Entrevista a
Marco Antonio Garavito, de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, con motivo
de la inauguración de la Exposición fotográfica “Niñez desaparecida por el
conflicto armado interno en Guatemala”.
Desde Ciudad de Guatemala
La Salud
Mental, a partir de ancestrales prejuicios que nos siguen dominando, es
asociada a una visión psiquiátrica, siempre de la mano de la mal definida y
atemorizante “locura”. Pero es hora de romper esos mitos, esos tabúes estigmatizantes.
La Salud Mental debemos entenderla como la capacidad de movernos
productivamente en nuestro medio, encontrando los espacios de goce en el mismo,
sin dañar a terceros ni a nosotros mismos. Ello abre interminables debates, que
no intentaremos desarrollar aquí, pero que no podemos menos que decir que
constituyen una agenda pendiente: la idea de “loco”, “manicomio”,
“peligrosidad” y “exclusión” rondan todo esto. A propósito del Día Mundial que la celebra
(el 10 de octubre) parece oportuno presentar una visión alternativa: la Salud
Mental no tiene que ver con la falta de delirio o alucinación ni con principios
moralistas normativizantes, sino con construcciones histórico-sociales, por
tanto: cambiantes. Ella está en la comunidad: romper el silencio, hablar de los
problemas y buscar soluciones colectivamente consensuadas es un camino para
planteárnosla, alejándonos de la estigmatización del “enfermo mental”, del
“loco”.
Las recientes
guerras internas que vivió buena parte de Latinoamérica (expresión de la nunca
desaparecida lucha de clases, aunque de ella hoy día no se hable) tuvieron como
una arista de capital importancia el ataque psicológico a las poblaciones. La desaparición forzada (http://www.narrativayensayoguatemaltecos.com/ensayos/ensayos-sociales/juzgar-y-castigar-los-crimenes-de-guerra-desapariciones-forzadas-e-impunidad-marcelo-colussi) de personas
fue un mecanismo del horror que las definió en muy buena medida. Reparar las
heridas que ello trajo aparejado es una fenomenal tarea que abona a la Salud
Mental.
Guatemala,
lamentablemente, tiene el mayor porcentaje de desapariciones forzadas en toda
Latinoamérica (casi el 50% del total: 45,000 personas); muchas de ellas
estuvieron dadas por niñas y niños, que corrieron suertes diversas: fueron
dados en adopción, vendidos, llevados al extranjero, etc. Años después de
producidos esos hechos, algunas organizaciones no gubernamentales se dieron al
trabajo de fomentar los reencuentros entre esa niñez desaparecida y sus
familias de origen. Ello, sin dudas, constituye un enorme elemento en favor de
la Salud Mental.
La Liga Guatemalteca de
Higiene Mental es una de estas organizaciones. De hecho, tiene
un programa específico, llamado “Todos por el reencuentro”, que a la fecha ha
producido ya 437 reencuentros. Para adentrarnos más en el tema y ver cómo esas
acciones son parte fundamental de una estrategia de Salud Mental, le damos la
palabra a su director, el Psicólogo Marco Antonio Garavito.
______________
Pregunta:
¿Por qué la búsqueda de la niñez desaparecida en el conflicto armado interno
puede ser parte de una estrategia de Salud Mental?
Marco Garavito:
Desde
que la institución nació, hace ya 64 años, su tema central fue siempre la Salud
Mental. El tema que aquí nos ocupa, la desaparición forzada de personas, y para
el caso: niñas y niños, es algo que toca directamente el campo de la Salud
Mental, de la subjetividad, del dolor psicológico que ese hecho provoca. Como
institución entramos al tema no solo porque esto tenga un lado político ni
porque seamos específicamente una organización de derechos humanos -aunque todo
eso está implícito- sino porque es algo que tiene que ver directamente con la
Salud Mental. Nos interesa el tema porque entendemos que aquí hay una gran
posibilidad para trabajar incidiendo en la reparación psicosocial de muchas
familias que han perdido a sus hijos. La posibilidad de estos reencuentros,
tanto para las familias como para los niños y niñas desaparecidos en su
momento, ahora ya adultos, es una interesante vía de reparación psicológica
para población que ha sufrido mucho durante años. Desde que comenzamos a
trabajar en este campo sabíamos que no todas las familias iban a reencontrar a
sus niños perdidos, pero el hecho de iniciar esas búsquedas constituye un
poderoso mecanismo de reparación, que contribuye a su Salud Mental.
