Las diferencias
entre los dos candidatos se refieren a los medios, no a los fines de la
política exterior.
Artículo
relacionado: “Temas que Obama
y Romney evitan”, de Noam Chomsky
Luis Fernando
Ayerbe* / Especial para Con Nuestra
América
Desde Sao Paulo, Brasil
Romney y Obama: diferencias en los métodos, pero no en los objetivos de política exterior. |
En la política exterior, las diferencias entre
Barack Obama y Mitt Romney se refieren a los medios, no a los fines,
sintetizados en el repetido eslogan de “promover el imprescindible y necesario
liderazgo de los Estados Unidos”. Para los críticos de la postura internacional
del país, aunque ambos sean parte del núcleo del establishment, Obama es un blanco móvil, más difícil de encuadrar y
acertar; Romney, en cambio, es un blanco fijo, como Bush, adversario ideal.
En la actual contienda
electoral, siguiendo la línea adoptada desde 2009, los republicanos acusan a Barack
Obama de promover, por opción o inepcia, la pérdida de la supremacía
conquistada por los Estados Unidos después de la victoria de la Guerra Fría.
Las acciones iniciales de
Obama dirigidas a revertir el aislamiento promovido por su antecesor, asumiendo
reiterados pedidos de disculpas por comportamientos arrogantes del pasado con
el mundo musulmán (entrevista a la red Al
Arabiya, 27/01/2009), con los aliados europeos (discurso en Francia, 03/04/2009)
y latinoamericanos (Cumbre de Trinidad y Tobago en 17/04/2009), hasta la
dificultad para encuadrar a Irán en su política de contención nuclear o la
reciente vulnerabilidad demostrada en la protección de la representación
diplomática en Libia, son presentadas como señales de debilidad y humillación,
frente a las cuales el triunfo de Mitt Romney representaría el retorno de la
postura ofensiva, activista y altiva que consideran característica de la
trayectoria anterior.
En la dirección opuesta, Barack Obama sitúa su política exterior como
parte de una “Nueva Era de Compromiso”, dirigida a establecer convergencias
entre aliados y adversarios en torno de los intereses nacionales
estadounidenses. En un discurso en el Council on Foreign Relations en julio de
2009, la Secretaria de Estado Hillary Clinton dejó claro que “el tema no es si nuestro país puede o debe liderar, sino cómo
liderará en el siglo 21”, ya que si bien “ninguna
nación puede enfrentar sola los desafíos del mundo... ningún desafío puede ser
enfrentado sin los Estados Unidos”.
En la presentación de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2010,
Obama colocó la recuperación de la economía como parte de la renovación del
liderazgo justificando la necesidad inevitable de compartir responsabilidades
con aliados: “Los encargos de un siglo joven no pueden caer apenas sobre los
hombros americanos, en verdad, a nuestros adversarios les gustaría ver el
agotamiento de la fuerza de América por la sobreextensión de nuestro poder”.
Como parte de esa concepción, la Orientación de la
Estrategia de Defensa presentada por el Pentágono en enero de 2012 hace mención
al aprendizaje de las guerras en Afganistán e Irak, estableciendo que “las fuerzas de los EE.UU. dejarán de ser
dimensionadas para conducir operaciones de estabilidad prolongada en larga
escala”; y además, destaca las
actividades de inteligencia, vigilancia y combate conducidas a través de las
Fuerzas Especiales y vehículos aéreos no tripulados (Drones), cuyo volumen de
operaciones en los primeros tres años de Obama fue cinco veces mayor que en los
dos mandatos sumados de Bush.
El uso más focalizado de la fuerza expresa una
concepción basada en el dimensionamiento de las amenazas a combatir, en
momentos en que, a diferencia de la Guerra Fría, el país no
enfrenta disputas sistémicas con enemigos existenciales del orden internacional.
La eliminación de Bin Laden es presentada como el
logro más visible. ¿Por qué entonces colocar en duda, como los republicanos,
la dedicación del presidente a la defensa de la seguridad nacional? El artículo
de Jo Becker y Scott Shane en The New
York Times del 29/05/2012, “Secret
‘Kill List’ Proves a Test of Obama’s Principles and Will”, expone detalles
menos visibles de la participación del primer mandatario en las acciones
militares envolviendo Fuerzas Especiales y Drones: “Obama se ha colocado al frente de
un proceso secreto de ‘nominaciones’ para designar terroristas para matar o capturar, en que la parte de
captura se ha convertido, en gran medida, en teórica.” Curiosamente, este tema
no fue hasta ahora abordado en los debates electorales, como si fuera algo
inherente a las prerrogativas del ejercicio del poder de un presidente
estadounidense, y su repercusión es casi nula en las agendas de derechos
humanos de las Organizaciones Multilaterales. Nada mal para un Premio Nobel de
la Paz.
Desde la perspectiva del establishment que apuesta a la reelección
de Obama, el retorno del activismo propuesto por Romney, lejos de revertir el
proceso de erosión de la supremacía del país, sería el propio combustible de su
aceleración, combinando el desgaste económico en tiempos de ajuste y ascenso de
nuevas potencias, con la acentuada pérdida de legitimidad del discurso de
liderazgo.
De hecho, como afirmamos al inicio, las
diferencias entre los dos candidatos se refieren a los medios, no a los fines
de la política exterior. No obstante, desde una perspectiva estratégica que
visualice más allá del corto plazo, el realismo de Obama traduce en términos
más claros la adecuación entre objetivos y recursos nacionales disponibles. En este
caso, querer no es poder.
* El autor es profesor de Historia
y Relaciones Internacionales de la Universidade Estadual Paulista (UNESP),
Brasil.
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