Para que el sufragio,
ese noble instrumento político que permite en algún momento, por ejemplo,
septiembre de 1970, a los subalternos desplazar del poder político (gobierno) a
los representantes de la clase dominante, recupere su capacidad subversiva,
debe dejar usarse para favorecer a la clase política corrompida por el
neoliberalismo. Por eso, no hay que votar.
Juan Carlos Gómez Leyton / Especial para Con Nuestra
América
Desde Santiago de Chile
En 1988 tomamos la
decisión política en el PARTIDO SOCIALISTA SALVADOR ALLENDE de NO participar en
el Plebiscito sucesorio convocado por la dictadura, pues ello conducía a
institucionalizar el régimen político establecido en la Constitución Política
de 1980: la "democracia protegida". NO nos equivocamos, a pesar que
muchos socialistas, entre ellos algunos allendistas, seducidos y cooptados por
la democracia protegida, han contribuido desde el poder gubernamental a
reproducir y esparcir el virus neoliberal por toda la sociedad. Hoy 28 años más
tarde, ese régimen se pudre, carcomido por la corrupción política y la
obsolescencia de una clase política al servicio del poder del capital
neoliberal. La decadencia de la democracia protegida es total y completa, una expresión de ello es el affaire de padrón electoral. La comedia de equivocaciones y errores compete y compromete a todos los actores políticos vinculados al poder local, regional y nacional.
La coyuntura política
actual nos ofrece la oportunidad para hacer estallar el régimen político
decadente: ¿cómo? simple, no votando en las próximas elecciones municipales.
Para que el sufragio
ese noble instrumento político que permite en algún momento de la historia
política, por ejemplo, septiembre de 1970, a los subalternos desplazar del
poder político (gobierno) a los representantes de la clase dominante, recupere
su capacidad subversiva, debe dejar de usarse para favorecer a la clase
política corrompida por el neoliberalismo. Por eso, no hay que votar. La
abstención, la no participación ciudadana, debe ser un NO gigante y poderoso en
contra del actual régimen político y su corrupto gobierno.
Pensemos que al votar
en 1988 la ciudadanía legitimó la institucionalidad política autoritaria,
antidemocrática, antipopular y, sobre todo, el patrón de acumulación neoliberal
impuesto violentamente por el capital, el imperialismo estadounidense y la
dictadura militar. Esa legitimación política, a través del voto ciudadano,
proyectó por tres décadas toda la obra pinochetista.
Si la ciudadanía actual
no quiere ser cómplice de una nueva proyección en el tiempo, es decir, de 30
años más de neoliberalismo: no debe votar. Recordemos, que la dictadura, los
autoritarios, perdieron ganando. No podemos volver permitir que el acto de
votar sea una forma de “salvar” al neoliberalismo agrietado por los propios
ciudadanos movilizados entre 2006 y la actualidad. La ciudadanía que rechaza el
actual régimen político decadente, no puede otorgarle legitimidad asistiendo a
la elección municipal. Ello sería una contradicción sin ninguna lógica
política. Si todas las encuestas señalan que los partidos políticos y los
políticos solo tienen un 6% de la adhesión ciudadana. No pueden ser apoyados
por la ciudadanía a través del voto. No podría entenderse y comprenderse
sociológica y políticamente esa contradicción que por un lado se les rechace y
por otro se les dote de legitimidad política a esos partidos.
Por otro lado, téngase
presente que las elecciones municipales no contribuyen a cambiar nada de lo
existente. Solo le otorgan poder y le dan continuidad a la democracia protegida
y, sobre todo, poder a los partidos políticos conformes con el sistema, o sea,
a los partidos de la Nueva Mayoría como a los del Chile Vamos. Incluso, a
través de la elección los nuevos partidos pierden. Pues ingresan a un sistema
corrupto. Se volverán una pieza más del sistema corrupto. Además esas nuevas
organizaciones políticas, de ganar, van legitimar lo existente.
Para NO ser cómplice de
un nuevo error histórico y político semejante al del 5 de octubre de 1988 la
ciudadanía debiera abstenerse de votar. El 5 de octubre fue el momento
histórico y político en que la ciudadanía democrática nacional se "jodió".
Pues, en ese momento la sociedad chilena eligió un camino equivocado, si la
historia política debe servir para algo debe evitar a volver a tropezar con la
misma piedra.
NO hay que votar
próximo domingo 23 de octubre. La NO PARTICIPACIÓN es un acto subversivo y democrático,
que debe servir políticamente, para provocar la caída el mal gobierno. La
ciudadanía debe hacer uso el domingo del poder destituyente ciudadano. La NO
PARTICIPACIÓN debe ser la manifestación de ese poder.
Los ganadores deberán
ser vistos como usurpadores del poder ciudadano. Que destapen sus botellas de
"champagne" para celebrar su miseria política, que se emborrachen de
vergüenza al saber que solo representan a sus clientes y lacayos a sueldo, a
los esbirros del poder de turno. Pero nunca a la ciudadanía trabajadora, a la
mujer pobladora, a los jóvenes que construyen su futuro luchando contra el
mercado educacional, que de ninguna representan a las y los ciudadanos de la
tercera edad que apenas viven o sobreviven con míseras pensiones, que reciben
malas e indignas atenciones de salud; que no representan de ninguna manera a
las y los ciudadanos que defienden a la naturaleza de la irracional devastación
extractivista; que de ninguna manera representan al pueblo mapuche y sus luchas
históricas, etcétera. Por eso, la no participación ciudadana y popular debe ser
clara, los elegidos no nos representan. Así como desde 1988 hasta la actualidad
a un grupo de ciudadanas y ciudadanos nunca nos ha representado la clase
política concertacionista ni los partidos de la Nueva Mayoría y menos, por
cierto, la derecha.
Que los que ganen el
poder municipal sepan que no son bienvenidos. Pues, la inmensa mayoría de
ciudadanos locales que no los eligieron. El no votar el domingo 23 debe ser el
principio del fin del actual régimen político.
La NO participación
debe quebrar el calendario electoral de la clases dirigentes. Pues, pasadas las
elecciones municipales entraran de lleno en la competencia política
presidencial. Ello no debe ocurrir. La no participación mayoritaria ciudadana
debe volcarse a exigir la destitución del mal gobierno, la ciudadanía debe
movilizarse para exigir la renuncia de la presidenta y sus inoperantes
ministros, debe constituirse un gobierno ciudadano y popular y convocarse a una
Asamblea Constituyente Ciudadana sin la participación de los partidos políticos
que sostuvieron el sistema decadente durante estos 28 años. La ciudadanía
democrática movilizada debe tomar el control político de la sociedad y
disponerse a cambiar todo.
Por eso insisto, las
elecciones municipales no deben ser la tabla salvación del régimen político
actual y menos del gobierno ni de la oposición neoliberal. La NO PARTICIPACIÓN
deber ser el punto de partida de la transformación radical de la
institucionalidad y de la sociedad actual. De no iniciarse ese proceso, el
neoliberalismo y sus servidores municipales y más tarde regionales y nacionales
seguirán dirigiendo la historia.
Santiago Centro, 21 de octubre 2016
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