Un eventual nuevo
triunfo de la derecha costarricense en las elecciones del 2 de febrero –sea del partido oficialista
o de la extrema derecha-, azuzado por la enervada campaña “anticomunista” de
los últimos dos meses, tendría serías implicaciones en el liderazgo que pueda
asumir Costa Rica en la presidencia pro tempore de la CELAC.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
“Cree
el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de
alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la
alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los
gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima…”.
José Martí.
Para el canciller costarricense, Enrique Castillo, "la OEA es irremplazable" (Foto: Estrategia y Negocios). |
Los gobiernos de
América Latina se preparan para celebrar en La Habana la II Cumbre de la
Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), con una agenda en
la que, junto a los temas de orden social, económico, cultural y ambiental,
figuran también asuntos de fondo que obligan a asumir posiciones, y abrir
debates y frentes de lucha diplomáticos ante los intereses geopolíticos de los
Estados Unidos y la derecha continental.
Así, por ejemplo,
Venezuela ha anticipado que impulsará la incorporación de Puerto Rico como
miembro de CELAC, lo que supone un desafío al expansionismo y al imperalismo
histórico estaodounidense, que usurpó la soberanía de la isla y de su pueblo
desde el siglo XIX por medio de la ocupación militar, primero, y la
colonización cultural y económica después. Y en la misma línea de las
reivindicaciones antiimperialistas, se discutirán la situación de las Islas
Malvinas y el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, a fin de adoptar una posición
como bloque latinoamericano y caribeño.
Precisamente, este
carácter mucho más autónomo e independiente que expresa la CELAC es su seña de
identidad frente al mundo, y se explica por el espíritu o clima de época que marcaron el contexto de nacimiento del
organismo: el de las luchas antineoliberales, del ascenso de lo
nacional-popular y del nuevo rumbo político posneoliberal, en que el que
América Latina se ha convertido en vanguardia mundial. Y todo esto, en medio de
una crisis capitalista inédita –crisis civilizatoria, al fin y al cabo-, cuyas
implicaciones la derecha y los grandes poderes globales no logran comprender.
Más
aún, la CELAC fue pensada como una instancia que impulsara el
latinoamericanismo en el ámbito de la integración regional, de ahí que no
formen parte Canadá ni los Estados Unidos, y al mismo tiempo, de ruptura con el
panamericanismo grabado a sangre y fuego en la Organización de Estados
Americanos (OEA) –no se olvide que su creación, en la Conferencia Panamericana
de 1948, fue bautizada por la masacre del Bogotazo-,
y que durante la segunda mitad del siglo XX sirvió como teatro de marionetas de
la política imperialista de la potencia del norte para nuestra región.
Desgraciadamente, ese
lastre histórico del panamericanismo sigue vivo entre la derecha
latinoamericana, y un reciente exabrupto del canciller costarricense, Enrique
Castillo, nos lo ha recordado: hombre curtido en las lides de la diplomacia
tica y quien, antes de asumir su actual cargo,
se desempeñó como embajador permanente de Costa Rica ante la OEA de 2007
a 2011, Castillo declaró a la prensa local que este organismo y la CELAC “son
complementarios”, con lo que repetía el discurso del secretario general José
Miguel Insulza, con motivo de la invitación recibida del gobierno de Cuba a
participar, como invitado, en la Cumbre de La Habana. Pero el canciller fue más
lejos al afirmar que “la OEA es
irreemplazable, precisamente porque allí están dos actores importantes del
hemisferio, como Estados Unidos y Canadá. Eso hace indispensable a la OEA.
La OEA y la Celac son complementarias” (La
Nación, 21-01-14).
El desconocimiento
elemental del entorno latinoamericano y de los cambios ocurridos en el sistema
internacional en la última década, que reflejan los dichos del canciller, no
puede responder a ingenuidad o ignorancia; menos aún viniendo de un funcionario
que siguió desde Washington el curso de muchos de estos procesos, los debates, tensiones y descuentros que,
finalmente, configuraron las condiciones para el surgimiento de la CELAC en
Caracas.
El canciller Castillo
no solo retrata las afinidades ideológicas del actual gobierno costarricense,
las limitaciones conceptuales de su política exterior (producto del aislacionismo tico, que prefiere mirar
al Norte y no al Sur), o el aldeanismo
que campea entre la derecha criolla; también, y esto es lo más grave, nos
recuerda que la sombra del panamericanismo, sigilosa pero operante tras
bambalinas, constituye uno de los mayores peligros que enfrenta la CELAC y, en
sentido más amplio, la integración nuestraamericama impulsada en lo que va de
este siglo.
Un eventual nuevo
triunfo de la derecha costarricense en las elecciones del 2 de febrero –sea del partido oficialista
o de la extrema derecha-, azuzado por la enervada campaña “anticomunista” de
los últimos dos meses, tendría serías implicaciones en el liderazgo que pueda
asumir Costa Rica en la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados,
tanto en términos de la representación efectiva de las posiciones latinoamericanas
en los foros internacionales, como en el impulso de la agenda posneoliberal y
reivindicativa de la CELAC. Como se ve,
también en el orden de la unidad y la integración nuestroamericana será
decisivo un triunfo del progresismo en las elecciones en Costa Rica.
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