Si la tecnología no
sirve para un genuino desarrollo humano integral, ¿para qué está entonces? ¿Por
qué termina siendo más importante tener cosas –y cambiarlas cada vez más
rápidamente– que su aprovechamiento? No podemos estar fatalmente condenados a
valorar la vida en función de las cosas que, en todo caso, nos deben servir
para ayudarnos a vivir.
Marcelo Colussi / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de
Guatemala
Si somos incapaces de preservar la especie humana,
¿qué objeto tiene
salvaguardar las especies vegetales?
Wangari Muta Maathai
I
Desde la primera piedra
que el primer homo habilis afiló hace
dos millones y medio de años, la tecnología humana no ha parado de superarse. Y
sin duda, no se detendrá jamás, porque justamente en ello consiste la esencia
de nuestra especie: la búsqueda perpetua de lo nuevo. La tecnología, en
definitiva, no es sino eso: la forma de desarrollar instrumentos que nos
permitan aumentar nuestra capacidad natural, nuestro poder, de defendernos de
lo hostil y desconocido. Es decir: la tecnología es la posibilidad de llevar a
cabo esa búsqueda, de dejar atrás la indefensión natural descubriendo cosas
nuevas. En eso, sin dudas, no hay límites: la búsqueda del poder como resguardo
contra la finitud de origen es el sentido mismo de la vida. Desde la primera
piedra afilada hasta el misil nuclear hay una línea común que nos conduce
ininterrumpidamente como especie, llamémosla afán de poderío, intento por
saltar los límites o fascinación por el saber y lo novedoso.
Los instrumentos de que
nos valemos para esa búsqueda son interminables, cambiantes, sorprendentes. La
historia de la humanidad es la historia de ese desarrollo; es decir: la
historia del desarrollo de nuestras posibilidades de "hacer". En
definitiva, la palabra "tecnología" que hemos acuñado –tomándola del
griego clásico: tecné– no significa
sino eso: saber hacer, capacidad de operar, posibilidad de transformar.
Las tecnologías, por
tanto, en tanto instrumentos, en tanto herramientas que nos permiten ese operar
en el mundo, no son en sí mismas ni "buenas" ni "malas"
(salvo excepciones muy puntuales sobre las que luego volveremos). Las
tecnologías son las herramientas de que nos valemos para vivir; lo que las pone
en marcha es el proyecto de vida en que se inscriben, el marco
filosófico-político en que cobran sentido. La energía nuclear puede servir para
alimentar la electricidad de una ciudad, o para hacerla volar por el aire con
una bomba. Y la electricidad puede servir para salvar vidas (en un quirófano,
por ejemplo), o para quitarla (con la silla eléctrica), o para torturar (con
una picana). Está claro que, en sí mismos, los productos técnicos que la
evolución de los seres humanos va obteniendo sirven en función de lo que se
quiere hacer de ellos. El poder no está en la tecnología; sigue estando en las
relaciones políticas que se establecen entre los grupos humanos.
Las relaciones entres
los seres humanos (relaciones de poder hasta ahora siempre asimétricas: luchas de
clases sociales, relaciones entre géneros, relaciones entre distintas culturas,
relaciones generacionales) se valen de esos instrumentos para
mantener/perpetuar el estado de cosas (donde alguien manda y alguien obedece)
o, eventualmente, cambiarlo. Pero nunca las relaciones entre seres humanos
están definidas solo por las tecnologías en juego. Las tecnologías son siempre
aquello de que nos valemos para hacer andar el mundo; no nos determinan. Somos
los humanos los que las determinamos a ellas. Un arado, una espada, un cántaro
de arcilla, un alto horno de fundición o un robot sirven para instrumentalizar
las distintas relaciones entre los grupos humanos; como objetos, por sí mismos,
no determinan nada. Sirven para determinar, para relacionar, para articular
procesos; esa es la razón de ser de una herramienta: servir para algo.
