufrido un crecimiento amorfo. La
diversidad de frentes de izquierda le ha hecho un sucio juego a los grupos de
poder, los cuales saben mantenerse unidos en torno a la defensa de sus
políticos, financieros y económicos intereses. Lo han manifestado académicos
peruanos de diversas posturas político-ideológicas, la izquierda en el Perú fue
y es desunida y allí radica su Talón de Aquiles. Arturo Salazar Larraín señalo:
“En el Perú no hay una izquierda sino muchas. Lo que las (sic) diferencia no es
poca cosa. Pero en cuanto se avecina algún proceso electoral —y solo cuando eso
ocurre— esas izquierdas tratan no solo de limar sus asperezas sino también de
saltar los abismos que las separan”.[2]
Rodrigo Montoya Rojas
hizo referencia a la diversidad de facciones socialistas en el Perú: “Nunca
hubo una izquierda sino varias, directamente derivadas del europeo centrismo y
sus líneas internacionales. A la Tercera Internacional del PC soviético, de
Stalin y compañía, le siguieron las muchas tendencias trotskistas, luego los
maoísmos y todas sus facciones hasta el llamado “pensamiento del camarada
Gonzalo”. Si a todas les sumamos las facciones internas de cada una como consecuencia
del principio de división a partir de la absurda oposición entre
revolucionarios dueños de la verdad y contra revolucionarios agentes del
enemigo de clase, el grado de fraccionamiento de la llamada izquierda llegó a
la casi atomización. Recuerdo que en 1979, hubo en el país alrededor 19
facciones dentro de las organizaciones maoístas”.[3]
Montoya continuo
señalando: “Hubo una excepción extraordinaria en el país: el Partido Socialista
de José Carlos Mariátegui con su preciosa tesis “Ni calco ni copia, sino
creación heroica”. Entre 1928 y 1930, el único modelo de izquierda a seguir en
el mundo era el soviético. El amauta pensó la izquierda peruana a partir de
nuestra realidad y no del ejemplo europeo a seguir. La singularidad peruana
tenía que ver con la población indígena, la tradición colectiva y comunitaria
en la sociedad Inca -comunista primitiva, en términos de ese tiempo- y las
comunidades de indígenas como embriones de lo que podría ser el socialismo
peruano. Aníbal Quijano escribió alguna vez: con los restos del amauta, fueron
sepultadas también sus ideas…(Los dirigentes socialistas) optaron por la
facilidad de convertirse en trotskistas y luego en maoístas de todos los
colores, en vez de persistir en la vía original de Mariátegui”.
Desde este fragmentario
periplo llegamos a las elecciones presidenciales del 2011. Las esperanzas
llevaron a las diferentes facciones de la izquierda peruana a crear la frágil y coyuntural unión de la cual
fuimos testigos. El representante fue el ex militar Ollanta Humala Tasso,
candidato que se presentó como alternativa frente al intento de proseguir con
el régimen fujimorista en la figura de Keiko Fujimori. La respuesta al
neoliberalismo impuesto por el régimen dictatorial fujimorista fue una cruda
guerra interna en donde grupos para-militares levantados en armas como Sendero
Luminoso y el MRTA fueron la expresión extrema de una izquierda políticamente
desorganizada. Este conflicto de origen político fue reprimido inhumanamente por el Estado
dictatorial de Alberto Fujimori en concomitancia con su asesor Vladimiro
Montesinos, ex director del SIN (Servicio de Inteligencia Nacional) y los
grupos de poder dentro y fuera del país. En aquella época contar con un libro
del Che, Arguedas o Mafalda era considerado apología del terrorismo. El
macartismo llegó a su máxima expresión y la fragmentación de la izquierda se
convirtió en su casi total extinción.
El ex asesor del
Ministerio de la Presidencia del Perú Sinesio López señaló: “Hablar de la
izquierda peruana como si fuera un sujeto político único es un abuso del
lenguaje y un falseamiento de la realidad. Lo que existe es un conjunto de
grupos políticos de izquierda con poca o nula articulación entre ellos”.[4]
Esta desarticulada realidad fue la que fue usada por la campaña política del
Partido Nacionalista del hoy mandatario Ollanta Humala. La desorganización de
las bases, las vanas disputas por pequeñas cuotas de poder y la ausencia o nula
existencia de mística política es una triste realidad desde la cual es difícil
hacer frente a los grupos de poder.