En la forma en
que planteamos todo el proceso, entendemos que hacemos un aporte al campo de la
Salud Mental, porque no se trata solo de denunciar el hecho de la desaparición
-cosa que, por supuesto, también hemos hecho-. Lo importante a remarcar aquí,
desde la Psicología, es que hemos desarrollado un modelo integral de
intervención. Y eso es lo que queremos evidenciar ahora a través de esta
exposición fotográfica, próxima a inaugurarse: “Niñez desaparecida por el conflicto armado interno en Guatemala”.
A través de
todas nuestras intervenciones hemos podido ver que lo que más daña la Salud
Mental de las familias donde se produjeron las desapariciones de niñas y niños
es el silencio que han mantenido por años. Ese era el efecto buscado con la
estrategia: a través de la desaparición se anula psicosocialmente a una
persona, a una familia, o a toda una comunidad. La angustia por el desaparecido
neutraliza, quita el control de la propia vida. Los familiares del desaparecido
se anulan, se aíslan, son estigmatizados. Por eso, a través de las búsquedas, y
eventualmente a través de los reencuentros que se puedan dar, la población
dañada encuentra una forma de reparación. En otros términos: recupera el
control de su vida. Y eso es una importantísima contribución a su Salud Mental.
Por eso nuestro trabajo busca darles protagonismo a las familias, a los
sujetos, para que sean activos, recuperando así su salud psicológica dañada.
Después de la búsqueda emprendida, cada familia verá si enjuicia, denuncia, qué
hace con esa recuperación de su protagonismo activo. Con todo nuestro modelo de
intervención buscamos que el sufrimiento de cada quien deje de ser un dolor
individual, en soledad; de ahí que se promueve socializar eso en asambleas, en
grupos con otros familiares, socializando el proceso que llevan, apareciendo su
caso en una radio comunitaria. Ese proceso de hacer público y compartir el
sufrimiento vemos que es un gran mecanismo reparador.
Pregunta:
¿Por qué ahora una exposición fotográfica sobre la niñez desaparecida en los
años de la guerra como parte de una estrategia militar? ¿De qué manera eso es
un aporte a la Salud Mental?
Marco Garavito:
Poder
salir del silencio, de la soledad, compartir toda esa carga de dolor con otro,
en un pequeño grupo, compartir ese sufrimiento y la lucha que se está llevando
a cabo para repararlo, ya sea con toda la aldea donde se dio la desaparición, o
haciéndolo público en un programa de una radio local, o compartirlo, en
definitiva, con toda la sociedad -a través de medios masivos como la televisión,
por ejemplo-, o a través de una exposición fotográfica, es un mecanismo que
repara enormemente, que sirve para procesar el dolor psicológico acumulado.
Esta exposición que ahora presentamos, recopilando información de los 17 años
en que venimos desarrollando el programa de búsqueda, cumple ese propósito
reparador. Lo que la exposición busca no es presentar una queja, digámoslo así:
victimosa, de eterna víctima dolida, pasiva, donde se hace una sensacionalista
muestra de la tragedia sufrida. Por el contrario, lo que se intenta hacer
público es un esfuerzo muy activo de búsqueda y lucha de los familiares. Esto
es un enorme aporte a la Salud Mental, pues dignifica a las familias que ya
reencontraron a sus niñas/niños perdidos, que ya suman 437, al mismo tiempo que
da ánimos y alienta a quienes siguen buscando. Eso es muy importante porque
rompe el silencio, que es lo que ha venido dominando estos años, durante la
guerra y terminada la misma. Hacer público este esfuerzo rompe esa lógica.
