Los constantes cambios
políticos en el escenario global, obligan a modificaciones tácticas en el
terreno de las alianzas, muchas veces difíciles de comprender para aquellos que
analizamos los sucesos desde la distancia.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
El 7 de octubre pasado
se cumplieron quince años de la invasión de Estados Unidos a Afganistán y más
recientemente, el 20 de octubre, cinco del asesinato de Muamar Gadafi. Estas
fechas han marcado la pauta de acontecimientos básicos para el análisis de la
situación internacional del presente siglo y, de alguna manera han señalado el
derrotero de la confrontación global para determinar un tipo de hegemonía y una
estructura para el sistema internacional.
Sin embargo, no ha sido
ni en Afganistán ni en Libia donde se han establecido los cánones del
comportamiento de las potencias en torno a hacer efectiva la visión que cada
una tiene respecto de la forma de imponer sus criterios en el tablero global.
Es verdad que el ajedrez de las potencias se está jugando en todo el Medio
Oriente, pero particularmente en Siria.
En este país, contra
todo pronóstico, el presidente Bashar el Assad ha resistido la agresión
terrorista que ha contado con el apoyo de las potencias occidentales y las
monarquías conservadoras árabes. En todos estos años de guerra, el gobierno
sirio nunca ha perdido el control sobre la capital Damasco, así como del 60 %
de la ciudad de Alepo y de la mayoría del territorio nacional.
No obstante, la
dinámica de los acontecimientos no permite mirarlos en “blanco y negro”. Los
constantes cambios políticos en el escenario global, obligan a modificaciones
tácticas en el terreno de las alianzas, muchas veces difíciles de comprender
para aquellos que analizamos los sucesos desde la distancia.
En ese contexto, el
abrupto cambio de posición de Turquía después del golpe de Estado, promovido
por Estados Unidos y la Unión Europea y su apoyo al clérigo fundamentalista y
multi millonario Fethullaj Güllen, quien tenía contactos con los militares
golpistas, produjo una transformación radical del sistema de alianzas en la
región. A pesar de la estrecha relación del presidente turco Recep Tayyip
Erdogan con Estados Unidos, las contradicciones surgidas a partir del manejo
turco respecto de los migrantes provenientes del Medio Oriente, y lo que se
consideraba un chantaje de parte de Turquía comenzaron a abrir una brecha en esos
vínculos.
Esta nueva situación,
permitió la aprobación de un pacto mediante el cual Rusia e Irán, con la
“comprensión” del gobierno sirio, aceptan el ingreso de las tropas turcas en el
norte de Siria. En el fondo, aunque los kurdos son aliados del gobierno sirio,
éste, indirectamente ha aceptado que Turquía los haya colocado junto al EI como
enemigos de igual dimensión, dada la alianza de ambos con Estados Unidos, lo
cual ha marcado un cambio profundo de las operaciones militares en el terreno.
Aunque resulte difícil de entender, en la mirada de la coalición
Rusia-Irán-Siria, el establecimiento de la autonomía kurda, resulta muy
peligrosa, dada su asociación con Estados Unidos que pretende utilizarla para
justificar su presencia militar en Siria.
Esta situación da
cuenta de la complejidad de las circunstancias que rodean el escenario de este
conflicto. Finalmente, Estados Unidos y Turquía son aliados en la OTAN.
Precisamente, éste es el eje que Rusia pretende quebrar, dado el papel
trascendente que desempeña Turquía en todos los tableros que se están jugando
en la región. A cambio, y eso es lo que señala la transformación más importante
de los hechos, Turquía se ha comprometido a combatir al EI en los alrededores
de Alepo y permitir al ejército sirio el bloqueo de los terroristas en la
ciudad, toda vez que la toma de esta urbe, la segunda en importancia del país,
significa el objetivo estratégico más importante para el gobierno sirio en todo
el desarrollo de la contienda durante estos últimos cinco años. Por supuesto,
tras estas acciones, está la decisión turca de reconfigurar el imperio otomano,
objetivo supremo de la Hermandad Musulmana, (agrupación fundamentalista de la
cual forma parte el Presidente Erdogan) recurriendo para ello al uso de
cualquier instrumento, incluyendo el asesinato masivo de los que se niegan a
aceptar tal designio.
La batalla por Alepo se
encuentra en una fase decisiva, tanto si se concreta el cese del fuego
anunciado por Rusia y Siria con aprobación del enviado de la ONU, lo cual permitiría
la salida de los terroristas a través de la vía de escape establecida, caso
contrario la ciudad será igualmente liberada en pocos días.
