La idea generada por las
usinas mediáticas del poder en Occidente –con Washington a la cabeza– une
fundamentalismo islámico con el siempre impreciso y mal definido
"terrorismo", insistiendo tanto en esta prédica que, hoy por hoy, el
mensaje ha terminado por instalarse.
Marcelo Colussi / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de
Guatemala
Un fantasma recorre el
mundo: ¡la amenaza del fundamentalismo islámico! Recientemente, al menos lo que
nos han dicho hasta el hartazgo todos los medios comerciales de Occidente, la
"ira islámica" se ha despertado con motivo de una ofensiva película
de contenido denigrante contra la figura de Mahoma y del Islam en general que
se ha puesto a circular por distintos medios. "Mientras los medios de
comunicación internacionales siguen obsesionados con las manifestaciones contra
la película, amplios sectores del país están yendo a la huelga, pero nadie lo
cuenta" , protestaba indignado el activista egipcio
Hossam El-Hamalawy. Desde hace ya unos años, terminada la Guerra Fría y acabado
el fantasma del "peligro comunista", un nuevo demonio ha entrado en
escena en el ámbito global: el terrorismo de los así llamados
"fundamentalistas islámicos".
Aunque no se sepa bien
qué significa, el término "fundamentalismo" ha pasado a ser de uso
común. Y más aún el de "fundamentalismo islámico". Para adelantarlo
de una vez: según el imaginario colectivo que los medios han ido generando en
Occidente, el mismo es sinónimo de atraso, barbarie, primitivismo, y se une
indisolublemente a la noción de terrorismo sanguinario.
Como primera aproximación
podríamos decir que, de un modo quizá difuso, está ligado a fanatismo,
ortodoxia, sectarismo. De alguna manera está en la antípoda de un espíritu
tolerante y abierto, que suele ligarse, sin el más mínimo sentido crítico, con
democracia. O, al menos, con lo que el discurso global dominante presenta como
democracia: economías de mercado con elecciones de los puestos públicos de
dirección cada cierto tiempo. En general suele asociárselo –lo cual es correcto–
con el ámbito religioso. En sentido estricto, el término
"fundamentalismo" tiene su origen en una serie de panfletos
publicados entre 1910 y 1915 en Estados Unidos; con el título "Los
Fundamentos: un testimonio de la Verdad" , los documentos escritos por
pastores protestantes se repartían gratuitamente entre las iglesias y los
seminarios en contra de la pérdida de influencia de los principios evangélicos
en ese país durante las primeras décadas del siglo XX. Era la declaración
cristiana de la verdad literal de la Biblia, y las personas encargadas de su
divulgación se consideraban guardianes de la verdad. De tal modo, entonces,
fundamentalismo implicaría: "retorno a las fuentes, a los
fundamentos".
Existen distintas
definiciones y sinónimos para el fundamentalismo religioso. Para tomar alguna,
por ejemplo, podríamos citar la que propone Ernest Gellner: "la idea
fundamental es que una fe determinada debe sostenerse firmemente en su forma
completa y literal, sin concesiones, matizaciones, reinterpretaciones ni
reducciones. Presupone que el núcleo de la religión es la doctrina y no el
ritual, y también que esta doctrina puede establecerse con precisión y de modo
terminante, lo cual, por lo demás, presupone la escritura" .
Todas las religiones, en
mayor o menor medida, pueden comportar rasgos fundamentalistas. En Occidente,
por ejemplo, el cristianismo ha conocido momentos de fanatismo e intolerancia
increíbles; la Santa Inquisición abrasó en la hoguera a quinientas mil personas
en nombre de la lucha contra el demonio, y si bien eso no sucede en la
actualidad, la ortodoxia llevada a extremos delirantes persiste. Sólo para
muestra: durante la guerra en Bosnia el Papa Juan Pablo II mandó una carta
abierta a las mujeres que habían quedado embarazadas después de ser violadas,
en la que les pedía que no se practicaran un aborto y que cambiaran la
violación en un acto de amor haciendo a ese niño carne de su carne. Una primera
hipótesis que esto nos plantea es que el "salvajismo" fundamentalista,
en todo caso, no es patrimonio islámico como la verdad mediática nos lo
presenta cotidianamente. Ahora bien, y como pregunta colateral: tirar bombas
atómicas sobre población civil, ¿no es también salvajismo?