En el mundo capitalista
moderno iniciado con la revolución industrial hace unos dos siglos, las
ciencias juegan un papel determinante: han sido –y cada vez lo son más– la
llave de la explosión productiva. La revolución científico-técnica en curso
pareciera no tener límites, y las posibilidades que abrió en unos pocos años
provocaron un salto monumental en historia de la humanidad. Con las ciencias
que se instauran en la modernidad europea luego del Renacimiento y su
aplicación sistemática en los procesos productivos que trajo el capitalismo,
proceso hoy día ya globalizado y sin vuelta atrás posible, la especie humana
avanzó en unos pocos siglos lo que no había hecho en milenios y milenios de
civilización. De ahí que las ciencias modernas y sus nuevas tecnologías han
pasado a ser los nuevos dioses de nuestros tiempos. Y algo curioso, digno de
ser destacado: el proceso productivo mismo, el quehacer, la industria, en esa
nueva cosmovisión moderna ha pasado a cumplir sin más el papel de ídolo, de
deidad adorada. Hablamos indistintamente de "avance de la ciencia"
como de "avance de la tecnología". Más aún: identificamos progreso
con desarrollo tecnológico. El paso del desarrollo, según esta cosmovisión, lo
marca el ritmo de las "tecnologías de punta". Pero no debemos olvidar
que las tecnologías son una expresión visible, la aplicación de los conceptos
científicos que la sustentan; y todo ello, en definitiva, hace parte del proyecto
político en juego de un sistema de relaciones. La tecnología es una
demostración del tipo de relaciones sociales que la sostienen, y al mismo
tiempo, la posibilitan.
II
De acuerdo al proyecto
de sociedad en que se desarrollan, las tecnologías pueden cumplir diversos
papeles. Solas, en sí mismas, no representan nada. Son muy pocas las
tecnologías nocivas en sí mismas. La gran mayoría, útiles en cuanto facilitan
los distintos aspectos de la vida, sirven de acuerdo al proyecto en que se
desenvuelven. En ese sentido, podría decirse que hay varias categorías, con
implicaciones igualmente diversas:
1) Tecnologías
inaceptables en el actual sistema económico-social, pero aceptables en un marco
socialista.
2) Tecnologías correctas
en sí mismas, pero que precisan moratoria o lentificación por motivos sociales.
3) Tecnologías que no
siendo prioritarias deben someterse a moratoria antes de haber logrado
desarrollarse las primeras.
4) Tecnologías que ya
están suficientemente desarrolladas y no necesitan más investigación.
5) Y solo en algunos casos
muy especiales, tecnologías intrínsecamente negativas
1.
Tecnologías inaceptables en el actual sistema
político, pero aceptables en un planteamiento socialista
Hay una serie de
realizaciones tecnológicas que serían aceptables, incluso algunas son imprescindibles
en sí mismas, pero que desarrolladas dentro de la dinámica del sistema
capitalista van a servir inevitablemente no para el provecho colectivo sino
solo para el lucro empresarial privado, contrariando el beneficio social. Su
uso debería postergarse hasta que existan "reglas de juego"
socialistas, donde la actuación política esté dirigida con racionalidad y
justicia distributiva, y el respeto al medio ambiente sea una realidad
efectiva.
La investigación y
desarrollo en estos ámbitos están motivados enteramente por el interés
monetario de las patentes, tanto en la investigación privada como en la mayor
parte de la investigación académica, por ser una fuente importante de
financiación de las universidades. Todo lo que se está patentando desbocadamente
bajo el actual sistema abusivo de patentes del capitalismo está alejando sus
beneficios a la generalidad de la población e incrementando aún más el poder de
las grandes corporaciones multinacionales, que son las beneficiarias finales de
las innovaciones. Se adelantan a patentar todo antes de que pueda existir un
sistema mucho más restrictivo de patentes, como sería imprescindible. Entre
estas tecnologías tenemos los sistemas para la detección, la monitorización
cibernética y el automatismo.
a) La detección vía satélite es básica para comunicación,
posicionamiento por GPS, alerta climatológica, etc.
El inconveniente es la
desviación de su uso a fines éticamente cuestionables, como los bélicos de
"guerra de las galaxias", o el control indiscriminado sobre toda la
población del planeta. La mayor parte de los satélites en órbita realizan
funciones bélicas y de espionaje, habiendo colmado el espacio de los satélites
útiles. Los más de 20.000 artefactos o restos en órbita son un peligro para los
útiles y para el planeta.
b) Buques-factoría y sistemas para la detección de bancos
de peces.
Suponen un gran ahorro
energético en la búsqueda, captura y transporte de la pesca, al disminuir los
desplazamientos necesarios, pero son también el instrumento para su exterminio.
Solo serían buenos si existieran reglas claras para el reparto equitativo de
los beneficios, no desplazasen a quienes solo tienen recursos artesanales, y
fuera controlada la pesca realizada con los sistemas sofisticados de control
que se destinan a otros fines (generalmente perversos).
c) Global Forest Resources Assessment (GFRA).