En un acto de
desesperación con el objetivo de preservar a las fuerzas terroristas, Estados
Unidos y Europa han llegado incluso a hacer fracasar su acuerdo de cooperación
con Rusia y a bloquear un acuerdo en el Consejo de Seguridad para hacer un alto
al fuego y suspender los bombardeos aéreos, que dieran posibilidades de
abandono a los terroristas de la asediada ciudad. Estados Unidos sabe que la salida de los
terroristas de Alepo, significaría una victoria de enorme trascendencia
militar, política y moral para el gobierno sirio y sus aliados
En paralelo, el primer
ministro iraquí Haider al-Abadi anunció el inicio de las operaciones para
liberar Mosul considerado el principal y último bastión del EI en Irak. En el
momento de escribir estas líneas el mandatario anunció que las acciones bélicas
se están desarrollando a un ritmo superior al esperado. Si los combates por Alepo
en Siria y los de Mosul en Irak obtienen buenos resultados y se logra la
liberación de ambas ciudades, el EI, habrá recibido dos heridas mortales que
producirán una nueva reconfiguración del escenario político en la región.
Preparándose para ello,
Estados Unidos bombardeó una agrupación de fuerzas del ejército sirio,
produciendo la muerte de 65 soldados. Como es ya habitual en su política, las
fuerzas armadas de ese país informaron que había sido un error y pidieron
disculpas. Es la forma moderna que tiene Occidente de realizar acciones sin
asumir responsabilidades, tras ello hay claros objetivos políticos. En este
caso, era debilitar las defensas sirias de la ciudad de Deir Ez Zoz, controlada
por el ejército nacional, a fin de provocar la ocupación de la misma por los
terroristas y crear un eje de las fuerzas de la mal llamada “oposición
moderada” en las provincias sirias de Deir Ez Zoz (fronteriza con Irak) y
Raqqa, con el objetivo de garantizar la huída de las fuerzas terroristas
asediadas en Mosul, hacia Siria con el objetivo de producir su reagrupamiento
en la perspectiva de su fortalecimiento militar para resistir los embates del
ejército sirio apoyados por Rusia e Irán.
En este sentido, el
canciller ruso Serguei Lavrov advirtió que su país tomaría medidas militares
adicionales si se incrementa la entrada de terroristas de Irak a Siria con el
visto bueno de Occidente. Detrás de ello, está la intención estadounidense de
concentrar fuerzas terroristas con el propósito de buscar dar legalidad a una futura
intervención militar en Siria bajo el argumento de hacer un mayor esfuerzo para
detener al Estado Islámico.
Por otra parte, el
incremento de la presencia de fuerzas terroristas en Siria prolongaría un total
aniquilamiento, previsible tras su derrota en Alepo y daría tiempo a las nuevas
autoridades estadounidenses, surgidas de la próxima elección del 8 de
noviembre, para mantener o profundizar las directrices tomadas por la
Administración Obama. En este ámbito, se inscriben las últimas amenazas de Estados
Unidos a Rusia, tratando de ganar tiempo en la gran batalla que se está
librando en Alepo, donde las fuerzas aliadas a Estados Unidos y Occidente están
sufriendo una severa derrota.
En general, las
acciones emprendidas por Estados Unidos desde octubre de 2001, y en particular,
la invasión a Irak en marzo de 2003 que produjo el derrocamiento de Saddam
Hussein y el subsecuente caos en ese
país, no ha producido para Occidente los resultados esperados. Por una parte, Irak
es gobernado por un partido de la mayoría chií, aliada de Irán, mientras que
las fuerzas militares de Al Hashd al Shaab (Comités Populares en su mayoría
chiíes), con una clara posición anti estadounidense han cobrado creciente
presencia e influencia en el país. Por otra parte, el propio influjo de Irán de
manera directa o a través de sus aliados ha crecido hasta colocarse en un nivel
superlativo, sobre todo en el área militar y la de seguridad.
Todo esto ha ido
configurando una situación poco alentadora para los objetivos estadounidense en
la zona, por el contrario, Irán se ha ido consolidando como una potencia
regional que no puede ser descartada de ningún arreglo político. A su vez, la
presencia de Rusia ha servido como elemento de equilibrio a fin de evitar una
imposición hegemónica a favor de los intereses occidentales. (Continuará)
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