El Islam (palabra árabe
que significa "entrega a Dios, sumisión a su voluntad") no es sólo
una religión; es, más precisamente, un proyecto sociopolítico de base
religiosa. El Islam se define a sí mismo como una ideología que engloba
religión, sociedad y política y que se basa en un texto sagrado: el Corán. Por
tanto, el Corán no es un libro exclusivamente religioso. El profeta Mahoma,
entre los años 622 y 632, organizó la sociedad musulmana con numerosas reglas
sociales. La tarea de un gobierno musulmán es organizar toda la vida social
según esas normas y expandir el Islam lo máximo posible. Todo debe ser
islamizado: desde lo que se habla por los altavoces de las mezquitas hasta los
periódicos, la televisión, la escuela, las relaciones interpersonales.
Para el presente análisis
es imprescindible partir de la base que la actual y difundida hasta el hartazgo
caracterización de la cultura musulmana como intrínsecamente
"atrasada", "bárbara" –visión sesgada y ahistórica por
cierto– borra tiempos de grandeza inconmensurable, hoy ya idos. El Islam desplegó
por siglos un poderoso potencial creativo, filosófico y científico-artístico,
superior en su época al del Occidente cristiano; ahí están su colosal
arquitectura, el álgebra, los avances médicos, su arte, como testigos de un
gran momento de esplendor. Sin embargo la moderna revolución científico-técnica
de la era industrial no surgió en suelo islámico sino que ha irrumpido en éste
desde fuera, la mayoría de las veces bajo el signo del colonialismo. Hoy por
hoy –es la cruda realidad– el mundo árabe no marca la delantera cultural del
planeta; su lugar en el concierto mundial se ve relegado, al menos para la
lógica que imponen los centros internacionales de poder, a ser productores de
materia prima, petróleo fundamentalmente. Riquezas naturales que contribuyen a
mantener dinámicas sociales pre-industriales, en numerosas ocasiones con
corruptas monarquías feudales enquistadas en Estados, a veces dictatoriales,
que usufructúan la explotación de esos recursos y a cuya sombra vegetan
mayorías empobrecidas, desesperadas en muchos casos.
En este contexto surge el
fundamentalismo islámico, en tanto movimiento político-religioso que preconiza
la vuelta a la estricta observancia de las leyes coránicas en el ámbito de la
sociedad civil. Deriva su nombre de la aspiración de volver sobre las fuentes,
es decir, el Corán, la Sunna (la tradición del Profeta, los dichos y hechos de
Mahoma) y la Ley Revelada. Dentro de sus planes están el rescate de los valores
propios e intrínsecos al Islam, la restauración del Estado Islámico y la
oposición a todo lo que haya entrado en la sociedad musulmana como innovación.
En el seno de este amplio movimiento se encuentran tendencias diversas,
antagónicas incluso: sunnitas, chiitas, wahabitas, el Yihad islámico, los
Hermanos musulmanes de tendencia sunni surgidos a finales de los años 20 del
pasado siglo e implantados fundamentalmente en Egipto pero también en otros
países del occidente musulmán (Sudán, Yemen, Siria,), el movimiento Hamas, la
red Al Qaeda, la secta nigeriana Maitatzine, etc.
Si bien está extendido en
modo difuso por buena parte de África y Asia contando entre sus seguidores a
millones de personas, es muy difícil encontrar un hilo conductor único que
reúna a todo este movimiento. No obstante, a pesar de la amplísima pluralidad,
existen varios aspectos inmutables del derecho islámico que podemos ver
transversalmente en todo el amplio arco del fundamentalismo: el rechazo a
admitir el matrimonio de la mujer musulmana con el no musulmán, el rechazo a la
posibilidad de que un musulmán pueda cambiar de religión reconociendo su
derecho a la libertad de conciencia, el rechazo a admitir la legalidad de los
sindicatos para los trabajadores, la pena capital por apostasía, la aceptación
de los castigos corporales, y tres desigualdades inmodificables: la
superioridad del amo sobre el esclavo, del musulmán sobre el no-musulmán y del
varón sobre la mujer, la que es sometida al proceso de ablación clitoridiana a
partir del supuesto que no debe gozar sexualmente (el placer debe ser sólo
varonil).
El fundamentalismo
apegado al Islam primigenio no establece distinción entre política y religión.
Por ello en algunos casos, como en Irán, los líderes islamistas suponen que la
dirección política de la sociedad debe recaer en los ulemas o líderes religiosos.
Para el fundamentalismo la restauración del Islam originario es la única
alternativa viable, la respuesta religiosa frente a los fracasos y las crisis
en el que Occidente es el principal causante de los males. En ese marco,
Estados Unidos es el enemigo natural, aborrecido ya como símbolo de la
dominación occidental.
