He escrito desde el
momento en que el general Pérez Molina fue electo, que su gobierno tendría
atavismos contrainsurgentes y vocación neoliberal. Las evaluaciones del Programa
de Opinión Publica de la Universidad Rafael Landívar coinciden en otros
términos con mi caracterización.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Recuerdo muy bien las
acervas críticas que recibieron Álvaro
Colom y su gobierno desde muy pronto y sobre todo a partir de la mitad de su
período. Entre ellas estaba el que la esposa del presidente, tenía una
presencia hipertrofiada y que la
violencia delincuencial estaba desbocada. Ambos hechos contribuyeron a
consolidar la imagen de Colom como la de un hombre blandengue. En el
imaginario de amplios sectores fue el caldo de cultivo para que el slogan de
campaña de Otto Pérez Molina (“mano dura”) finalmente penetrara en la población. Recuerdo muy bien
haber visto en las instalaciones electorales del hotel Tikal Futura, cómo la
votación metropolitana para Pérez Molina se disparó hasta en un 70% del total
de votos. Y esto resultaba comprensible en una población que estaba desesperada
y lo sigue estando ante la imbatible delincuencia, particularmente la común que
es la que la asuela. El gobierno de Colom
también fue acusado de corrupción e ineficiencia.
Por ello al leer los
balances de dos años del gobierno de Pérez Molina que han hecho circular el Programa de Opinión
Publica de la Universidad Rafael Landívar (“Evaluación del segundo año del
gobierno de Otto Pérez Molina) y un comunicado de la Fundación Mirna Mack
(“¿Cómo y dónde estamos?”), no puedo
sino pensar en las ironías del la historia.
Una síntesis de estos dos documentos permite concluir lo siguiente: el
gobierno de Pérez Molina no ha podido abatir la corrupción pese a las leyes de
transparencia; es en la adjudicación de obras públicas soborno mediante donde
dicha corrupción aparece de manera clara; la rampantemente creciente corrupción
en el Congreso tiene que ver con la omisión gubernamental para combatirla; la ineficiencia gubernamental se observa en
seguridad, justicia, salud y educación. Evidencia de ello es el subejercicio
presupuestal: en noviembre de 2013 el presupuesto gubernamental se había ejercido
solamente en un 79.1% y el Ministerio de Desarrollo solamente lo había
ejecutado en un 52%. El decomiso de droga bajó en relación al gobierno
anterior. ¿Y la “mano dura”? Como resultado de medidas implementadas por Colom,
hasta el 2012 el número de homicidios tendió a bajar. Pero esta tendencia se revirtió en el segundo
cuatrimestre de ese año y se deterioró aun más en 2013.
Digna de atención
resulta la evaluación del desempeño de la vicepresidenta Roxana Baldetti:
carece de reflexión política mesurada o es francamente imprudente y la hipertrofia
de su poder lleva a uno de los analistas
entrevistados en la evaluación hecha por la Universidad Landívar a la
conclusión de que estamos ante un gobierno bicéfalo: muchas de las decisiones
tienen que ser consensuadas con la vicepresidenta “con lo cual Pérez pierde
liderazgo”. No cabe duda que si con
Colom teníamos una pareja presidencial,
con el de Otto Pérez Molina tenemos otra más.
He escrito desde el
momento en que el general Pérez Molina fue electo, que su gobierno tendría
atavismos contrainsurgentes y vocación neoliberal. Las evaluaciones referidas
coinciden en otros términos con mi caracterización: este gobierno ha sido un
aliado en la imposición de las mineras e hidroeléctricas y en el despojo
territorial que ello implica. Ante el
conflicto que este despojo desata, el gobierno ha privilegiado la defensa del
orden público en detrimento de los derechos humanos. Y esto hace previsible que
la conflictividad social se va a incrementar. En suma, al término de este
periodo es previsible que una vez más el partido oficial en turno se encuentre
desgastado y que continúe la rutina de la alternancia en el contexto de la ausencia de un sistema de partidos
estable. El partido Patriota empezará a ser historia y se extinguirá.
Y la estridencia de la “mano dura” será un proyecto fallido más.
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