En
estas últimas semanas, gracias a la tecnología avanzada con que operan los
medios de comunicación mundiales, la humanidad entera, estupefacta, más aún,
horrorizada, ha visto (“en vivo y a todo color”) el obsceno espectáculo que
están brindando los candidatos a la presidencia de un país, gran potencia
mundial y que se autoproclama “la primera“, por no decir, la mejor democracia del planeta.
Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para
Con Nuestra América
En
esta campaña electoral ese Tío Sam, que
siembra el terror en todas partes “en nombre de la libertad”, como ya
tempranamente lo advertía el Libertador,
se ha puesto en evidencia delante del mundo entero. Los candidatos que aspiran
a la Casa Blanca han mostrado al desnudo
las inmundicias y lacras del régimen imperial a que las clases dominantes han
sometido a su pueblo. Los debates entre los candidatos no son más que, como diría Monseñor Sanabria en Costa Rica,
”deposiciones” (en el doble sentido de la palabra: legal y fisiológico) llenos
de estulticia y desfachatez. Nunca, pero ni en la peor de las dictaduras
tercermundistas, se había visto que un
candidato acuse a su adversaria de venir
drogada a los debates (solo le faltó decir
que era drogadicta). La acusa igualmente de ser cómplice y alcahuete de
los desmanes sexuales de su marido allí presente. ¿Dónde se ha visto en
cualquier campaña electoral en cualquier
rincón del mundo, semejante agresión a las más elementales normas de la
convivencia civilizada?
En
esos mal llamados debates no hubo ni ideas ni propuestas programáticas serias
ni bien fundadas, ni menos muestras por
parte de los contendientes de tener
conciencia de la descomunal responsabilidad que implica tener en sus manos el
poder de definir en buena parte el
destino de la humanidad, al menos formalmente, porque en la realidad son los
poderes fácticos los que mandan en Washington y en cualquier “democracia”
burguesa, los que poseen el poder REAL.
De mi parte, nunca había visto y soportado semejante muestra de imbecilidad y
desenfreno. Para ellos, todo se vale
cuando del poder se trata. Ninguna norma, ni siquiera de sentido común, menos
de ética, se respeta. A eso lo llaman ¡DEMOCRACIA! Y pensar que una de esas dos
personas ocupará el sillón presidencial
más importante del mundo. Definitivamente, si alguien dudaba de que el
mayor imperio (¿el último?) de la historia, estaba en decadencia, ahora no le puede caber la menor duda. Y para
reafirmar lo que siempre hemos sospechado, desde lo que se hizo para que G. W.
Busch pudiera ser presidente por primera vez, el propio Trump denuncia
reiteradamente que es víctima de un fraude electoral. Ya no son solo los enemigos ideológicos los
que dicen que esas campañas electorales son una farsa. Si fuese consecuente y
consciente de la gravedad de su denuncia, Trump debería dar nombres de
personas, instituciones y organismos que están implicados o son cómplices de un
delito electoral que los convierte, por ello mismo, en los mayores enemigos del
pueblo norteamericano más que el fundamentalismo islámico, pues están socavando
desde dentro las bases mismas de su sistema político.
La
obscenidad de este tipo de campañas electorales se vuelve aún más nauseabunda
cuando se piensa en que, para montar ese degradante “ reality
show”, se invierten millones de dólares; mientras la FAO denuncia que en el
mundo se producen alimentos suficientes para dar de comer a todos los 7500
millones de habitantes del planeta,
mientras hay mil millones que todavía sufren de hambre; en los propios Estados
Unidos, cerca de un quinto de la población (70 millones) viven bajo los niveles
de pobreza. Para colmo de males, la humanidad está al borde de la III guerra
mundial, como el Papa Francisco lo ha venido denunciando. Para agravar la situación, Hillary anuncia como medida primera de un eventual
gobierno suyo, que impulsará la creación de un cerco de bases militares dotadas
de un arsenal nuclear frente a las
costas de China, con el fin de detener la creciente presencia – que Washington ve como una amenaza- de esta gran potencia en
el Océano Pacífico.
Ante
esta abominación, solo cabe emprender una campaña mundial a fin de dignificar
la política, entendida como búsqueda desinteresada del bien común, base de una
paz duradera. Los costarricenses debemos comenzar por dar el ejemplo. Ya aquí
se oyen los tambores que anuncian el inicio de una nueva campaña electoral. Los
partidos mueven sus fichas para escoger candidatos y promover sus programas. El
año entrante, el actual gobierno irá desdibujándose entre las brumas de una
campaña electoral que se convertirá, paulatina pero inexorablemente, en el foco de atención de la opinión pública.
Desde ahora los ciudadanos que amamos la patria de Juanito Mora, tenemos el
deber cívico de exigir a partidos y candidatos que hagan propuestas serias, que
sean pasos factibles y creíbles
conducentes a construir un mejor país. Debemos
trasformar las campañas electorales, que hoy no pasan de ser
costosísimas campañas de “marketing” para promover la imagen del candidato como
si fuera un producto comercial de moda, y hacer que se conviertan en verdaderas
“escuelas de civismo”, como en su tiempo proponía Don Pepe [José Figueres].
No hay comentarios:
Publicar un comentario