En esta línea, para los
fundamentalistas muchos problemas del mundo árabe actual son achacables al
abandono de la fe islámica. Por tanto, lo esencial es volver a las fuentes de
la fe, depurar todas las escorias y deformaciones provenientes y resultantes de
siglos de decadencia (entienden que la pobreza, el atraso económico, la
dominación extranjera, se deberían al abandono del Islam), y recuperar así una
edad de oro vista hoy como paraíso perdido.
Este fundamentalismo se
ha difundido principalmente entre los estratos más pobres y explotados de las
sociedades donde se arraiga, tales como asalariados, campesinos expropiados y
empujados a emigrar a la ciudad, trabajadores y sectores medios que giran
alrededor de la economía de los bazares, y una parte del clero islámico; pero
muy especialmente: en la juventud. Dato importante: el 60 % de la población
musulmana de menores de 20 años está desocupada y con un porvenir incierto.
Como comentario marginal, pero no por ello menos importante, es interesante
(¿sugestivo?) comprobar cómo el fundamentalismo de corte neopentecostal (cultos
evangélicos autodenominados "cristianos") se ha difundido al mismo
tiempo por Latinoamérica, abarcando más o menos los mismos sectores que en el
mundo árabe: capas más empobrecidas de las sociedades, provocando también una
vuelta a fundamentalismos religiosos que tienen como consigna fundamental
olvidar lo terrenal. ¿Pura coincidencia?
Difundido entre los
estratos más pobres de la sociedad, entonces, el fundamentalismo es un
movimiento interclasista que, incluso mediante acciones violentas, se opone a
la "modernidad laica" en vez de oponerse a la explotación capitalista
y al injusto sistema de comercio internacional (hoy en su versión neoliberal
globalizada), verdaderas causas de los actuales sufrimientos de las masas
oprimidas. Como en el Corán está escrito que quienes mueran en la defensa de su
fe tendrán bienaventuranza eterna, los feligreses-ciudadanos se ven inducidos a
los mayores sacrificios para alcanzar las ambiciones terrenales de sus líderes,
hábilmente parapetadas detrás de los textos sagrados y de los ideales
religiosos. Esto explica el terrorismo autoinmolatorio de los fundamentalistas,
tan difícil de entender desde la cosmovisión occidental. Cuando un joven
islámico se lanza cargado de explosivos contra un objetivo tiene la convicción
de que lo hace porque esa es la "voluntad de Dios" y que después de
su muerte irá directamente al paraíso para estar junto a Alá.
En el contexto de miseria
económica, desempleo y pobreza, las masas de los países musulmanes se
encuentran en una situación compleja. La arrogancia y desprecio de los monarcas
y dictadores en el mundo islámico y árabe añade más combustible al odio y la
cólera de las masas; de ahí la "primavera árabe" iniciada en el 2010,
que constituye una genuina reacción política alternativa a este estado de
postración, y para nada un movimiento de reivindicación religioso
fundamentalista. Si esa espontánea reacción popular fue luego cooptada,
manipulada y desviada de su posible curso de propuesta alternativa, eso abre
todo otra línea de investigación en la que no entraremos ahora.
Visto entonces el
fenómeno del fundamentalismo islámico en esta dimensión sociopolítica, la razón
principal para entenderlo está dada por el enorme vacío creado por la falta de
propuestas alternativas que se da en estas sociedades, y por la manipulación de
las poblaciones apelando a un fanatismo fácil de exacerbar (similar a los
grupos evangélicos en América Latina). Es ahí donde deben empezar a
vislumbrarse las respuestas a las preguntas: ¿a quién beneficia este
fundamentalismo? ¿Es realmente un camino de liberación para las grandes masas?
Pero… ¿no era que la religión constituye "el opio de los pueblos"
?
