El ascenso
meteórico de la “ecología” (junto al derivados como “ecosistema”, “ecosfera”,
“ecodesarrollo”, “ecosocialismo” y “ecofeminismo”) es el resultado de
interacciones rápidamente cambiantes entre el capitalismo y su ambiente
natural. Los conceptos de ecología, ecosistema y del Sistema Tierra se han
tornado centrales tanto para la ciencia como para las luchas populares. En
ocasiones, incluso desplazan al propio concepto de naturaleza.
John Bellamy Foster / (Traducción de Guillermo Castro H.)
Este
artículo ha sido adaptado de “Nature”, por John Bellamy Foster, en Kelly
Fritsch, Clare O’Connor y AK Thompson, ed.: Keywords for Radical: The
Constested Vocabulary of Late-Capitalist Struggle (Chico, CA: AK Press,
2016), 279 – 86, http://akpress.org/keywords-for-radicals.html.
“Naturaleza,”
escribió Raymond Williams en Keywords, “es quizás la palabra más
compleja en el lenguaje.” [1] Se deriva del latín natura,
como se aprecia en el gran poema didáctico de Lucrecio De rerum natura (Sobre
la Naturaleza de las Cosas), del primer siglo AEC. La palabra “naturaleza”
tiene tres significados primarios, interrelacionados entre sí: (1) las
propiedades intrínsecas o esencia de las cosas o los procesos; (2) una fuerza
inherente que dirige o determina el mundo; y (3) el mundo material o universo,
el objeto de nuestra percepciones sensoriales— tanto en totalidad como
referidas a las diversas maneras de entenderla, que incluyen o excluyen a Dios,
el espíritu, la mente, los seres humanos, la sociedad, la historia, la cultura,
etc.
En su Critique
of Stammler, Max Weber sugirió que la dificultad intrínseca de la
“naturaleza” como concepto podría ser atribuida al hecho de que era utilizado
sobre todo para referirse a “un complejo de ciertos tipos de objetos” de
los cuales era excluido “otro complejo de objetos” en tanto tenían
“diferentes propiedades”; sin embargo, los objetos de cada lado de la
bifurcación podían variar ampliamente, y tornarse aparentes únicamente en un
sentido determinado. [2] De aquí que usualmente contrastemos
la humanidad o la sociedad con la naturaleza, mientras al propio tiempo
reconocemos que los seres humanos son parte de esta última. A partir de este
problema emergen distinciones como las de “naturaleza externa” o “el ambiente.”
En otras ocasiones, podríamos excluir tan solo la mente y/o el espíritu de la
naturaleza.
La ciencia
y el arte son dos campos de especial relevancia en la indagación de la
naturaleza, cada uno de los cuales opera a partir de sus propios principios
característicos. Como señalara Alfred North Whitehead en The Concept of
Nature, la ciencia natural representa a la naturaleza como el campo entero
de las cosas, que son objeto de la percepcion sensorial humana mediada por los
conceptos de nuestro entendimiento (como el tiempo y el espacio).[3] De manera consecuente, una de las dos
revistas científicas de mayor importancia lleva por título Nature (la
otra es Science). En el marco de la tradición romántica en el arte (una
influencia directa en el ambientalismo moderno), la naturaleza es percibida a
menudo en acuerdo con nociones de “belleza natural”e is often perceived in
accordance with notions of “natural beauty” (la alondra de Percy Bysshe
Shelley, y el Distrito de los Lagos de William Wordsworth); sin embargo, la
validez del concepto ha sido cuestionada con frecuencia en el campo de la
estética.[4]
En cuanto
concepto, “naturaleza” genera serias dificultades para la filosofía, que
abarcan tanto la ontología (la naturaleza del ser) como la epistemología (la
naturaleza delpensar). De Immanuel Kant acá, se ha enfatizado que los seres
humanos no pueden percibir “las cosas en sí mismas” (noumena) que es
lógicamente independiente de la experiencia. De aquí que en la filosofía
académica contemporánea se acostumbre ya sea adoptar una postura abiertamente
idealista y por tanto otorgar una prioridad ontológica a la mente y las ideas,
o subsumir la ontología dentro de la epistemología de tal manera que la
