Todo
hacía suponer que los gritos y protestas que el ex presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010)
vociferaba al exterior del lugar donde se realizaba el acto de la firma
del acuerdo de paz em Cartagena, eran las últimas patadas de ahogado que tiraba
ese dirigente de la ultraderecha latinoamericana. Pero no fue así, su embestida contra la paz
en Colombia ganó la primera partida.
Adalberto
Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
Los
ciudadanos colombianos votaron en un 50,22 por ciento por el No al
plebiscito que refrendaba el acuerdo de paz firmado por el presidente
colombiano Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
- Ejército del Pueblo (FARC–EP). En
tanto que el 49,78% votaron por el Sí para ratificar la firma de dichos
acuerdos. El resultado prácticamente generó un empate técnico. Las tendencias
en términos generales días previos a la votación daban un resultado favorable
para el Sí. En la realidad del 2 de octubre de 2016, fue otro el resultado. Por
una mínima ventaja, el número de votantes no votó por la paz. Aunque conviene identificar que lo más resaltante fue el alto
abstencionismo (62,6 por ciento). Fueron a las urnas únicamente el 37,41 por ciento, es decir, un poco más de
la tercera parte de los votantes. Esto sumó la cantidad de 12 millones 800 mil
004. El total de los convocados a votar
fue de 34 millones 899 mil 945 personas que tenían derecho a ejercer su
voto. Algunos factores en el alto
abstencionismo (el mayor registrado en la historia colombiana), tuvo varios
elementos. Uno de ellos fue la concurrencia de las torrenciales lluvias generadas
por el paso del huracán Matthew en
las costas del Caribe colombiano. Otro fue de índole política, tal como resultó el exceso de confianza de que ganaría
el voto por la paz. Una más fue la inercia de los sectores más apáticos y
despreocupados políticamente que dejaron de manifestarse, en buena medida por
el impacto mediático e ideológico de la campaña del No. Todo ello seguramente
le brindó el triunfo a las fuerzas antipacifistas y uribistas en virtud del
alto abstencionismo. Así como la
desconfianza y poca credibilidad de amplios sectores sociales en los procesos
electorales y en los políticos tradicionales.
Recordemos
que el 26 de septiembre en Cartagena de Indias se realizó un magno evento para
la firma del acuerdo de paz, donde
acudieron los actores de la firma e invitados especiales tanto de Colombia y de
diversos países del mundo, entre ellos quince destacados mandatarios latinoamericanos y el
Secretario General de la ONU, entre otros. Todo hacía suponer que los gritos y
protestas que el ex presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010)
vociferaba al exterior de donde se realizaba el acto de la firma, eran
las últimas patadas de ahogado que tiraba ese dirigente de la ultraderecha
latinoamericana. Pero no fue así, su
embestida contra la paz en Colombia ganó la primera partida. Sin duda faltarán
otras oportunidades donde la mayoría del pueblo colombiano podrá decidir su
futuro en torno a la construcción de la paz.
El
contexto en el que se ha dado una fuerte confrontación política entre el
senador Álvaro Uribe Vélez y el presidente Juan Manuel Santos, nos refiere a identificar
que los dos son los principales actores políticos en el marco del país
sudamericano. Pero también es una
confrontación que tiene como cabeza más visible al ex mandatario colombiano Álvaro Uribe Vélez frente a otros
países y fuerzas progresistas de la región latinoamericana. Pensemos que Uribe
representa y unifica a los sectores más ultraconservadores y reaccionarios de
la derecha latinoamericana. Los intereses del dirigente del Partido Centro
Democrático, se encuentran asociados a la continuidad del conflicto bélico en
el territorio colombiano pero también en generar otros escenarios de conflicto
en la región. Previos días a la votación del plebiscito el presidente Santos
afirmaba: "ustedes votan el 2 de octubre y gana el Sí, al día
siguiente desaparecen las FARC-EP. Así de sencillo" (Telesurtv.net, 15/09/16). Sin embargo, eso no aconteció. En el acuerdo de paz y que es fondo del conflicto lo
que se busca por las partes (gobierno colombiano y las FARC-EP), es ponerle fin
a confrontación armada que lleva más de 52 años guerra, conflicto
político-militar que superó en años a la
guerra de castas que en México en el siglo XIX se prolongó por 50 años. Las
estimaciones señalaban que la guerra en Colombia suma al menos 260 mil muertos,
45 mil desaparecidos y 6,8 millones de desplazados. En este escenario, si se
prefiere, al ganar Uribe Vélez nos encontramos con el “Donald Trump
latinoamericano”, ya que representan ambos los mismos intereses de la reacción
continental y de la política belicista.
