Los zapatistas han utilizado de forma permanente el dialogo,
examinando la situación de las luchas, los avances y retrocesos, así como para
poder enriquecer el quehacer de cada movimiento con las experiencias de otros.
El debate resulta tan urgente y necesario como erradicar los males del capitalismo
de raíz. La pregunta ¿cómo será el México y el mundo del mañana?, nos toca a
nosotros responderla.
Cristóbal León Campos / Especial
para Con Nuestra América
Desde Yucatán, México
El primero de enero de 1994 el Ejercito Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) irrumpió en medio de la aparente calma que reinaba en México,
en las primeras horas del año nuevo el país y el mundo fueron sorprendidos con
la toma militar de siete cabeceras municipales del estado de Chiapas. Mismo
año, mismo día en que México debía de dejar de ser un país atrasado económica y
tecnológicamente, debía convertirse en un “país desarrollado”. La entrada en
vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) fue empañada por la aparición pública
de un ejército con puesto en su mayoría de indígenas chiapanecos, que habían
decidido decir ¡YA BASTA!, un ejército que se formó diez años antes (el 17 de
noviembre de 1983) de haberle declarado la guerra al gobierno federal.
La sorpresa de que un grupo de indígenas guerrilleros decidió declararle
la guerra a la miseria, la explotación y el racismo, que había decidido luchar
por no seguir en el olvido, por un techo digno de cualquier ser humano, por la
tierra, por trabajo, salud, educación, alimentación, libertad, independencia,
justicia, democracia y paz, fue recibida con asombro pero a la vez como la
portadora de una nueva ilusión que tanta falta le hacía a la izquierda
latinoamericana y mundial desde el derrumbe de la Unión Soviética y el llamado
fin de la historia.
En esos momentos México se encontraba inmerso en el desarrollo de
políticas capitalistas en su fase neoliberal desde 1982, el gobierno de Miguel
de la Madrid había dado paso a la desarticulación del ya desgastado Estado de
bienestar, el país comenzaba a dar sus primeros pasos hacia su
comercialización.
La insurrección Zapatista sacó a la luz mundial el simple hecho de que
los indígenas mexicanos han vivido durante más de quinientos años en la
oscuridad, que han sido explotados, perseguidos y en parte exterminados por los
diferentes gobiernos en la historia del país. Pero sobre todo sacó a la luz
mundial el innegable hecho de que así como llevan quinientos años de
persecución, también llevan quinientos años de lucha por el derecho de ser y
pensar diferente. La medida fue última pero justa, como lo estipula la Primera
Declaración de la Selva Lacandona.
Las propias condiciones del modelo neoliberal crearon las condiciones
adecuadas para el resurgimiento de movimientos socio-políticos radicales y
extraparlamentarios. En las últimas décadas se han desarrollado en el seno de
la América Latina diferentes focos de resistencia como los Sin Tierra en Brasil
o los piqueteros en Argentina, además de los movimientos indígenas de ecuador,
Bolivia, Perú y México. Junto a los movimientos de resistencia popular de
Chile, Colombia, Honduras, Brasil y Nicaragua. Todos ellos con demandas
sociales cada vez más vigentes en América Latina y en el mundo, como el derecho
al trabajo, la defensa de la propiedad de la tierra para quien la trabaja.
Derecho a una vivienda digna, a los servicios básicos como el agua,
electricidad, servicios de salud, derecho a la educación.
Ante estas realidades y contradicciones del sistema, el EZLN ha
efectuado cambios sustanciales en su perspectiva política desde su aparición
pública. Lo cual reafirmó con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en el
2005, elaborada bajo su interminable autorreflexión. La aparición de la Sexta
Declaración y la “Otra Campaña” conformaron una reacción y propuesta antisistémica
frente a la crisis de las formas de representación de la democracia liberal.
El haber colocado al indígena en la escena mundial de lucha puso a
juicio la tesis de los actores sociales de cambio enfocada en la clase obrera,
creando un movimiento de diversos actores sociales (mujeres, estudiantes,
indígenas, minorías, desocupados, ecologistas, pacifistas, campesinos sin
tierra y un largo etcétera) y a la vez
de muchos frentes de lucha simultáneos.