Como señalan los
analistas políticos, Ollanta Humala pasó del centro-izquierda al centro-derecha
y de allí se perfila – sin duda alguna – a la consolidación de un gobierno
liberal enmascarado en un discurso inclusivo el cual es oliado, sacramentado y
avalado por las principales corporaciones financieras como el BID (Banco
Interamericano de Desarrollo) , FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BM
(Banco Mundial). Sinesio López redondea esta realidad: “La derecha perdió las
elecciones, pero gobierna. Todo el secreto radica en el avasallamiento del
poder político por el poder económico…Al elegir a Ollanta, la izquierda trabajó
para la derecha sin saberlo y ahora, al combatir y reprimir a los movimientos
sociales, el gobierno y la derecha trabajan para la izquierda. A 10 meses del
gobierno, con más de una docena de muertos en su cuenta, Humala se parece cada vez más a los
gobernantes contra los que insurgió”. ( [5])
( [6])
Lo que esta claro es
que la política neoliberal sigue en pie en la actual gestión del mandatario
Ollanta Humala. Erra el mandatario cuando se ufana de no seguir ideología
alguna, él sabe perfectamente que su
apoliticismo es ideológico. Sus decisiones políticas han sido elaboradas desde
el prisma ideológico liberal con la constante aprobación del FMI y Washington
como bien lo señaló Christine Lagarde, directora del FMI: “ (El Perú) Hoy
cuenta con el liderazgo de un nuevo presidente que está determinado a seguir
aprovechando las ventajas de esa política macroeconómica y el desarrollo que le
ha traído al país, sumándole el importante objetivo de conseguir que ese
crecimiento sea socialmente inclusivo, lo cual para nosotros garantiza la
sostenibilidad del modelo peruano”.[7]
En Perú se copia y se
calca modelos impuestos por entes ajenos a los intereses de las mayorías, esos
modelos son exclusivamente impuestos por poderes financieros y económicos. La
economía peruana es elogiada –en síntesis– por cumplir religiosamente con los pagos de los intereses de una inicua
deuda externa. Deuda externa exponencialmente en aumento pasando de $28 mil
millones en junio de 2006 a más de $35 mil millones en marzo de 2011, pagando
solamente en intereses $9,274 millones al año. La reducción del gasto público,
la política de control fiscal y el desempoderamiento del Estado forma parte del dictado internacional del BM
y el FMI, nada nuevo bajo el sol. De allí la teoría que el saqueo continua
siendo ejercido en el Perú después de 500 años de haber sido invadido por
fuerzas foráneas.
La expoliación
sistemática, la pseuda democracia basada en un marco legal elaborado por
personajes jurídicos y políticos los cuales cuentan como staff de asesores a
los grupos de poder económica y mediático (Nacional e internacional), el
capítulo económico de la Constitución Nacional
redactado por asesores como CONFIEP (Confederación Nacional De
Instituciones Empresariales Privadas) , ADEX (Asociación de Exportadores), Institute
for Liberty and Democracy (ILD) , USAID (United States Agency for International Development) y otros, alejan
el sueño del Amauta Mariátegui o del Perú de Todas las Sangres de Arguedas.
Todos estos actores políticos-económicos asesoraron la creación del Capitulo
Económico de la Constitución Política del Perú aprovechando el auto-golpe de
Estado del 5 de Abril de 1992 (Gobierno de Alberto Fujimori Fujimori).
No será fácil rescatar
la esencia del pensamiento del Amauta o de Arguedas, será más difícil aún unir las diferentes
expresiones de una frágil y fragmentada izquierda-socialista peruana. Debemos
tener en claro que no se es socialista por asistir o presidir la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) o
darle un abrazo a Hugo Chávez, asi no se construye socialismo, así se hace
negocios. Para muestra tenemos a Colombia y Chile que forman parte de CELAC
(Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y ALBA (Alianza Bolivariana
Para Los Pueblos De Nuestra América), asisten puntualmente a sus reuniones y
más aún son anfitriones de las mismas, pero, como sabemos distan años luz de
abrazar la posibilidad de unirse al concierto del despertar Socialista
Bolivariano en América Latina.
La izquierda peruana –de cara al futuro– tiene la enorme responsabilidad
de trascender su histórica desorganización y tendencia a anquilosarse en viejos
epítetos ideológicos importados de contextos ajenos europeos. No se podrá
seguir adelante asumiendo únicamente posturas trotskistas, maoístas,
leninistas, marxistas o estalinistas. Es imprescindible fortalecer los
esfuerzos de unidad socialista que surgen a partir de los aportes de las
comunidades andinas, selváticas y costeñas y demás organizaciones sociales. Es
se suma importancia aprovechar el abandono del proyecto de la Gran
Transformación de parte del mandatario Ollanta Humala y la subsecuente sumisión
a los dictámenes de Washington y las corporaciones mineras y financieras.