Como dijera el politólogo
pakistaní Lal Khan: "este virulento fundamentalismo es la culminación
reaccionaria de las tendencias que en la época moderna, caracterizada por la
política y la economía mundiales, intentan recuperar el islamismo. En los años
cincuenta, sesenta y setenta en el mundo musulmán existían corrientes de
izquierda bastante importantes. En Siria, Yemen, Somalia, Etiopía y otros
países islámicos, se produjeron golpes de Estado de izquierdas, y el
derrocamiento de los regímenes capitalistas-feudales corruptos llevó a la
creación del bonapartismo proletario o Estados obreros deformados. En los demás
países también hubo movimientos de masas importantes encabezados por dirigentes
populistas de izquierda. En el clima de la Guerra Fría algunos de estos
dirigentes, como Gamal Abdel Nasser, incluso desafiaron al imperialismo
occidental y llevaron a cabo nacionalizaciones y reformas radicales. A partir
de ese momento, una de las piedras angulares de la política exterior
estadounidense fue organizar, armar y fomentar el fundamentalismo islámico
moderno como un arma reaccionaria contra la insurrección de las masas y las
revoluciones sociales." (...) "Después de la derrota de Suez
los imperialistas dieron prioridad a esta política. Gastaron ingentes sumas de
dinero en operaciones especiales dirigidas por la CIA y el Pentágono.
Suministraron ayuda, estrategia y entrenamiento a estos fanáticos religiosos.
La mayor operación encubierta de la CIA en la que ha estado implicado el
fundamentalismo islámico ha sido en Afganistán."
La principal fuente de
finanzas del fundamentalismo islámico procede del tráfico de drogas ilegales.
Este proceso fue iniciado por el imperialismo estadounidense, pero ahora esta
economía negra ya ha pasado a ser parte fundamental del funcionamiento del
propio sistema capitalista global, siendo uno de sus grandes negocios. Se ha
convertido en parte de la política de la CIA el uso de las drogas y otras
formas de crimen para financiar la mayoría de las operaciones contrarrevolucionarias
en las que participa. Esta política de drogas en Afganistán ha tenido un
impacto desastroso en la juventud de todo el mundo. Hoy el 70 % de la heroína
mundial procede de la mafia afgano-pakistaní. Los modernos laboratorios en la
frontera de Afganistán y Pakistán (donde se transforma el opio en heroína)
fueron instalados con la ayuda de la CIA.
En sociedades donde los
Estados son incapaces de proporcionar los servicios básicos a su población
(salud, educación y empleo), el fundamentalismo islámico ha utilizado estas
privaciones para construir sus propias fuerzas. Con grandes cantidades de
dinero la propuesta fundamentalista ha creado escuelas religiosas ( madrassas
o escuelas coránicas) para entrenar y desarrollar fanáticos desde muy temprana
edad, que después se convertirán en materia prima de la locura religiosa.
Según el economista
egipcio Samir Amin este resurgimiento del fundamentalismo no es casual. "Imperialismo
y fundamentalismo cultural marchan juntos. El fundamentalismo de mercado
requiere del fundamentalismo religioso. El fundamentalismo de mercado dice:
'subviertan el Estado y dejen que el mercado en la escala internacional maneje
el sistema'. Esto se hace cuando los Estados han sido desmantelados
completamente. Sin Estados nacionales, las clases populares son minadas por la
carencia de su identidad de clase. El sistema puede gobernarse si el Sur está
dividido, con naciones y nacionalidades peleando entre sí. El fundamentalismo
étnico y el religioso son instrumentos perfectos para propiciar y dirigir el
sistema político. Estados Unidos, como muestra el caso de Arabia Saudita y
Pakistán, siempre ha apoyado el fundamentalismo islámico".
Definitivamente en el
clima de desesperación de grandes masas de musulmanes –y más aún de su
juventud– la salida violenta puede aparecer siempre como una tentación. En ese
complejo caldo de cultivo, entonces, hunden sus raíces los movimientos
integristas, y la muerte no tarde en campear: estamos así en el campo de la
acción armada, en la estrategia de la respuesta visceral, lo que la industria
mediática ha bautizado como "terrorismo". Pero ante ello se repite la
pregunta: ¿a quién beneficia este fundamentalismo con visos violentos? ¿Es
realmente ése un camino de liberación para las empobrecidas y postergadas masas
musulmanas?
La idea generada por las
usinas mediáticas del poder en Occidente –con Washington a la cabeza– une
fundamentalismo islámico con el siempre impreciso y mal definido
"terrorismo", insistiendo tanto en esta prédica que, hoy por hoy, el
mensaje ha terminado por instalarse. El nuevo peligro que acecha al mundo,
según esta ingeniería comunicacional, ya no es el comunismo: es el terrorismo
internacional, más aún aquél de cuño islámico. Ahí apareció entonces la
diabólica figura del nuevo ícono con ribetes hollywoodenses: Osama Bin Laden, y
el inicio de la gran campaña mediática que nace el 11 de septiembre de 2001 con
la caída de las Torres Gemelas.