El objetivo que perdura es formar una nueva fuerza social nacional,
llevando a cabo “Otra Política” abismalmente diferente de la ejercida en los
centros del poder. “Mandar obedeciendo” es el barómetro que regula el actuar
zapatista. Frente a la política corrupta de los centros del poder, los
zapatistas han ido creando “Otra política” que proclama y practica la
concordancia entre la palabra y los hechos; donde la toma de decisiones es con
la participación colectiva y directa, manteniendo reducido el papel de los
representantes.
El zapatismo ha otorgado al factor ético un elemento esencial de la
lucha anticapitalista, privilegiando la congruencia con los principios por
sobre los intereses de cualquier tipo. Este actuar con apego a los
planteamientos le ha valido a los zapatistas el que intelectuales,
simpatizantes y diversos movimientos les otorguen en diferentes momentos el
carácter de vanguardia, aun que el EZLN lo ha rechazado.
Es necesaria la congruencia probada con algún criterio de realidad.
Por ejemplo, cuando el zapatismo expresa sus críticas a los gobiernos de los
partidos nacionales ya conocidos, su perspectiva está fundada en el
establecimiento de las Juntas de Buen Gobierno y en su desempeño en cuanto a
garantizar la participación y concientización de miles de personas en el mandar
obedeciendo. Sus severos juicios a la clase política mexicana se compaginan
también con el deterioro ético visible y comprobable de sus miembros, una
participación ciudadana cada vez menor en los procesos electorales e incluso
con encuestas de opinión pública que colocan a los políticos en los ínfimos
lugares de credibilidad y prestigio social.
La Sexta Declaración reveló una ruptura y continuidad en el trayecto
zapatista. Ruptura con los errores cometidos en el pasado. Continuidad porque
su lucha es la lucha comenzada hace más de quinientos años por los indígenas,
por el derecho de existir, continuidad porque el proceso emancipatorio humano
es inagotable. Bajo el pensamiento de ruptura-continuidad el EZLN mantiene
ideas y preceptos anteriores a la Sexta.
Durante la Alerta Roja decretada el 19 de junio de 2005, entre las
diferentes interpretaciones del posible rumbo que podría tomar el movimiento
indígena, estaba el planteamiento de su conversión en un partido político, con
la aparición de la Sexta, esta idea se disipó, pues el Comité Clandestino
decidió mantener firme su postura de no utilizar los mecanismos del sistema
para obtener el poder.
Este es justamente uno de los grandes retos que el zapatismo se ha
propuesto realizar, trasformar a la sociedad sin la utilización de las
instituciones del Estado, rehusando a la toma del poder. Propuesta de su plan
político anterior a la Declaración de Junio (2005) y reafirmada por ella, que
ha despertado innumerables debates entre los líderes zapatistas, intelectuales
y simpatizantes. Ante los ojos de muchos este es el rasgo más utópico del
movimiento zapatistas.
Los zapatistas han utilizado de forma permanente el dialogo,
examinando la situación de las luchas, los avances y retrocesos, así como para
poder enriquecer el quehacer de cada movimiento con las experiencias de otros.
El debate resulta tan urgente y necesario como erradicar los males del capitalismo
de raíz. La pregunta ¿cómo será el México y el mundo del mañana?, nos toca a
nosotros responderla.
Entre las últimas acciones y propuestas del movimiento zapatista,
destaca la realización de la Escuelita Zapatista, iniciada a mediados del 2013.
Propuesta que busca socializar las experiencias de veinte años, nutriéndose de
los conocimientos de otras latitudes y resistencias, mientras sirve para dar a
conocer los avances que han alcanzado en la construcción de otra realidad
regida por los principios que desde enero de 1994 vienen promulgando y
defendiendo. Las nuevas generaciones son el pilar de ésta importante
iniciativa.
Veinte años han transcurrido desde aquella mañana en que México
despertó a una parte de su realidad negada durante siglos. Mucho se ha logrado,
mucho más falta aún. ¿Hacía donde vamos? No hay respuesta concreta. Toda
transformación social conlleva un grado de utópica, no por ser imposible, sino
porque se adentra en lo desconocido. Nos toca a nosotros dibujar el México del
mañana para así dibujar un mundo “donde quepan todos los mundos”.
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