Para las elecciones
presidenciales del 2016 votar por una supuesta candidatura de la primera dama
Nadine Heredia será – salvando las diferencias – el símil a votar por la ex
candidata presidencial Keiko Fujimori. Ambas opciones representan la
continuidad de una política de Estado secuestrada por los grupos de poder en
favor de la continuidad del saqueo sistemático e institucionalizado.
La complejidad cultural e
idiosincrática del Perú hace que el camino del entendimiento sea -para muchos– una tarea casi imposible. Pero,
los demás países de América Latina no son menos complejos que el peruano y se
involucran en proyectos de interés
nacional bajo el riesgo de ser tildados de satélites de Cuba y Venezuela, como
es el caso de Ecuador, Bolivia, Nicaragua, EL Salvador, Uruguay o Argentina. El
fortalecimiento de la región desde la experiencia de UNASUR, ALBA, CELAC y
MERCOSUR brinda la cobertura a un proyecto independentista de orden continental
y no más de carácter local. América Latina del siglo XXI no es más el
continente de inicios o mediados del siglo pasado y esta novedad generacional
nos impele a formularnos -desde la experiencia peruana– una serie de
preguntas con la necesidad de ser respondidas desde nuestra histórica realidad.
Desde la necesidad de
reactualizar el grito del Amauta de no
calcar ni copiar modelos ajenos a la realidad peruana nos arriban una serie de
preguntas. ¿Hablar de Socialismo como modelo aplicable al Perú es realmente un
discurso obsoleto, desde qué punto de vista? ¿La independencia de la influencia
de los grupos de poder hasta que punto
es una necesidad entendida y aceptada por las juventudes? ¿De ser mañana las
elecciones regionales y presidenciales quienes serían los representantes
socialistas que estarían en condiciones de candidatear? ¿Cómo se puede hacer
del modelo socialista una posibilidad de Estado y Gobernabilidad desde el
contexto peruano, o sea, cómo se puede construir un socialismo a la peruana?
No caeremos en la
antonomástica tendencia de santificar modelo económico o político desarrollado
en contextos socio-culturales externos al peruano. Ni santos ni
santificaciones; la codicia, los prejuicios ancestrales de orden clasista y
racial, el tirar por la borda promesas y pactos asumidos con el pueblo, el
venderse por un plato de bandeja, esto y muchas taras no tienen color de piel,
orientación sexual, status económico o confesión religiosa preferida. Es
exigencia histórica construir caminos de independencia cultural, política y
económica, pero de la más radical forma necesita transitar caminos de
transformación – individual y colectivamente – de orden ético.
Ni calco ni copia fue
el clamor del Amauta y sigue resonando hasta el día de hoy. No es posible que
en el Perú sigamos siendo victimas de discursos maquillados de populismo y
clientelismo barato. No es posible que candidatos, advenedizos o no, sigan
haciendo de la campaña electoral un espacio legitimado para el fraude. Espacio
donde se promete grandes transformaciones y al final las transformaciones que
se realizan son aquellas que son impuestas por fuerzas económicas ajenas a los
intereses de las mayorías empobrecidas. Lo que esta en juego en el Perú y los
demás países de la región es la posibilidad de abrirse al modelo socialista
latinoamericano vivido desde cada experiencia en particular. Ni calco ni copia,
sino creación histórica, es lo que nos toca construir, emulando el triunfo de
revoluciones como la cubana con mas de 50 de vigencia histórica y la reconfirmada
Revolución Bolivariana con mas de 13 años de vigencia y construcción histórica.
NOTAS
[1] Creación del Virreinato
del Río de la Plata (1776), el decreto de Libre Comercio (1778) y las medidas
fiscales del visitador Areche (1778-1780).
[2]Fuente:http://www.revistaideele.com/ideele/content/%C2%BFuna-o-varias-izquierdas. Revisado: 06/10/12.
[4]Fuente:http://www.prensaescrita.com/adiario.php?codigo=AME&pagina=http://www.larepublica.pe. Revisado: 06/10/12.
[5]Fuente:http://www.prensaescrita.com/adiario.php?codigo=AME&pagina=http://www.larepublica.pe. Revisado: 06/10/12.
[6]Fuente:http://www.prensaescrita.com/adiario.php?codigo=AME&pagina=http://www.larepublica.pe. Revisado: 06/10/12.
[7]Fuente:http://elcomercio.pe/economia/1341496/noticia-peru-historia-exito-asegura-directora-fmi. Revisado: 06/10/12.
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