Medir con exactitud la
fotosíntesis que se produce en una parcela forestal o agrícola es útil para
desmontar la falacia habitual de ciertas políticas ambientales cuando afirman
que "se han plantado 10 árboles por cada uno talado", pues se vería
que durante las próximas dos décadas cruciales esos 10 nuevos árboles van a
fijar mucho menos dióxido de carbono que el único árbol talado o que un
matorral autóctono. También el complejísimo monitoreo planteado, provisto de
innumerables sensores, sería útil para el seguimiento de la evolución edáfica
de los suelos a consecuencia del tipo de manejo forestal realizado. Pero sería
necesario que los sensores instalados detectaran las variables correspondientes
a dicha finalidad; que los –seguramente alarmantes– datos que se obtuvieran se
hicieran públicos (en lugar de seleccionarlos o falsearlo como es muy
habitual); y que se tomaran las medidas necesarias para atajar la degradación
(de poco sirve ahora la observación por satélite de las deforestaciones masivas
o clandestinas cuando no se aplican medidas correctoras). El desarrollo del
GFRA bajo la lógica y la dinámica del sistema capitalista dominante puede
servir también para gastar fondos públicos con fines perversos, por ejemplo:
ensayar el control remoto de los espacios forestales, combinando la observación
por satélite con los sensores sobre el terreno. O como un medio más para
eliminar agentes forestales y campesinos provocando la despoblación del medio
rural y la expulsión del campesinado. También podría servir para desarrollar
industrias de "alta tecnología", controlada por las grandes
transnacionales y en su exclusivo beneficio monetario, tecnológico, y político.
O para adquirir experiencia en planes de dominación global que no son
impensables para un mediano plazo: la regulación y el control cibernético de la
biosfera, y con ello el poder absoluto sobre el mundo (por ejemplo: la guerra
climatológica, denunciada en más de una ocasión como una realidad ya en curso;
es decir: por ejemplo, huracanes teledirigidos). O más aún: la utilización de
los sistemas de detección para la completa localización en cualquier lugar del
mundo de los movimientos guerrilleros que se cobijan en las selvas, siempre con
el benemérito pretexto de la lucha mundial contra las drogas.
2.
Tecnologías correctas
en sí mismas, pero que precisan moratoria o lentificación por motivos sociales
Sabido es que en el
capitalismo la mayor parte de las innovaciones tecnológicas se orientan a la
disminución de la mano de obra y a la ampliación de la tasa de ganancia
empresarial. Lo correcto sería dar tiempo al tiempo, que es un factor
fundamental a considerar cuando se implementan procesos de innovación. Sin
embargo, bajo la lógica del capitalismo, esto no cuenta; lo que le interesa es
lucrar cuanto antes con la innovación, y la generación de desocupación masiva
es un factor más de beneficio añadido al permitir el descenso de los salarios
por tener un ejército de desocupados de reserva. Las políticas neoliberales se
han especializado en este mecanismo. Particularmente sangrante es el
desplazamiento de la población campesina, expulsada de su territorio (mediante
la violencia generalmente) para la agricultura industrial. En este caso, a la
catástrofe humanitaria se añade un grave daño a la biosfera común, tanto por la
degradación de los suelos que provocan los agronegocios, como por incrementar
la insostenibilidad del medio urbano con megápolis cada vez más inmanejables, violentas
y hostiles para la sana convivencia.
En esa lógica
encontramos la actual revolución
industrial cibernética. Su magnitud se refleja en la cantidad de
jubilaciones anticipadas, regulaciones y despidos que se han desencadenado en
los últimos años. Resulta expresivo que una fábrica de automóviles que empleaba
unas décadas atrás a 20.000 operarios con el llamado modelo fordista, se
convierte en una factoría robotizada con solo 300 trabajadores muy
cualificados. Parte del personal "sobrante", encontrando cerradas
todas las puertas para la sobrevivencia, puede hallar como estrategias de vida
solo la delincuencia, por lo que un beneficio tecnológico que debería ser
alegría para todos (reducción de la jornada laboral, por ejemplo), termina
transformándose en una bomba social. Por tanto sería necesaria una moratoria en
el desarrollo de ciertas tecnologías aceptables aunque no prioritarias, y una
lentificación en el desarrollo de otras de mayor interés, adaptándolas al ritmo
de la reconversión y reubicación profesional de los que resultarán desplazados.
Las políticas de pleno empleo de todas las experiencias socialistas, así sea
recargando innecesariamente a veces las nóminas de algunas dependencias
públicas, por lejos son siempre más humanas que los planteos capitalistas que
consideran a los trabajadores solo "variables de ajuste". Si las
tecnologías no sirven para beneficio de la humanidad, ¿para qué la queremos?
3.