La exposición
se va a inaugurar en estos días en la ciudad de Guatemala, pero no está
diseñada básicamente para ser una tradicional muestra urbana, sino que se
llevará al interior del país, que es donde se dieron las desapariciones de
niñas y niños, y donde están las familias que han promovido la búsqueda y que
dan razón de ser a nuestro programa de trabajo. Está pensado que sean los
mismos familiares quienes atiendan la exposición, que expliquen, que den cuenta
del trabajo realizado que se recoge en esas fotografías. Ellos son los
verdaderos protagonistas de todo el esfuerzo. Eso ayuda a devolverles su salud
mental, sintiéndose parte del proceso, dueños de su vida, recuperándose después
del golpe sufrido con la desaparición. Es una forma de mantener la memoria
viva, desde los propios actores.
Mantenerse
activos, volver a tener la iniciativa, sentirse partes de este proceso, es muy
importante para la gente. Por eso están compenetrados con el programa de
búsqueda, y hace 17 años que el esfuerzo se mantiene y se solidifica. La población
tiene derecho a hablar y decir lo que pasó, y este espacio se los posibilita.
Poder mostrarlo a través de una exposición fotográfica les permite más aún ese
proceso.
Al principio,
cuando iniciamos el programa años atrás, había mucho temor y la gente casi no
se atrevía a hablar. Pero paulatinamente los familiares lo fueron perdiendo, y
después de dos años de programa ya hicimos una primera aparición pública,
cuando los familiares ya sintieron que tenían el ánimo y la fuerza. Hoy día,
bastantes años después, eso es común: la gente ha ido perdiendo el miedo y se
siente con total derecho a hablar, a contar su historia. La exposición es una
oportunidad para mostrar sanamente, saliendo del papel de víctimas eternas,
toda su lucha y sus logros.
Pregunta:
Romper el silencio es un camino para lograr la Salud Mental en las poblaciones.
Esto es importantísimo, y se está haciendo en muchos lugares donde las guerras
internas provocaron sufrimiento y miedo. En Guatemala, preciso es decirlo, se
pudieron reencontrar niñas y niños desaparecidos en la guerra como en ninguna
otra parte del mundo: 437 casos alcanzados por la Liga de Higiene Mental, más
otros -muchos menos- llevados adelante por otras organizaciones no
gubernamentales. De todos modos, el Estado no encara esto como parte de una
política pública de reparación, de Salud Mental. ¿Por qué?
Marco Garavito:
Ante
todo creo que, como institución, debemos sentirnos muy contentos de todo el
esfuerzo realizado. No queremos compararnos con nadie, pero no podemos dejar de
tomar ciertos parámetros, y ver lo que están haciendo en otras latitudes con el
caso de la niñez desaparecida durante las guerras. Y es real que el caso de
Guatemala, y en particular nuestro trabajo, es el que cuantitativamente ha
reportado la mayor cantidad de reencuentros. Como decíamos: ya van 437.
Lamentablemente, por muchas razones, esto no es valorado en el país. Más aún: a
veces somos bastante invisibilizados. A veces, creo, se da eso porque nuestro
discurso es bastante moderado, porque no somos especialmente cuestionadores.
Por eso, en el marco de las organizaciones de derechos humanos que levantan
mucho más la voz con la denuncia, no somos quizá tan reconocidos, no recibimos
muestras de solidaridad. De ahí que no recibimos tanta prensa, como sí, por
ejemplo, las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina. Cuando Estela de Carlotto,
su presidenta, encontró su nieto -y ese era el reencuentro ciento y tanto que
realizaba la organización- recibió muestras de cariño y solidaridad de todo el
mundo, incluida Guatemala. Pero a nosotros nunca nos felicitan aquí, nunca
recibimos una congratulación. ¿Por qué sucede esto? Porque allí se juegan
imágenes políticas: las Abuelas de Plaza de Mayo ofrecen vinculaciones
políticas, son una organización con un perfil internacional. La Liga
Guatemalteca de Higiene Mental, sin dudas no. Pero queremos recalcar que
nuestro objetivo básico, el fundamental, es la atención de las víctimas. Son
ellas quienes realmente necesitan el acompañamiento, el apoyo en sus momentos
críticos, ante la angustia que significa seguir penando después de años. Eso
puede olvidarse circunstancialmente, quizá en aras de un trabajo político, pero
el centro específico del trabajo está en fomentar los reencuentros, porque ese
es el sentido de nuestro esfuerzo, en tanto trabajadores de Salud Mental. Lo
quiero resaltar, porque muchas veces sentimos que no se valora, no se aprecia
todo lo que hacemos dentro del país, en tanto muchas veces nos llegan
reconocimientos desde fuera. Por ejemplo: la Federación Asiática, que nuclea 11
países del Asia que también tienen el problema de desapariciones forzadas, nos
aprecia mucho, y de hecho nos han invitado a Indonesia, a Timor, a Filipinas, a
Corea, a conversar y compartir sobre el tema.
