“Quien promueve una
campaña sucia se sabe sucio y sabe que la suciedad apesta, por eso se esconde debajo
de la misma suciedad”, escribió un columnista del diario Tiempo de Honduras,
antes de las controversiales elecciones presidenciales del año anterior en ese
país. Una verdad irrefutable que, en Centroamérica, vivimos de nuevo en el
2014.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
El miedo: recurso de los poderosos cuando no pueden triunfar en la batalla de las ideas. |
Las actuales campañas
electorales en Costa Rica y El Salvador, países que acudirán a las urnas
presidenciales el primer domingo de febrero, así como la pasada elección en
Honduras, están revelando el verdadero rostro de los grupos dominantes en
Centroamérica: antidemocráticos y afectos a la violencia física, institucional
y simbólica cada vez que perciben que sus intereses están amenazados, no dudan
en recurrir al terror y la mentira como armas políticas para hacer de los principios de la
democracia representativa, que dicen defender, una oda proclamada en el vacío.
Uno de los paladínes de
esta “cruzada” es Juan
José Rendón, oscuro propagandista venezolano, declarado opositor de
la Revolución Bolivariana, y quien ha hecho fortuna gracias a la manipulación
mediática en España y América Latina. Asesor de Henrique Capriles en la última
elección presidencial, y de Enrique Peña
Nieto en México, durante la campaña que lo llevó al poder en 2013, en medio de
acusaciones ampliamente documentadas de compra de votos, ahora hace de las
suyas en Centroamérica: contratado por el Partido Nacional en Honduras, fue
artífice del triunfo de Orlando Hernández sobre Xiomara Castro -en noviembre
pasado- en comicios igualmente polémicos; y en El Salvador, actualmente asesora
a Norman Quijano, aspirante a la presidencia por el partido ARENA, en su
campaña de ataques contra el candidato Salvador Sánchez Cerén, del Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
En su momento, Xiomara
Castro, la candidata del Partido Libre, denunció la campaña sucia que emprendió
en su contra la derecha hondureña, alarmada por el crecimiento de su partido en
la intención de voto en las encuestas: “Están saliendo anuncios en televisión
donde dicen que nosotros llamamos a la subversión al pueblo, eso no es cierto”,
“está saliendo un anuncio de que nuestros hondureños no van a recibir las
remesas, yo ya aclaré”; “hemos visto
anuncios utilizando los logos y nombre de Libre, a través de internet están
dando información sobre propuestas de Libre que no son ciertas”, fueron algunos
de los reclamos y denuncias de la dirigente hondureña.
En El Salvador, el
Tribunal Supremo Electoral tuvo que intervenir en la contienda para suspender
la campaña sucia de ARENA contra el FMLN, en la que se utilizaban ilegalmente
imágenes de Sánchez Cerén y logos de su partido en varios spots televisivos, para inducir al error y a la confusión a los
votantes. Más recientemente, en un acto al mejor estilo de Rendón, el candidato
del derechista ARENA utilizó fotografías de Sánchez Cerén y su participación
como testigo de los diálogos de paz entre las FARC y el gobierno del
expresidente Andrés Pastrana, en la zona del Caguán, para sugerir un vínculo
entre el candidato del FMLN y la guerrilla colombiana.
Este mismo guión se
repite ahora en Costa Rica, y aunque aquí todavía no existen evidencias
concretas de la participación de Rendón en la campaña, lo cierto es el que modus operandi es el mismo. Tanto el
oficialista Partido Liberación Nacional (centro-derecha), como el Movimiento Libertario (extrema derecha),
se han lanzado a dentelladas contra el Frente Amplio (izquierda) y su candidato
José María Villalta: agitando fantasma del comunismo (ahora, renombrado como
“chavismo” y “orteguismo”, en alusión al presidente de Nicaragua), presagiando
apocalipsis por la supuesta fuga de empresas transnacionales, y en general,
inyectando miedo y zozobra a través de agresivas campañas propagandísticas –que
cuentan con el generoso auspicio de los grandes grupos de comunicación y otros
sectores empresariales- que menosprecian la inteligencia de los electores,
tergirversan hechos y dichos, y apelan al vergonzoso recurso de enlodar los
procesos políticos de otros países latinoamericanos, como Cuba, Venezuela,
Bolivia, Ecuador o Argentina, cuando ya no quedan argumentos para defender el
fracaso del neoliberalismo y su modelo de desarrollo en Costa Rica (la maquila
de servicios, la economía agroexportadora de postres y las zonas francas
entregadas al capital extranjero, pero desconectadas del resto de los sectores
productivos nacionales), que nos ha sumido en una peligrosa situación de
desigualdad, pobreza y deterioro de la calidad de vida de amplios sectores de
la población.
Expuestos
sistemáticamente a una campaña de difamación y mentiras sin contrapesos, sin
regulación del Tribunal Supremo de Elecciones, que se desentiende de estos
ataques, y por supuesto, sin reparos éticos de los dueños de los medios de
comunicación –prensa, televisión, radio e internet-, grandes ganadores del
proceso, toda vez que se apropian de los millonarios fondos de la contribución
estatal y privada al financiamiento de los partidos políticos, es difícil
prever cómo se comportarán los electores en las semanas que restan hasta el día
de las elecciones. Asimismo, es incierto el impacto que podría tener esta
guerra mediática sobre las percepciones y el apoyo al Frente Amplio que, hasta
el mes de diciembre, disputaba codo a codo el primer lugar en las encuestas.
“Quien promueve una
campaña sucia se sabe sucio y sabe que la suciedad apesta, por eso se esconde debajo
de la misma suciedad”, escribió
Joaquín Baldemar, columnista del diario Tiempo
de Honduras, antes de las controversiales elecciones presidenciales del año
anterior en ese país. Una verdad irrefutable que, en Centroamérica,
presenciamos cada vez que las oligarquías de viejo y nuevo cuño ponen en escena
los rituales electorales en unas democracias que creen cada vez menos en sus
propios principios.
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