naturaleza (incluyendo los límites) del conocimiento prevalezcan sobre la naturaleza
del ser. En contraste, los científicos de la naturaleza suelen adoptar un punto
de vista materialista / realista enfatizando en nuestra capacidad para
comprender el mundo físico de manera directa. Preocupados con el creciente
número de crisis ecológicas, la mayoría de los activistas ecológicos de hoy
adoptan una postura similar, enfatizando d emanera implícita una suerte de
“realismo crítico” – como en la obra de Roy Bhaskar -, que rechaza tanto el
materialismo mecanicista (por ejemplo, el positivismo) como el idealismo.[5]
De una
manera similar en cuanto a la división de perspectivas, mucho científicos
sociales contemporáneo (en particular los posmodernistas) en fatizan el hecho
de que nuestra comprensión de la naturaleza es construida social o
discursivamente, y que no existe una naturaleza independiente de los
pensamiento y la acción humanas.Por ejemplo, Keith Tester escribe que “Un pez
es únicamente un pez si está socialmente clasficiado como tal, y esa
clasificación sólo tiene relación con el pez en la medida en que cosas de esa
escala que viven en el mar ayudan a lasociedad a definirse ella misma… Los
animales, en efecto, son un papel en blanco sobre el cual puede escribirse
cualquier mensaje, y cualquier significado simbólico que a sociedad desee.”[6] Por contraste, aun cuando reconocen
el papel de pensamiento en la mediación de la relación humana con la
naturaleza, las mayor pearte de los pensadores y activistas ecológicos tienden
a gravitar hacia un materialismo / realismo crítico, en el que la naturaleza
(por separado de la humanidad) es vista como pre existente al mundo social,
está abierta a ser comprendida, y es algo que debe ser defendido.[7]
Con la
llegada de las armas nucleares, el mundo vino a descubrir de súbito que la
relación entre los seres humanos y el ambiente había cambiado para siempre. El
impacto humano en la naturaleza ya no estaba restringido a efectos locales o
regionales; de manera concebible, se extendía ala destrucción de todo el
planeta en su condición de hogar seguro para la humanidad. De manera
subsecuente, los modernos productos químicos sintéticos (con su capacidad para
iomagnificar y bioacumularse) y el cambio climático antropogénico llevaron la
degradación de la naturaleza por los humanos a la primera línea de las
preocupaciones de la sociedad. Títulos de libros como La Primavera
Silenciosa, El Círculo que se Cierra, El Dominio de la Natrualeza,
La Muerte de la Naturaleza, La Sexta Extinción y Esto lo
Cambia Todo reflejan un creciente estado de alarma en torno a la
sostenibilidad ecológica y las condiciones necesarias para la sobrevivencia
humana.[8]
En
comparación con siglos anteriores, el problema de la naturaleza en los siglos
XX y XXI se ha visto radicalmente transformado. La naturaleza ya no es vista
como una amenaza externa directa para la humanidad. En cambio,
catástrofes naturales globales emergentes o en ciernes son vistas como los
productos indirectos de la propia acción humana. Vivimos ahora en lo que
los científicos han designado provisionalmente como el Antropoceno, una nueva
era geológica en la que la humanidad se ha convertido en la fuerza geológica
dominante, alterando los ciclos biogeoquímicos del planeta entero. Esta nueva
realidad ha forzado un reconocimiento creciente de los límites de la
naturaleza, de los del planeta, y del crecimiento económico al interior de un
ambiente finito.
El ascenso
meteórico de la “ecología” (junto al derivados como “ecosistema”, “ecosfera”,
“ecodesarrollo”, “ecosocialismo” y “ecofeminismo”) es el resultado de
interacciones rápidamente cambiantes entre el capitalismo y su ambiente
natural. Los conceptos de ecología, ecosistema y del Sistema Tierra se han
tornado centrales tanto para la ciencia como para las luchas populares. En
ocasiones, incluso desplazan al propio concepto de naturaleza.