Tecnologías que no
siendo prioritarias deben someterse a moratoria antes de haber logrado desarrollar
las prioritarias
Pueden tener algún
interés para el avance científico, pero su desarrollo es irracional e inmoral
por su elevado coste mientras no se resuelvan de forma estable problemas
básicos de la humanidad como el hambre, las enfermedades de la pobreza (las
diarreas, debido a la falta de agua potable, o las infecto-contagiosas, debido
a las malas condiciones de vida), el problema habitacional, la educación básica
para todas y todos. El esfuerzo investigador y los recursos deben utilizarse en
la ciencia básica y en las investigaciones prioritarias, siempre en atención a
las necesidades coyunturales de la sociedad de que se trate, y con perspectivas
de mediano y largo plazo.
a) La estación espacial. Al fin se ha reconocido su
escaso interés científico y la irrelevancia de los experimentos allí
desarrollados. En realidad es prematura e innecesaria toda la aventura
espacial, incluyendo la exploración personal o robótica de la luna o Marte.
Comparar las sumas invertidas en los viajes espaciales con las necesarias para
evitar la muerte por hambre de millones de personas resulta inmoral y obsceno.
Hoy día puede verse con más claridad –y además puede decirse abiertamente– que
la carrera espacial de Estados Unidos y la Unión Soviética fue una arista más de
la Guerra Fría, inconducente y sin relevancia positiva real para los pueblos
del mundo. De hecho, la llegada de misiones tripuladas a la luna por parte del
gobierno de Washington no aportó prácticamente nada en términos científicos,
siendo solo espectáculos mediáticos destinados a tapar la boca a su
contrincante socialista.
b) La industria aeroespacial en su totalidad (lo llamado
pretenciosamente "la conquista del espacio", "la nueva
frontera", la "guerra de las galaxias") representa nuevos
impactos sobre la biosfera por la extracción de los minerales escasos
necesarios para las construcciones y las naves espaciales, guerras por
intermediación para el control de la minería de materiales estratégicos,
consumo de combustible, impacto sobre la atmósfera y la troposfera, dispersión
de chatarra espacial, con el peligro que ésta representa en su posterior caída
sobre la tierra, en ocasiones de combustible nuclear y otros materiales
radiactivos. Lo inmoral, irresponsable e irracional de la aventura espacial culmina
cuando ni siquiera se invocan los supuestos avances científicos, sino que ese
daño y derroche se prepara con fines turísticos: se patenta la luna, se montan
empresas de venta de parcelas, se reservan plazas para viajes regulares o para
los proyectados hoteles espaciales. Todo ello sin que ningún organismo
internacional declare la nulidad de esas patentes, de esas empresas, de los
despachos de ingeniería y los técnicos que desarrollan y venden los proyectos,
de las cantidades ya percibidas como reservas.
4.
Tecnologías que ya
están suficientemente desarrolladas y no necesitan más investigación, al menos
por ahora
Si bien no se puede
limitar el desarrollo de la investigación científica, se deben abrir
cuestionamientos éticos sobre mucho de ella, tanto respecto a su implementación
como del "avance" en sí mismo que representa como bien social. Hay
tecnologías que ya han dado saltos fabulosos y, hoy por hoy, no necesitan
seguir desarrollándose. Por ejemplo: la calidad de la reproducción de todos los
actuales medios audiovisuales (cine, televisión, videojuegos, pantallas de
computadoras). El punto alcanzado es definitivamente muy bueno y se torna
innecesaria su evolución en estos momentos; si se lo hace, es solo en función
de continuar generando mercancías para colmar políticas empresariales, pero
tecnológicamente no hay nada que las justifique.
Otro tanto pasa con la
industria de los vehículos automotores; sabiendo que los motores de combustión
interna son uno de los principales agentes causantes del efecto invernadero
negativo, lo racional y éticamente correcto sería utilizar los nuevos avances
tecnológicos en la producción de transportes públicos no contaminantes,
buscando la paulatina eliminación del automóvil privado. Pero el hambre de
ganancias de las gigantescas corporaciones fabricantes de vehículos,
indisolublemente unidas a las grandes compañías petroleras, prefiere continuar
con la producción irracional de autos particulares en vez de promover salidas
viables con medios de movilidad públicos. La tecnología automotriz actual se
sigue desarrollando solo por el afán de ventas, siendo que ya no sería
necesario su avance sino, por el contrario, su reconversión hacia otro tipo de
vehículos: no contaminantes y de uso masivo, eliminando el agresivo, en términos
ecológicos, automóvil unipersonal o familiar.