Hay que
entender que no es fácil reencontrar un desaparecido 30 años después. Eso es un
trabajo arduo, muy complejo. Y el Estado no tiene ningún interés en hacerlo.
Según la Recomendación N° 34 de los Acuerdos de Paz, el Estado debe formar una
Comisión de Búsqueda de Niñez Desaparecida. Pero como desde el año 1999 algunas
instituciones no gubernamentales nos dedicamos a esa tarea, el Estado se
desligó completamente. Pero además es evidente que no hay ninguna voluntad
política de impulsar esas búsquedas. Muchas veces la gente que ocupó cargos de
gobierno de alguna manera vinculada a este tema en estos últimos gobiernos,
tiene que ver directamente con las desapariciones. Por eso no se hace nada al
respecto, se deja morir el asunto. Creo que si no se hizo nada hasta ahora, en
este momento, a 20 años de firmada la paz, me parece ya imposible que el Estado
entre realmente al tema. Para muestra, veamos lo que ha sucedido con las
condenas que recibió el Estado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
de la OEA: ahí, pese a una sentencia, jamás cumplió con lo que se le exigía. Y
todo indica que cada vez más el ámbito de niñez desaparecida va saliendo de
agenda. Justamente por eso, porque la coyuntura va llevando hacia otras cosas,
se hace cada vez más difícil encontrar recursos de la cooperación internacional
para trabajar todo esto, visto que el Estado se desentiende por completo.
Pregunta:
¿Queda mucho por hacer en esa búsqueda? ¿Cuánto se encontró y cuánto falta?
Marco Garavito:
Falta
muchísimo. En realidad apenas si hemos encontrado un tercio de todos los niños
y niñas desaparecidos, de acuerdo a las denuncias de que se dispone. En nuestra
base de datos tenemos alrededor de 1.300 casos, y de eso encontramos 437, es
decir: más o menos una tercera parte, por lo que queda mucho por hacer,
naturalmente. Ahora ya no documentamos casos nuevos, sino que nos dedicamos a
buscar a los que ya tenemos, a no ser que aparezca un pedido explícito de algún
nuevo caso. En estos momentos estamos teniendo entre 20 y 25 reencuentros
anuales. En otros tiempos podíamos hacer más, porque disponíamos de más
recursos. Eso está mermando ahora, y la tendencia es que siga mermando, porque
la cooperación internacional tiene otras prioridades en la actualidad.
Pregunta:
Dicho claramente para alguien que nunca conoció del tema: ¿en qué medida el
reencuentro con un niño o niña desaparecida 30 años atrás por motivo de la
guerra interna puede ser una contribución a la Salud Mental?
Marco Garavito:
Como
decíamos anteriormente: el hecho que una familia se movilice, rompa el silencio
y el miedo y se ponga a buscar a su familiar desaparecido, independientemente
que lo encuentre o no, eso ya constituye un avance en su subjetividad. Es un
reforzamiento a su Salud Mental, porque le devuelve protagonismo, se comienza a
sentir actor de su vida y sale de la pasividad, de la resignación.
En la búsqueda
de los niños y niñas desaparecidos hay tres actores: por un lado, la familia
que busca a su niño desaparecido. O, caso que se da menos, el joven que sabe
que es adoptado y quiere buscar a su familia de origen. Esto lo vemos
fundamentalmente con los niños desaparecidos que fueron adoptados en Europa.
