No hay cómo no echar de
menos las relaciones fraternales entre Néstor y Lula, entre Cristina y Dilma. Y
las relaciones estrechas y solidarias entre Argentina y Brasil, como ejes de
impulso de la integración latinoamericana.
Emir Sader / Página12
Desde que los gobiernos
de Argentina y Brasil se han articulado como eje de los procesos de integración
latinoamericanos, a partir de coincidencias fundamentales en la lucha en contra
del neoliberalismo, sus presidentes, apenas elegidos, se visitaban mutuamente,
como primer viaje internacional. Eran maneras de reafirmar esa alianza, esa amistad,
ese cariño que se tenían Lula y Néstor Kirchner, Cristina y Dilma.
Fueron los mejores años
de las relaciones entre los dos países y en los que más se avanzo en el
intercambio entre ellos y en los procesos de integración latinoamericana. En
los encuentros se hablaba de las relaciones estrechas entre los dos países, de
la situación de América latina, del lugar del continente en el mundo. ¿Se
acuerdan, hermanos, qué tiempos aquellos?
Eran encuentros llenos de
pueblo, de participación de movimientos populares, de concentraciones en las
plazas, de conversaciones con representantes de las fuerzas del campo popular.
Eran dos países que se acercaban, que hablaban por intermedio de sus
presidentes.
Hoy, ¿qué representa el
encuentro de dos presidentes profundamente antipopulares como Mauricio Macri y
Michel Temer? ¿En qué escenario se van a encontrar? ¿De qué temas van a hablar?
¿Cómo se van a defender de la hostilidad del pueblo argentino a los dos?
Será un encuentro
siniestro, de dos presidentes que no representan a sus países, sino a los
intereses del Imperio. Hablarán del FMI, del retorno del endeudamiento de sus
países, compararán el nivel de recesión de sus economías, los niveles records
del desempleo, de las manifestaciones populares en contra de ellos, de la
hostilidad que alimentan hacia países vecinos como Venezuela, Ecuador, Bolivia.
Se defenderán del pueblo
con barricadas, con tropas, con esconderse de las calles. Hablarán al final en
entrevistas controladas con los medios que los promueven, no anunciarán nada en
el camino de avanzar en la integración regional, al contrario. Nada de la
construcción de formas de defensa comunes respecto de la crisis internacional
del capitalismo.
No habrá nada de bueno a
anunciar para sus pueblos. A lo mejor ni hablarán de los ajustes fiscales que
los identifican, porque saben que solo contienen noticias malas para los
pueblos.
Ya no será la relacion de
acercamiento y fraternidad entre dos países y dos pueblos. Ninguno de los dos
piensa en América latina como un sujeto político, ni a sus países como agentes
de la integración.
Ni de elección es de buen
tono hablar, dado que Temer llegó a la presidencia mediante un golpe y lo que
más teme son las elecciones directas que el movimiento popular revindica en
Brasil.
Los dos tienen en común
intentos de reimplantar el modelo neoliberal que ha fracasado en los dos
países, produciendo las peores crisis en Argentina y en Brasil en mucho tiempo.
Tienen en común representar a los sectores que habían sido desplazados del
gobierno por el voto democrático del pueblo de los dos países, a lo largo de
mucho tiempo. Y hoy representan los intentos de restauracion conservadora en
América latina.
No hay cómo no echar de
menos las relaciones fraternales entre Néstor y Lula, entre Cristina y Dilma. Y
las relaciones estrechas y solidarias entre Argentina y Brasil, como ejes de
impulso de la integración latinoamericana.
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