¿Qué hacer, ante el triunfo de la doctrina de la
violencia institucionalizada uribista? El problema es complejo y delicado.
Fundamentalmente, por el hecho de que hoy no solo han sido rechazado los
acuerdos de paz, sino que el uribismo ha provocado una fuerte derrotada
política a su excolaborador, el presidente José Manuel Santos.
Juan
Carlos Gómez Leyton / Especial para Con Nuestra América
Desde Santiago de Chile
Los resultados registrados en el plebiscito
colombiano para ratificar los acuerdos de la Paz establecidos entre la
guerrilla de la FARC-EP y el gobierno del presidente Santos, generaron sorpresa
e incredulidad, pero, por, sobre todo, incertidumbre. Un 50.22% de las y los
ciudadanos colombianos rechazaron los acuerdos, y votaron, por la opción NO.
Qué razones y motivaciones tuvieron para hacerlo: fundamentalmente, el rechazo a la incorporación de la FARC-EP, la guerrilla
política, como un actor político, también los acuerdos referidos a la justicia
transaccional, entre otras. La oposición al proceso de Paz y de los acuerdos,
ha sido un movimiento social y político muy bien organizado y articulado por el
expresidente Álvaro Uribe y su partido Centro Democrático, con una gran
capacidad comunicacional y con un discurso radical y extremo en la defensa de
las víctimas del conflicto, especialmente, de aquellas que sufrieron la
violencia política guerrilla, del narcotráfico, etcétera. Logró movilizar a
vastos sectores de la sociedad colombiana en contra del proceso de Paz. Y triunfó en ese objetivo: provocarle una derrota política. Y lo hizo con las
armas de la democracia electoral: a través de un lápiz y papel. De esa forma, una vez más en la historia, el autoritarismo triunfa electoralmente.
Lo ocurrido en Colombia, tal vez, no constituya una
sorpresa para quienes conocemos las tendencias profundas que transitan por la
historia de las sociedades latinoamericanas. En muchas ocasiones los
autoritarios y antidemocráticos han logrado triunfos electorales que han
frenado los procesos de democratización en las sociedades latinoamericanas. Por
ejemplo, el 44% de votos que obtuvo el dictador Pinochet, en el plebiscito de
1988, porcentaje electoral que limitó hasta el día de hoy la efectiva
democratización chilena. Los autoritarios latinoamericanos se organizan para
ganar elecciones y, por lo general, las ganan, o las pierden ganando. La lista
es larga.
Tengo la impresión que lo ocurrido el domingo 2 de
octubre 2016 en Colombia, es un nuevo episodio del viejo y largo conflicto
político latinoamericano entre las tendencias autoritarias y las tendencias
democráticas. En efecto, bajo el contexto de un acto plebiscitario electoral
ciudadano y democrático, dicho conflicto histórico-estructural latinoamericano
se expresó ampliamente. Como he expuesto en otros lugares, este conflicto
domina la política latinoamericana desde el siglo XIX hasta el día de hoy. En
la larga duración el conflicto siempre ha favorecido a las tendencias
autoritarias, que expresa en dictaduras militares y civiles, regímenes
autoritarios, movimientos antidemocráticos, y otras expresiones políticas,
sociales y culturales de larga data. Las tendencias autoritarias son
heterogéneas y socialmente diversas. Sin embargo, ha sido una tendencia
predominante en las elites de poder latinoamericanas. Las elites de poder
colombianas han sido tradicionalmente autoritarias y, por ende,
antidemocráticas. Una de esas expresiones es la que representa la doctrina de
la Seguridad Democrática elaborada e implementada en Colombia por el presidente
Álvaro Uribe.
La democracia política, la social, la económica y
la cultural en Colombia, como en muchos países latinoamericanos, ha sido
históricamente una rareza y un régimen político excepcional. La mayoría de las
instituciones políticas colombianas han sido siempre un híbrido, una
combinación de formas autoritarias y democráticas/electorales. Colombia ha
tenido formas democráticas superficiales, escasamente profundas y difundidas
por su geografía. El espacio rural, agrario, lugar en donde la opción por el
“No” ha obtenido altos porcentajes, ha sido dominado por el autoritarismo
social y político cuyas expresiones concretas ha sido la figura del
terrateniente. Las y los campesinos sometidos a estructuras de dominación
jerárquicas y violentas de los señores de la tierra: los hacendados, de los
"patrones del mal", de los jefes paramilitares y, también, de muchos
jefes guerrilleros. Esas formas de organización social y política nunca han
sido portadoras de cultura política autoritaria. Por eso la cultura democrática
escasea o posee niveles muy bajos.
El plebiscito por la Paz, encerraba ese conflicto.
Para desgracia de los partidarios de la paz y la democracia perdieron, los
autoritarios ganaron. Se impusieron por un pequeño margen, pero ganaron. Los
partidarios de la Paz perdieron y los partidarios de la guerra, de la
violencia, del despotismo y del autoritarismo: triunfaron. La cultura política
autoritaria de millones de colombianos y colombianas se impuso sobre la
democrática.
La Paz está herida. Hay que defenderla con convicciones
políticas democráticas y por todos los medios posibles. Ante la nueva coyuntura
histórica que se abre, tengo mis serias dudas que la guerra haya llegado a su
fin en Colombia. El triunfo del No, es el triunfo de la doctrina de la
Seguridad Democrática construida y sostenida por el Presidente Uribe y con el
apoyo de los Estados Unidos de Norteamérica, todos sabemos que significo
aquello para la sociedad colombiana y, especialmente, para las fuerzas
políticas insurgentes. No olvidemos los “falsos positivos”, los miles de
muertos, la militarización de la sociedad colombiana, el terror y la violencia
política estatal, la constante violación de los Derechos Humanos. El 50.22% de
las y los colombianos votaron y apoyaron esta doctrina. Eligieron la continuidad
de la guerra.
¿Qué hacer, ante el triunfo de la doctrina de la
violencia institucionalizada uribista? El problema es complejo y delicado.
Fundamentalmente, por el hecho de que hoy no solo han sido rechazado los
acuerdos de paz, sino que el uribismo ha provocado una fuerte derrotada
política a su excolaborador, el presidente José Manuel Santos. En efecto,
Santos es el gran derrotado. Pero, también han sido derrotado los enemigos
directos del uribismo que es, esencialmente, la FARC-EP. Lo que debe quedar meridianamente
claro que Uribe y el Centro Democrático no descansaran hasta provocar la
derrota total y completa de ella. Ese es el objetivo estratégico primordial y
central de su política. Por lo tanto, como ya la han expresado los partidarios
del NO, evitarán por todas las formas institucionales políticas, - ahora
cuentan con un sustancial apoyo ciudadano- para que la FARC-EP pueda
transformarse en un actor político estratégico.
El triunfo del autoritarismo, aparentemente, ha
suspendido el proceso de Paz en Colombia, una pregunta queda en el aire:
¿volverá la guerra? O, tal vez, esta nunca fue erradicada de la realidad
histórica y política de la sociedad colombiana.
Santiago
centro, 2 de octubre 2016
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