5. Tecnologías intrínsecamente negativas
Llegamos a un capítulo
especial, aquél en el que sí, efectivamente, la forma misma de la tecnología
conlleva una carga negativa, por su probada peligrosidad. Se han desarrollado
tecnologías peligrosas sin respetar el más elemental "Principio de
Precaución" a pesar de existir serios indicios e informes científicos
señalando sus peligros, y se han aplicado masivamente después de que tales
peligros se confirmaron, y además con mayor gravedad y rapidez de lo previsto.
a) Biotecnologías que ponen en peligro la
conservación de la biosfera. Pueden incluirse aquí: la tecnología del ADN
recombinante; todos los cultivos y liberaciones ambientales de transgénicos;
los intentos de fabricar bacterias sintéticas, las bacterias alteradas por
mutaciones inducidas para uso en la "guerra bacteriológica", entre
otros avances tecnológicos.
b) Tecnologías bélicas, cuya única función es la
destrucción y el asesinato masivo. En particular las minas antipersonales, o la
utilización de "uranio empobrecido" para deshacerse de su peligro en
algún "país empobrecido". Según las cifras del jefe de oncología del
hospital local de Basora, en Irak, se ha producido un tremendo aumento de los
casos de cáncer y tumores, que han pasado de 32 casos anuales en 1989 a más de
600 en el 2002, lo que se atribuye al bombardeo masivo con proyectiles de
"uranio empobrecido". Sin embargo, un veterano estadounidense que
actuó en esta la primera Guerra del Golfo afirma que se lanzó allí una bomba
atómica, de menor potencia que la de Hiroshima (algo muy verosímil pues es una
intención declarada del Pentágono la prueba de "pequeñas" bombas
atómicas tácticas). En cualquier caso, la utilización masiva de proyectiles con
uranio empobrecido por los Estados Unidos está sobradamente acreditada y
confesada en los lugares en que ha intervenido, tanto en Irak como en Kosovo.
III
La investigación
científico-técnica es siempre una buena noticia para la humanidad. La promoción
de nuevos saberes y la invención de nuevas tecnologías abren perspectivas
positivas, por lo que siempre es deseable su promoción. Si alguno de esos
descubrimientos se muestra inoportuno, inconveniente o dudoso en cuanto a su
beneficio colectivo, el problema no está en la producción misma de los nuevos
conocimientos sino en su posterior aplicación. Por eso el objetivo final de
toda crítica no debe ser la tecnología propiamente dicha, o los conceptos
científicos de que se nutre, sino el sistema de relaciones sociales en que se
desenvuelven. El poder no está en los instrumentos mismos, en las herramientas
de que nos valemos para la vida, no importando su magnitud o complejidad: ha
estado y seguirá estando en las relaciones que establecemos los seres humanos entre
sí. La lucha por un mundo de mayor justicia, por tanto, no es una cuestión de
tecnologías. Es una cuestión política.
Si la tecnología no
sirve para un genuino desarrollo humano integral, ¿para qué está entonces? ¿Por
qué termina siendo más importante tener cosas –y cambiarlas cada vez más
rápidamente– que su aprovechamiento? No podemos estar fatalmente condenados a
valorar la vida en función de las cosas que, en todo caso, nos deben servir
para ayudarnos a vivir. El hacha de piedra, la rueda, el automóvil o el
teléfono celular son simplemente instrumentos que nos facilitan la vida;
olvidarlo implica generar un mito, reduciendo la vida a una frenética carrera
por su posesión, para no saber qué hacer una vez se los ha obtenido.
"El ser humano ha llegado a ser, por así decirlo, un
dios con prótesis; bastante magnífico cuando se coloca todos sus aparatos, pero
éstos no crecen de su cuerpo, y a veces le procuran muchos sinsabores", decía con razón
Sigmund Freud. Si lo olvidamos, no hay real desarrollo del ser humano. En vez
de venerar imágenes, tótems o espíritus, glorificamos pedazos de plástico o
cromo-vanadio. ¿O será ese nuestro destino? Evidentemente es muy pobre ese
camino. Las herramientas –cualquiera sea, desde la primer piedra pulida del homo habilis hasta la actual super
computadora más potente– tienen que servirnos para mejorar nuestras vidas, no
para esclavizarnos más. Si nos esclavizan, está claro que ello sucede porque el
proyecto en que se inscriben es el esclavizante. Una vez más entonces: el "enemigo"
no es la tecnología, sino el sistema que permite llegar a pensar que un robot
es más importante que una persona de carne y hueso, o que el lucro económico
puede permitir destruir la naturaleza.
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