Por otro lado, tenemos al niño desaparecido, que ahora ya es un adulto, pues
han transcurrido no menos de 30 años. Y por otro lado, tenemos la familia
adoptiva. Son tres actores implicados, y cada caso tiene sus particularidades
propias. A tal punto que a veces, por diferentes motivos, no conviene hacer el
reencuentro después de todo ese tiempo. Y eso hay que decírselo a la familia que
está buscando. A veces, cuando un niño/joven está muy bien ubicado con la
familia adoptiva, no es sano desarmar eso para hacerlo volver con su familia de
origen. Pensando en la Salud Mental, hay que ver cada caso en particular y
trabajar con los tres actores implicados. No hay dudas que los reencuentros
movilizan mucho a nivel subjetivo, se reviven dolores, o se sanan esos dolores.
Fundamentalmente, sirven para terminar con la incertidumbre, pues dan una
respuesta concreta a la familia que está buscando, que sigue angustiada después
de años por no saber del paradero del niño desaparecido. Luego hay que
considerar qué pasa después del reencuentro, pues el ser que se reencuentra
después de décadas ya no es el niño que se perdió: ahora ya es un adulto con
una vida hecha, muchas veces con hijos. Hay varios elementos para analizar:
también los nietos se reencuentran con los abuelos. Es todo un proceso
complejo. Tenemos un documental que hizo
Guatevisión (http://www.guatevision.com/playeryt.php?dedonde=yt_api3_afondogtv.php&plid=PLBT-8LEzyRmDv8gDppJ4vUd5LEG5f08bk) donde se
puede ver esto con claridad: el reencuentro es un hecho puntual, muy emotivo,
pero lo más difícil es lo que sigue después, el proceso de reintegración. Ese
es el verdadero reto de todo el proceso.
Pregunta:
Hablabas de tres actores implicados, pero ¿no es la comunidad en su conjunto
también, la sociedad guatemalteca en su conjunto, un beneficiario de estos
esfuerzos? ¿No podría pensarse que esto también contribuye a un clima de
reparación de las heridas de la guerra, en definitiva útil para todo el mundo,
incluso aquellos que no vivieron directamente la guerra? ¿No podríamos entender
que hay también un aporte a la Salud Mental colectiva?
Marco Garavito:
Sí,
por supuesto. Lo que mencioné son los actores directos, pero muchas veces es la
comunidad, la aldea donde pertenece la familia que realiza la búsqueda, la que
apoya el reencuentro, y de hecho participa en su totalidad. A veces los
procesos de búsqueda y reencuentro son algo muy íntimo, pero otras veces no:
son procesos enteramente colectivos, de toda una comunidad que sufre el caso.
Por eso mismo el programa lleva por nombre “Todos por el reencuentro”, porque
el problema no es algo solamente de la familia: es un problema de todos,
social. Es un problema nacional, del Estado, de los medios de comunicación, de
la historia del país. Ponerle ese nombre al programa es una forma de decir que
esto es algo que nos toca a todos como sociedad. Por eso un evento como la
exposición fotográfica que ahora vamos a presentar es una forma de hacer
público este tema, para que no quede en el silencio, para que todos lo puedan
sentir como algo que también les toca. Mucha gente no sabe nada de esto porque
hay toda una política malintencionada que silencia la historia, que desinforma,
que oculta.
En ese sentido,
la Salud Mental no es solo una cuestión de las familias afectadas, sino que es
un problema que atraviesa toda la sociedad. Y el Estado por supuesto que
debería estar presente. Y aunque no tenga toda una estrategia al respecto por
medio de una política pública definida, al menos podría hacer apoyos puntuales
en el asunto, como por ejemplo apoyar esta exposición fotográfica. Pero
siempre, y esto es fundamental, dándole protagonismo a la población, dejando
que ella sea el verdadero actor. Lo que la exposición busca, por medio de estas
30 fotos a todo color de 50 cm. x 50 cm. en que consiste, es mostrar una verdad
poco conocida para que, por medio de su presentación, ello pueda servir como
elemento reparador, de verdadera Salud Mental de la población.
https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33
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