Los
intentos de encarar la enormidad del problema ecológico, sin embargo, se han
visto complicados por la resurrección de concepciones esencialistas de la
naturaleza humana. Al subsumir lo social en lo “natural”, tales puntos de vista
subestiman, o niegan de plano, la importancia de una dimensión socio -
histórica en la interacción humana con la naturaleza. Esta perspectiva ha
ganado terreno recientemente a través de los pronunciamientos social
darwinistas de sociobiólogos y psicógos evolucionistas. Por ejemplo, la obra On
Human Nature publicada por E. O. Wilson en 1978, profesa ser “simplemente
la extensión de la biología de poblaciones y la teoría evolutiva a la organización
social.”[9] De este modo emerge una lucha
inevitable entre ecologistas radicales que demandan que la sociedad sea
transformada históricamente para crear una relación sostenible con la
agricultura, y pensadores más orientados hacia el orden establecido que
insisten en que el individualismo posesivo, la guerra de Hobbes de todos contra
todos, y la tendencia a la sobrepoblación forman parte integral del DNA humano.[10] Junto a este renacer del
determinismo biológico ha estado la presunción de que el propio capitalismo es
un producto de la naturaleza humana y del mundo natural como un todo. Tales
puntos de vista niegan el rigen histórico de la alienación. Por contraste, la
mayoría de los radicales ven la alienación de la naturaleza y la alienación de
la sociedad interconectadas entre sí, como fenómenos interdependientes que
demandan un nuevo metabolismo social co-evolucionario si la ecología mundial
tal como la conocemos ha de ser sostenible.
Los
conflictos contemporáneos en torno a la relación entre la naturaleza y la
sociedad pueden ser rastreados hasta los siglos XVI y XVII, con el ascenso del
capitalismo y la ciencia moderna. La revolución científica del siglo XVII vio
el surgimiento – sobre todo en Francis Bacon, aunque también en René Descartes
– de llamados a la “conquista”, el “control” y el “dominio” de la naturaleza.
En The Masculine Birth of Time, Bacon declaró metafóricamente:
“Vengo en la plenitud de la verdad a traerte a la naturaleza con todas sus
criaturas para ponerla a tu servicio y hacer de ella tu esclava.”[11] En The New Atlantis,
esta ambición se vio asociada a un programa para la institucionalización de la
ciencia como base del conocimiento y el poder.[12] Descartes también la vinculó a una
visión del mundo mecanicista, en la que los animales eran reducidos a máquinas.
Siguiendo a Bacon, la conquista de la naturaleza se convirtió en un tropo
universal para significar un cierto progreso mecánico obtenido mediante el
desarrollo de la ciencia. Aun así, el propio Bacon dejó claro, en su famosa
declaración en Novum Organum, que “a la naturaleza sólo se la puede
dominar obedeciéndola.” En esta perspectiva, la naturaleza sólo podía ser
controlada siguiendo “sus” leyes.[13]
El dominio
de la naturaleza promovido por Bacon fue criticado durante el siglo XIX a
través de perspectivas dialécticas asociadas con Hegel y Marx. En su Philosophy
of Nature, Hegel insistió en que – si bien la estrategia de Bacon de poner
a la naturaleza en contra de si misma podía generar un dominio limitado — el
dominio total del mundo natural podría permanecer por siempre más allá del
alcance humano: “La necesidad y el ingenio han permitido al hombre descubrir
inacabables maneras de dominar y utilizar a la naturaleza”, escribió. Sin embargo,
“la Naturaleza misma, en su universalidad, no puede ser dominada… ni doblegada
al servicio del hombre.”[14] Para Hegel, el impulso de controlar
la naturaleza generaba contradicciones más amplias, que estaban fuera del
control humano. En los Grundrisse, Marx trató a la estrategia de
Bacon como una “treta” introducida por la sociedad burguesa.[15] En sus Theses on Feuerbach,
rechazó de plano las visiones esencialistas de la naturaleza humana. La
naturaleza humana, planteó, “es el conjunto de las relaciones sociales.”[16] En The Poverty of Philosophy señaló:
“Toda la historia no es más que una continua transformación de la naturaleza
humana.”[17]
En sus
escritos económicos posteriores, Marx desarrolló un análisis de la relación
humana con la naturaleza como una forma de “metabolismo social.” El metabolismo
social era parte del “metabolismo universal de la naturaleza”, que se
encontraba en una relación de creciente contradicción con el desarrollo