Pensemos
que esta lucha política entre Santos y Uribe ha contado con diversos escenarios
políticos. Por ejemplo, durante la pasada elección presidencial de 2014, los
sectores del partido conservador se dividieron a favor y en contra de Santos.
Así, 47 congresistas de esa bancada expresaron su respaldo a la reelección del
mandatario colombiano, mientras que la ex candidata Marta Lucía Ramírez y otros
38 parlamentarios dieron su apoyo a Zuluaga el candidato presidencia de las
fuerzas uribistas. Finalmente en aquellas elecciones ganó el presidente Juan
Manuel Santos y perdió el candidato de Uribe. En aquellos comicios
presidenciales en que resultó victorioso el presidente Santos, en buena medida
logró la victoria al agrupar a diversos sectores, particularmente a aquellos
que pugnaban por una salida pacífica al conflicto militar. Álvaro Uribe Vélez,
así figuró como su principal adversario, pero también de otros mandatarios
latinoamericanos. Por ejemplo, en marzo de 2008 con los ataques militares que
Uribe ordenó realizar en Sucumbios (Ecuador) asesinando a guerrilleros y estudiantes mexicanos a la par de violentar
la soberanía ecuatoriana. En aquellos momentos Uribe se enfrentó con el
presidente ecuatoriano, Rafael Correa, en distintos frentes políticos y
diplomáticos. Como también lo hizo contra el presidente venezolano Hugo Rafael
Chávez Frías y Evo Morales.
Así,
los intereses de Uribe Vélez son los mismos de la industria de la guerra y de
las mafias organizadas en la región latinoamericana. Él es uno de los principales cabecillas. Su
radio de acción es mucho más amplio. Su manifiesto
respaldo a la oposición antichavista da cuenta de ello. Los intereses que
defiende para querer prolongar la guerra en territorio colombiano tienen varias
aristas. “El costo para financiar la guerra en Colombia ha sido de
aproximadamente 179 mil millones de dólares, cantidad que lo ubica en la
lista de los 10 países que más invierten en la guerra” (Telesurtv.net, 26/09/16). Otra de las
ganancias de los guerreristas es impedir la reducción del gasto y presupuesto
militar de Colombia. Pensemos que “todos los gastos de paz dedicados a
excombatientes en los próximos 10 años son inferiores a lo que se ha gastado en
guerra cada seis meses” (Telesurtv.net,
26/09/16). De igual manera, Uribe defiende los intereses de los grandes
terratenientes que siempre han impedido una reforma agraria en Colombia. El
acceso a la tierra para los campesinos que se aglutinan entorno a la guerrilla
colombiana, es el primer punto de los acuerdos de paz. Por eso las fuerzas uribistas con su discurso
son las más empeñadas en evitar que se desarrolle el acuerdo de paz. No quieren
el desmantelamiento del aparato militar del ejército colombiano (el segundo más
grande de América Latina con 250 mil efectivos, los activos de la guerrilla no
llegan a siete mil) su gran negocio es la industria de la guerra y los
cuantiosos recursos que ella genera. De
igual manera el uribismo tiene nexos con otras actividades de la economía sumergida
(narcotráfico, crimen organizado, etc.) así por ejemplo, en sus agrupaciones
políticas se aglutinan ex paramilitares y las fuerzas políticas y económicas
más regresivas de la sociedad colombiana. El uribismo lo que menos pretende es la modernización de la economía, la vida
política y social. Incluso su discurso arcaico de acusar al “castrochavismo” es
una forma más de sus provocaciones y de justificar el accionar de la más
cavernaria ultraderecha latinoamericana. Así, el estancamiento de las fuerzas
productivas impide que el PIB colombiano se duplique como lo considera “la
Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Centro de
Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac) muestra que el PIB se
duplicaría cada 8,5 años sin conflicto y no cada 18,5 años, como ocurre
actualmente” (Telesurtv.net,
26/09/16).
Incluso se argumenta que:
“El costo total de la Jurisdicción de Paz en los próximos 10 años acordada
durante las negociaciones en La Habana, Cuba, equivale al gasto de un mes de
guerra” (Telesurtv.net, 26/09/16). De
ahí que los intereses de las fuerzas que votaron por el No, son las que
prefieren seguir en la dinámica parasitaria del conflicto. Estas fuerzas hacen de
la guerra un negocio extraordinario para sus intereses expresados en la
economía subterránea. Sin embargo, tarde o temprano las fuerzas más dinámicas y
reformadoras de Colombia lograrán cambiar ese dramático escenario. Seguramente
van a construir pese al empecinamiento de los sectores más retrógrados, un camino estable para la paz y un desarrollo
social y político más incluyente. Es decir, ganar al abstencionismo y dar mayor
credibilidad al ejercicio de la democracia participativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario