La obra y el legado de
Mella, a 85 años de su muerte, representa un ejemplo de compromiso a seguir en
las batallas del nuevo milenio para hacer realidad la unidad de una Patria
grande, soberana y socialista.
Nayar López Castellanos
/ Rebelion
Julio Antonio Mella |
Intervención en el Acto Conmemorativo por el
85 Aniversario del asesinato de Julio Antonio Mella, organizado por la Embajada
de Cuba en México, Ciudad de México, 10 de Enero de 2014.
En la noche del 10 de
enero de 1929, hace 85 años, cuando caminaba junto a Tina Modotti por la calle
de Abraham González, en la Ciudad de México, el joven revolucionario cubano
Julio Antonio Mella fue asesinado, perdiéndose una valiosa y prometedora vida
de un comunista revolucionario. Lo que no sospechaban sus cobardes ejecutores,
cualquiera que haya sido su identidad, es que su eliminación física no
impediría que sus ideas florecieran y perduraran en innumerables batallas que
darían los pueblos latinoamericanos durante el siglo pasado y en el nuevo milenio,
empezando por su propia patria que, justo 30 años después de ese fatídico
enero, culminaría exitosamente en la más profunda de las revoluciones anti
dictatoriales y socialistas que se registran en América Latina.
Como otras tantas en
nuestra historia latinoamericana, la época en que Julio Antonio Mella fue
asesinado se caracterizó por una gran efervescencia política, en el contexto de
la dictadura de Machado en su natal Cuba, marcada por innumerables
intervenciones estadounidenses en la región, destacando los casos de Nicaragua
y Haití.
Durante esos años,
tuvieron lugar en el mundo procesos de transformación social de gran calado,
destacando las dos revoluciones sociales más importantes de principios del
siglo XX, la revolución mexicana, que terminada su etapa armada, inició una
reforma agraria; y la revolución rusa que culmina en la formación de la Unión
Soviética, primera experiencia socialista en el mundo, con una innegable
influencia en el pensamiento político latinoamericano.
De igual forma, destaca en
esa época un sistema de educación popular de orientación socialista, bajo la
pauta de la Reforma Universitaria que repercute en toda América Latina; así
como las luchas por la soberanía nacional, que devienen en anti-imperialistas,
como la de Sandino en Nicaragua, y de contenido socialista, como las
protagonizadas por Farabundo Martí en El Salvador y Luis Carlos Prestes en
Brasil.
La intensa y combativa
vida de Julio Antonio Mella también fue la expresión del nacimiento de un
pensamiento socialista en América Latina y el Caribe, un pensamiento propio y
consecuente con las realidades nacionales, lejos de la versión dogmática que,
como lo describió el Che en una carta dirigida a Armando Hart en 1965, se
reflejó en esos “ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte
pensar; ya el partido lo hizo por ti y tu debes digerir.”
Precisamente por estos
antecedentes, por las características que tuvieron los forjadores del
pensamiento socialista latinoamericano, como Mella, es que hoy en pleno siglo XXI,
América Latina y el Caribe es la única región del mundo, tras la caída de la
Unión Soviética y el bloque socialista europeo, en las que el socialismo existe
y se construye, se reformula y se discute, con sus propias interpretaciones,
errores y aciertos, pero de forma propia y libre. Las revoluciones
latinoamericanas no han seguido un libreto ni han sido basadas en dogmas: han
estado integradas de forma multi-clasista, no han hegemonizado una clase
explotada predestinada ni una vanguardia exclusiva, fueron y son guerrillas,
partidos, organizaciones y movimientos integrados tanto por obreros como
campesinos, por indígenas y mestizos, estudiantes, profesionistas, sacerdotes,
entre otros tantos protagonistas y sujetos socio étnicos.
Al respecto, el marxista argentino
Néstor Kohan escribe sobre la generación a la que perteneció Mella y
Mariátegui, como pioneros del pensamiento socialista latinoamericano, lo
siguiente: “esta segunda generación toma el marxismo como una herramienta
creadora y no simplemente como una bandera doctrinaria, como una identidad fija
y cristalizada que se enarbola sólo en función de la solidaridad internacional
o de la defensa corporativa frente a los ataques de la clase dominante nativa.
A partir de allí, de lo que se trata no es ya de deducir y aplicar sino de
‘traducir’ y crear. En ese proceso Mella nace como dirigente estudiantil
antiimperialista y allí también se inscribe la conocida idea de Mariátegui: ‘No
queremos que el socialismo sea, en nuestro continente, calco ni copia. Debe ser
creación heroica’. De alguna manera, esa frase-manifiesto sintetiza a toda su
generación”.1
Julio Antonio Mella es,
sin duda, uno de los forjadores del antiimperialismo latinoamericano, por su
inscripción en las corrientes socialistas y en el heterogéneo pensamiento de la
región que convergen en la lucha contra el intervencionismo estadounidense. El
conocimiento que Mella tenía sobre el fenómeno del imperialismo provenía
fundamentalmente de la realidad neocolonial en la que estaba inmersa su patria
en ese tiempo, por lo que advertía con claridad de los alcances del
imperialismo en todos los órdenes de la vida social y nacional, alentado desde
su fundación por los preceptos mesiánicos del llamado Destino Manifiesto que
hoy siguen enarbolando los dueños del poder en Estados Unidos.
En un llamamiento escrito
en la cárcel de La Habana el 2 de diciembre de 1925, Julio Antonio Mella
planteó una visión clara sobre el papel estratégico del internacionalismo y de
la unidad latinoamericana para luchar en contra del imperialismo, destacando su
enorme vigencia en la actualidad. Escribió Mella: “La unidad de la América que
sueñan todos los espíritus elevados del momento presente es la unidad de la
América nuestra, de la América basada en la justicia social, de la América
libre, no de la América explotada, de la América colonial, de la América feudo
de unas cuantas empresas capitalistas servidas por unos cuantos gobiernos,
simples agentes del imperialismo invasor. Esta unidad de la América sólo puede
ser realizada por las fuerzas revolucionarias enemigas del capitalismo
internacional: obreros, campesinos, indígenas, estudiantes e intelectuales de
vanguardia. Ningún revolucionario del momento actual puede dejar de ser
internacionalista. Dejaría de ser revolucionario. Ningún programa de
renovación, ni la destrucción de ninguna tiranía, podría tener lugar si no hay
una acción conjunta de todos los pueblos de América sin exceptuar a los de
Estados Unidos”.2
Hay que destacar su
contribución para al proyecto de emancipación de Cuba, no sólo con sus ideas
libertarias sino con sus acciones concretas como la formación de la Agrupación
Comunista de La Habana, del primer Partido Comunista en Cuba, la Federación de
Estudiantes Universitarios de Cuba, la Liga Antimperialista y la Federación
Anticlerical. Su participación directa en las diversas organizaciones y su
palabra franca y directa, generó la simpatía y admiración de miles de cubanos
en la resistencia anti dictatorial.
Julio Antonio Mella logró
sintetizar el esfuerzo de una juventud comprometida con las causas de los
oprimidos, una juventud rebelde y consecuente que inició en su patria firmes
senderos que después recorrerían Fidel, el Che, Frank País, José Antonio
Echeverría, Haydé Santamaría, Camilo y Raúl, entre otros tantos jóvenes
revolucionarios cubanos.
En particular para la
juventud de hoy, resulta fundamental valorar la acción y conocer a fondo el
pensamiento de Julio Antonio Mella, quien aún y con todas las adversidades que
representa enfrentarse al poderío imperial, actuó consecuente con sus
ideales revolucionarios, socialistas y antiimperialistas hasta el último
momento.
A pesar de los procesos
de cambio y de transformación social que se desarrollan en América Latina y el
Caribe, en particular, de aquellos que tienen lugar en Venezuela, Bolivia y
Ecuador, de la intensa integración económica que experimenta la región, de la
consolidación y renovación del socialismo en Cuba, y de las grandes
movilizaciones populares y experiencias autonómicas, como en el caso del MST de
Brasil y los indígenas mayas zapatistas, el intervencionismo estadounidense
avanza y se fortalece con el apoyo y complicidad de los grupos oligárquicos y
las élites políticas e intelectuales comprometidas con el proyecto neoliberal.
Los golpes de Estado en
Honduras y Paraguay; el espionaje permanente que la Casa Blanca realiza a
gobiernos, políticos y organizaciones en todos los países de la región; el
terrorismo mediático que transforma mentiras en verdades y crea una realidad
artificial propicia para mantener su hegemonía cultural; la vorágine del
capital que reconquista los recursos naturales y estratégicos de nuestras
naciones, tal y como ahora se ha dado en México con la entrega de nuestro
petróleo y la electricidad a los monopolios extranjeros; el criminal bloqueo
económico que mantiene contra Cuba, entre otros tantos casos, constituyen tan
sólo una muestra de la presencia injerencista de Washington en nuestra América,
y que Mella alertaba contundentemente desde aquellos tiempos en torno a su
peligro, insistiendo por ello en que sólo con unidad y vocación
internacionalista se le podía enfrentar, y vencer.
En este sentido, la obra
y el legado de Mella, a 85 años de su muerte, representa un ejemplo de
compromiso a seguir en las batallas del nuevo milenio para hacer realidad la
unidad de una Patria grande, soberana y socialista.
Notas:
1 Néstor Kohan, De
Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino, La Habana,
Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2008, p.95.
2 Julio Antonio Mella, América
Latina y las luchas sociales, China, Ocean Sur, 2013, p.87.
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