capitalista industrial. Los nutrientes esenciales del suelo (como el nitrógeno,
el fósforo y el potasio) estaban siendo saqueados, para enviarlos a centenares
y a veces miles de millas de distancia, a los nuevos centros urbanos. “En vez
de un tratamiento racional de la tierra como una propiedad comunal permanente,”
acusó Marx, “tenemos la explotación y el despilfarro de los poderes del suelo.”[18] Ante esto, introdujo el concepto de
una “irreparable ruptura en el proceso interdependiente del metabolismo
social”, impuesta por la propia naturaleza de la acumulación bajo el
capitalismo. Esta ruptura con la “eterna condición natural” subyacente a la
existencia social humana, planteó, demandaba una “restauración” a través de la
regulación racional del metabolismo entre la humanidad y la naturaleza.[19] En el Capital, presentó
lo que quizás sea el concepto más radical de sustentabilidad ecológica hasta
ahora propuesto: “Desde el punto de vista de una formación socio-económica más
elevada, la propiedad privada de la tierra por individuos particulares parecerá
tan absurda como la propiedad privada de un hombre sobre otros hombres. Incluso
una sociedad entera, una nación, o el conjunto de todas las sociedades
existente, no son los propietarios de la tierra. Son meramente sus posesores,
sus beneficiarios, y deben legarla en un estado mejorado a las generaciones
sucesivas, como boni patres familias.”[20]
Hoy, los
ecologistas radicales tienden a agruparse en dos grandes campos. El primero
está integrado por aquellos que — a partir de una perspectiva de ecología
profunda, radicalismo verde o “ecologismo”— simplemente enfrentan el
antropcoentrismo de Bacon con filosofías ecocéntricas.[21] Esa postura retiene el dualismo
sociedad – naturaleza, pero lo asume desde el lado de la naturaleza externa, la
vida, o algún tipo de naturaleza espiritualizada. Esta perspectiva general ha
desempeñado un importante papel al interior del movimiento ecologista.
Pensadoras ecofeministas, por ejemplo, han destacado el vínculo entre el
dominio de la naturaleza y la subordinación de las mujeres (a menudo utilizando
la crítica de Bacon como punto de partida). Con todo, el carácter unilateral de
las perspectivas radical – verde o de ecología profunda estimula a menudo
posturas misantrópicas (especialmente cuando el crecimiento de la población
humana es visto como el problema principal) y anti científicas, en las que no
se comprende de manera adecuada el papel crítico de la ciencia en la
comprensión de la ecología.
El segundo
grupo reúne a aquellos que han adoptado perspectivas más dialécticas.[22] Aquí, el problema es concebido como uno
de metabolismo social (cómo interactúa la naturaleza con la sociedad
capitalista). Esta perspectiva permite trascender “la brecha en el proceso
interdependiente del metabolismo social” para crear una forma más sostenible de
desarrollo humano — inseparable de la lucha por la igualdad humana.[23] Este abordaje construye críticamente
a partir de la ciencia ecológica, con su énfasis en la interconexión de todos
los seres vivientes y la materia inerte. El conflicto emerge entre un sistema
social encaminado a la acumulación y el crecimiento incesantes, y las
condiciones duraderas de sostenibilidad ecológica e igualdad sustantiva
impuestas por la naturaleza. Es a partir de estas líneas que los científicos
críticos, los ecosocialistas, las ecofeministas socialistas, los anarquistas
socioecologisas y muchos activistas de pueblos indígenas convergen para adoptar
una postura de defensa de la tierra. Como lo planteara Federico Engels en
la Dialectics of Nature:
[…] no nos dejemos llevar del entusiasmo ante
nuestras victorias sobre la naturaleza. Después de cada una de estas victorias,
la naturaleza toma su venganza. […] Así, a cada paso, los hechos nos recuerdan
que nuestro dominio sobre la naturaleza no se parece en nada al dominio de un
conquistador sobre el pueblo conquistado, que no es el dominio de alguien
situado fuera de la naturaleza, sino que nosotros, por nuestra carne, nuestra
sangre y nuestro cerebro, pertenecemos a la naturaleza, nos encontramos en su
seno, y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a diferencia de los
demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas adecuadamente.[24]
NOTAS:
[1] Raymond
Williams,Keywords (Oxford: Oxford University Press, 1983), 219.
