Vivimos un creciente
orden totalitario disfrazado de democracia. El ojo vigilante que George Orwell
auguró en su novela “1984” nos ha alcanzado como lo muestran las denuncias hechas por Edward
Snowden.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
He escrito
anteriormente cómo la situación de la democracia liberal y representativa en
estos tiempos se ha vuelto una camisa de fuerza para la rapacidad neoliberal.
Hace poco más de 160 años, Marx destacó
que el político reaccionario Odilón Barrot
exclamó desesperado ante el embate popular de la Francia de 1848: “¡La
legalidad nos mata!”. La historia ha mostrado
muchas veces, que cuando los de abajo empiezan a ganar siguiendo las
reglas impuestas por los de arriba, llega el momento de patear el tablero del
juego. Esto fue lo que sucedió en Guatemala en 1954, en el Chile de 1973, y ha
vuelto a suceder en los últimos años. Ha
sido la derecha la que ha estado pateando el tablero de la democracia: golpes
de estado en Venezuela (2002), Honduras (2010), Paraguay (2012); tentativas de
golpe de estado en Bolivia (2008, 2012), Guatemala (2009), Ecuador (2010) y
fraudes electorales en México (2006,
2012). Parafraseando a Odilon Barrot en el libro de Marx, la derecha en todos
estos países podría estar diciendo “la democracia nos mata”. Esto lo escribí a
propósito de la compra de las elecciones mexicanas de julio de 2012.
Lo vuelvo a
escribir ahora cuando me entero que el
alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, ha sido destituido por el Procurador General
de la República, Alejandro Ordoñez. El crimen de Petro fue quitarle a un grupo
de empresas la concesión de la recolección
de la basura bogotana y dársela a una empresa pública. El Procurador
General colombiano no solamente
destituyó a Petro sino lo inhabilitó políticamente por un lapso de 15 años.
Resulta esclarecedor que entre los argumentos esgrimidos por el Procurador (que
además es un político de la
ultraderecha) se encuentre el que Petro
con su decisión “atentó contra la libre empresa”. ¿Qué clase de
democracia es ésta en la cual un funcionario no electo puede destituir a uno
que lo ha sido? Petro es un político moderado que proviene de la izquierda y
sus actos no están manchados por la corrupción. Simplemente atentó contra un
grupo empresarial de dudosa reputación.
A lo sucedido en Colombia hay que
agregar lo que ya se ve venir en la “Suiza de Centroamérica”, Costa Rica.
Inesperadamente un candidato
presidencial de izquierda, José María Villalta, postulado por el Frente Amplio ha empezado a
encabezar las encuestas. Al igual que
sucedió en México en 2006 y 2012 y en Honduras en 2013, los grandes
medios de comunicación costarricenses han iniciado una guerra sucia mediática
para destruir la imagen de Villalta. ¿Qué clase de democracia es ésta en la que
un sector poderoso manipula facciosamente a la opinión pública?
La reforma
energética en México ha sido aprobada en cuestión de días y los congresos
estaduales obsecuentemente se han plegado a la decisión del grupo dominante en
México. El colmo ha sido que el Congreso local del Estado de Querétaro aprobó la privatización ¡en diez minutos! ¿Qué clase de democracia es
esta en la que una decisión que afectará
a millones de mexicanos no fue consultada popularmente?
Vivimos un creciente
orden totalitario disfrazado de democracia. El ojo vigilante que George Orwell
auguró en su novela “1984” nos ha alcanzado como lo muestran las denuncias hechas por Edward
Snowden. En Estados Unidos de América, un sondeo hecho por el PEN Club mostró
que el 88% de sus asociados tienen temor de ser vigilados, una tercera parte
evita usar los medios sociales y una cuarta parte evita abordar ciertos temas
en sus comunicaciones: asuntos militares en Medio Oriente, las encarcelaciones
masivas, narcotráfico, críticas al gobierno estadounidense y movimientos como
el de Ocupa Wall Street.
¿Qué clase de
democracia es ésta en la que escritores
y periodistas temen expresar sus opiniones?
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