En términos que no
dejaron duda, quien fuera asesor de Seguridad Nacional durante la presidencia
de James Carter y coautor de los ultra derechistas documentos de Santa Fe, el
polaco nacionalizado estadounidense Zbigniew Brzezinski, describió la política
de su país en una entrevista con el periódico francés Le Nouvel Observateur, en
1998, admitiendo que Washington deliberadamente había fomentado el
fundamentalismo islámico para tenderle una trampa a la Unión Soviética buscando
que ésta entrara en guerra. "Ahora tenemos la oportunidad de darle a la
URSS su propia guerra de Vietnam" , aseguró. Cuando se le preguntó si
lamentaba haber ayudado a crear un movimiento que cometía actos de terrorismo
por todo el mundo, desestimó la pregunta y declaró: "¿Qué es lo más
importante para la historia mundial, los talibanes o el colapso del imperio
soviético? ¿Varios musulmanes fanáticos o la liberación de Europa Central y el
fin de la Guerra Fría?".
En realidad no estamos
ante un "choque de civilizaciones" Islam-Occidente como cínicamente
ha presentado en su análisis de la situación mundial el catedrático Samuel
Huntington, con lo que, en definitiva, se pavimenta el camino para la
supremacía militarista de Washington, autoerigido como campeón en la defensa de
la paz mundial. Si hoy día el "terrorismo islámico" es el nuevo
demonio (con Al Qaeda como su estrella principal), eso no es sino un
maquiavélico montaje mediático. La relación entre el imperialismo
estadounidense y el terrorismo del fundamentalismo islámico es simbiótica. La
llamada "guerra antiterrorista" no es más que una cubierta para la
violencia militar para lograr los objetivos estratégicos mundiales de los
grandes capitales globales con Estados Unidos a la cabeza como su brazo armado;
y eso sólo creará más reclutas para los movimientos fundamentalistas islámicos.
Junto a ello creará también, como parte indisoluble de la relación, nuevos
actos de terror contra objetivos estadounidenses y occidentales, que pasarán a
ser la excusa para mayor agresión por parte de los Estados Unidos en todo el
mundo.
Ese clima empezó con los
ya icónicos avionazos sobre el Centro Mundial de Comercio en New York y el
ataque al Pentágono en Washington, en el 2001. Luego siguió en Madrid con los
bombazos en la estación de metro de Atocha, después cualquier ciudad europea...
luego cualquier ciudad del mundo. En esa lógica puede inscribirse la actual "ira
islámica" supuestamente desatada por una película anti-musulmana. El
clima de terror que se va creando es un montaje cinematográfico al mejor estilo
de Hitchcock. La paranoia ha invadido Occidente, y una población aterrada es lo
más fácilmente manejable.
Esa pretendida ira de
musulmanes fundamentalistas y anti-occidentales es claramente funcional a los
intereses estratégicos de Washington y las potencias occidentales. De la misma
manera que lo utilizó para sus operaciones encubiertas en Asia y en Los
Balcanes, ahora la geoestrategia militar de Washington se vale de su imagen
para fabricar psicosis terroristas que le sirven a los Estados Unidos para
justificar sus nuevas invasiones militares en el rediseño planetario que está
poniendo en marcha con los halcones que dominan la escena, independientemente
que el actual inquilino de la Casa Blanca sea un demócrata.
¿A quién beneficia este
pretendido "fundamentalismo terrorista sanguinario"? Más allá del
sensacionalismo mediático con que se ha presentado la supuesta ola de
"indignación popular" de amplias masas musulmanas ante la ofensa
producida por la polémica película en cuestión –manifestaciones que, en
realidad, fueron muy poco numerosas– valen las palabras de Santiago Alba: "La
recuperación del viejo discurso de la “confrontación del culturas” sólo puede
perjudicar a todos los que luchan a nivel global y local por la democratización
del mundo musulmán, la soberanía regional frente al imperialismo y la
liberación de Palestina. Los movimientos populares del mundo árabe deberán
estar muy atentos para no ceder a esta polarización".
La estrella de la función
en esta farsa mediática (el nuevo demonio llamado terrorismo islámico) es la
red Al Qaeda, así como hasta hace poco tiempo lo fuera su hoy desaparecido líder,
el ex agente del servicio secreto de los Estados Unidos Osama Bin Laden.