[2] Max Weber,Critique
of Stammler (New York: Free Press, 1977), 96.
[3] Alfred North
Whitehead,The Concept of Nature (Cambridge, UK: Cambridge
University Press, 1920).
[4] For criticisms
of the concept of natural beauty within aesthetics, see G. W. F. Hegel,The
Philosophy of Nature, vol. 1 (London: Allen and Unwin, 1970), 3; Theodor
Adorno,Aesthetic Theory(Minneapolis: University of Minnesota Press,
1997), 68–76.
[5] Roy Bhaskar,A
Realist Theory of Science (London: Verso, 1975), andThe Possibility
of Naturalism(Atlantic Highlands, NJ: Humanities Press), 1979.
[6] Keith Tester,Animals
and Society (New York: Routledge, 1991).
[7] On realism and
ecology, see David R. Keller and Frank B. Golley, “Introduction,” in Keller and
Golley, eds.,The Philosophy of Ecology (Athens, GA: Univeristy of
Georgia Press, 2000), 1–4; John Bellamy Foster, Brett Clark, and Richard
York, The Ecological Rift (New York: Monthly Review Press,
2010), 289–300.
[8] Rachel Carson,Silent
Spring (Boston: Houghton Mifflin, 1962); Barry Commoner,The Closing
Circle(New York: Knopf, 1971); William Leiss,The Domination of Nature (Boston:
Beacon, 1972); Carolyn Merchant,The Death of Nature (New York:
Harper and Row, 1980); Bill McKibben,The End of Nature (New York:
Random House, 1989); Richard E. Leakey and Roger Lewin,The Sixth Extinction (New
York: Doubleday, 1995); Naomi Klein,This Changes Everything (New
York: Simon and Schuster, 2014).
[9] E. O. Wilson,On
Human Nature (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1978), x.
[10] On the
possessive individualism of capitalist society, affecting its conception of
natural-social relations see C. B. Macpherson,The Political Theory of
Possessive Individualism (Oxford: Oxford University Press, 1962).
[11] Francis
Bacon, “The Masculine Birth of Time,” in Benjamin Farrington,The Philosophy
of Francis Bacon(Chicago: University of Chicago Press, 1964), 59–72.
[12] Francis
Bacon,The New Atlantis and the Great Instauration (London:
Wiley-Blackwell, 1991).
[13] Francis
Bacon, Novum Organum (Chicago: Open Court, 1994), 29, 43.
[14] Hegel,The
Philosophy of Nature, 421–23.
[15] Karl Marx, Grundrisse (London:
Penguin, 1973), 409–10.
[16] Marx,
“Concerning Feuerbach,” inEarly Writings (London: Penguin, 1974),
421–23.
[17] Marx, The
Poverty of Philosophy (New York: International Publishers, 1963), 147.
[18] Marx, Capital,
vol. 3 (London: Penguin, 1981), 949.
[19] Marx, Capital,
vol. 1 (London: Penguin, 1976), 637–38;Capital, vol. 3, 959.
[20] Marx, Capital,
vol. 3, 911.
[21]
Representative works include Andrew Dobson,Green Political Thought (New
York: Routledge, 1995); Robyn Eckersley,Environmentalism and Political
Theory (Albany: State University of New York Press, 1992); Mark J.
Smith,Ecologism (Minneapolis: University of Minneapolis Press,
1998); Bill Devall and George Sessions,Deep Ecology (Layton, UT:
Gibbs Smith, 1985).
[22] See, for
example, Murray Bookchin,The Philosophy of Social Ecology (Montreal:
Black Rose, 1995); Paul Burkett,Marx and Nature (Chicago:
Haymarket, 2014); Stefano Longo, Rebecca Clausen, and Brett Clark,The
Tragedy of the Commodity (New York: Routledge, 2015); Ariel Salleh,
“Introduction,” in Salleh, ed.,Eco-Sufficiency and Global Justice (London:
Pluto Press, 2009), 1–40; Naomi Klein,This Changes Everything.
[23] Marx, Capital,
vol. 3, 949.
[24] Frederick
Engels, Dialectics of Nature (Moscow: Progress Publishers, 1934),
180.
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