Investigaciones realizadas por el FBI y el organismo antilavado Financial
Crimes Enforcement Network, determinaron las conexiones del clan Bush con Salem
Bin Laden (el padre de Bin Laden) y el Bank of Credit & Commerce (BBCI). La
investigación reveló que los sauditas estaban utilizando al BCCI para realizar
lavado de dinero, tráfico de armas y canalización de los fondos para las
operaciones encubiertas de la CIA en Asia y Centroamérica, además de manejar
los sobornos a gobiernos y de administrar los fondos de varios grupos
terroristas islámicos. El ex jefe de Al Qaeda es un ejemplo arquetípico de ese
proceso de laboratorio de las nuevas puestas en escena mediáticas. Hijo de
millonarios, educado en el selecto colegio Le Rosey, en Suiza, su juventud fue
la de un play-boy del jet set, en medio de lujos y escándalos en las capitales
occidentales y en Arabia Saudita, pasando a ser posteriormente el referente de
Washington en la nueva estrategia de manipulación de los fundamentalismos,
jugando luego un papel clave en la avanzada anticomunista en Afganistán.
Evidentemente el engendro dio resultado: la Unión Soviética encontró su
Vietnam. Y hoy día el papel que sigue jugando aún muerto es absolutamente
funcional a la nueva estrategia del complejo militar-industrial y las
petroleras estadounidenses y los capitales globales asociados. El miedo está
instalado; ahora hay que perpetuarlo. La maniobra de la película de marras
perfectamente se inscribe en esa lógica.
Digno de mencionarse es
que estos planes están más allá de las administraciones de turno. Por supuesto
que, por razones ideológicas, el Partido Republicano es más funcional para
llevarlas a cabo; así fue, por ejemplo, con la era Bush (padre e hijo). Pero
con los actuales demócratas y un ¿socialdemócrata? como Barack Obama en la Casa
Blanca (denostado como "comunista y musulmán" por el discurso
neoconservador estadounidense) los planes no dejan de cumplirse.
En ese marco resultan altamente significativos los afiches aparecidos primero
en Chicago y luego en el metro de Nueva York: "En cualquier guerra
entre un hombre civilizado y un salvaje, apoye al hombre civilizado. Apoye a
Israel. Derrote a la Yihad" . De hecho, cada aviso está decorado con
dos estrellas judías de David. ¿Preparación de los ataques del Estado de Israel
a las centrales nucleares iraníes?
"Debemos ser
honestos con nosotros mismos y con el pueblo norteamericano acerca del mundo en
que vivimos", dijo George Tenet, ex director de la CIA. " Un
éxito completo contra esa amenaza es imposible. Algunos atacantes alcanzarán
sus fines, a pesar de nuestros decididos esfuerzos y las defensas que
establezcamos". Por lo tanto, vivimos en alerta permanente, asustados.
El único camino, entonces, es terminar con esta fiera feroz que acecha de
continuo. Y como eso es casi imposible, cobra sentido la estrategia de
"guerra infinita" lanzada durante la administración de George Bush
hijo: vivimos en guerra permanente. La actual "ira islámica" nos lo
recuerda.
Valga agregar que con la
estructura económico-social que presenta nuestra aldea global –no muy justa,
por cierto– actualmente se dan a nivel planetario 6.000 muertes diarias por
diarrea, 11.000 muertes diarias por hambre, 3.800 personas mueren a diario por
la infección de VIH/SIDA, mientras que cada día 150 fallecen por consumo de
drogas y otros 720 seres humanos mueren por accidentes automovilísticos, en
tanto que el siempre mal definido "terrorismo" produce, en promedio,
11 muertos diarios. Aún a riesgo de ser reiterativos: ¿quién se beneficia de
este despertar fundamentalista musulmán? ¿A algún musulmán quizá? ¿A algún
ciudadano de a pie de alguna parte del mundo? Todo indicaría, así las cosas,
que esta "religiosidad" en juego en el mundo musulmán, lo que menos
tiene es, justamente, religión. Igual a como sucede con los grupos evangélicos
en Latinoamérica: son prácticas de control político-social disfrazadas de
fervor religioso.
Así como el ex director
de la CIA fue honesto, pidámosle a los medios que sean también honestos (aunque
no podamos esperar que eso suceda, obviamente): no fueron masivas
manifestaciones las que salieron a protestar ni pueblos enardecidos los que
tomaron la embajada estadounidense en Libia cobrándose la vida del embajador y
de otros tres funcionarios más. Eso no fue la primavera árabe espontánea de
Túnez y de Egipto. De hecho –informes filtrados así lo indican– los mismos
servicios de inteligencia sabían ya que el ataque a la embajada iba a suceder.
¿No hace recordar al montaje de los atentados del 11 de septiembre del 2001?
No hay comentarios:
Publicar un comentario