En la esperanza de
tiempos mejores, lejos de la noche neoliberal y en la línea de las transformaciones
nuestroamericanas, también van juntos los pueblos de El Salvador y Costa Rica a
las urnas. Como cantaba Silvio Rodríguez en una de sus memorables canciones de
los años ochenta, "el tiempo está a favor de los pequeños…”
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Una reciente encuesta ubicó al Frente Amplio de Costa Rica por encima de los partidos de la derecha. |
En El Salvador, la
contienda se centra entre las dos fuerzas que surgieron y se consolidaron
electoralmente tras la firma de los Acuerdos de Paz hace 22 años: por un lado,
la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), que profundizó las
políticas neoliberales en su largo período de gobierno de 1989 a 2009; y por el
otro, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que
aglutina a la izquierda histórica que participó de la lucha política y militar
durante la guerra civil, así como nuevos sectores progresistas y de la
juventud.
El FMLN alcanzó la
presidencia de la República hace cinco años con la candidatura de Mauricio
Funes, un reconocido periodista que no pertenecía a la militancia tradicional, dura, del partido, pero que logró
imponerse en virtud de su capacidad de generar acuerdos con sectores de la
sociedad –especialmente el empresariado-, en los que el discurso y las
propuestas del FMLN no habían logrado calar en anteriores elecciones. Funes
reinvindicó entonces una gestión al estilo del presidente brasileño Lula da
Silva, su amigo y consejero, y logró así superar las pruebas impuestas por las
campañas del terror a las que siempre acude ARENA.
Con un margen de acción
condicionado, entre otras cosas, por el legado de dos décadas de neoliberalismo
-y su innegable influencia en el sentido
común de la política salvadoreña-, y las presiones permanentes de la
derecha y del imperialismo, que aguardaban un error para proceder como hicieron en Honduras, con el golpe de
Estado a Manuel Zelaya, Funes maniobró para no alterar el statu quo y demostrar
que la izquierda puede ser gobierno. No obstante, debió pagar un precio muy
alto, al defraudar en parte las expectativas que muchas personas depositaron en
su triunfo y el cambio real prometido.
Pese a esto, el
candidato del FMLN, Salvador Sánchez Cerén, educador, líder histórico de la
guerrilla, del partido y actual vicepresidente de la República, se posiciona
como favorito para ganar, según los datos de las últimas encuestas de opinión,
que le dan ventajas de entre 7 y 9 puntos porcentuales sobre el candidato de
ARENA.
En su plan de gobierno,
Sánchez Cerén propone “convertir a El Salvador en una sociedad de oportunidades
compartidas, del conocimiento, de la prosperidad y la felicidad humana, edificada
en la cultura sustentable del bien común y encaminada hacia el buen vivir”, y define
tres ejes de su eventual gobierno: profundizar los cambios iniciados por la
gestión de Funes, “consolidar la democracia y el Estado constitucional, social
y democrático de derecho, fortaleciendo las instituciones y el papel de la
ciudadanía”, y “acelerar y profundizar la integración regional y
latinoamericana, y avanzar hacia la unión
centroamericana”.
En Costa Rica, el
electorado también se enfrenta a una disyuntiva entre modelos: uno,
representado por dos partidos de derecha –el Partido Liberación Nacional y el
Movimiento Libertario- supone la continuidad y profundización del modelo de
desarrollo neoliberal, exitoso para una minoría de empresarios y algunos
sectores de la población vinculados a las actividades del sector exportador y a
las inversiones de capital extranjero (transnacionales), pero que, al mismo
tiempo, ha provocado un aumento sistemático de la pobreza, la desigualdad y, en
general, un desgarramiento del tejido social y una pérdida de confianza en la
democracia.
La alternativa al continuismo
neoliberal la conforman dos partidos de izquierda y centroizquierda,
respectivamente: el Frente Amplio y el Partido Acción Ciudadana, cuyas
propuestas giran en torno a un conjunto de propuestas que pretenden, con
diferentes énfasis en cada caso, combatir la pobreza, la desigualdad social, la
corrupción; fortalecer el Estado en aquellos ámbitos en que las políticos
neoliberales prácticamente lo desmantelaron, y emprender transformaciones en el
modelo económico y productivo.
Las encuestas de
opinión publicadas esta semana ubican, una vez más, al Frente Amplio
compitiendo con los partidos del bloque neoliberal, y avanzado a una inmimente
segunda ronda de votaciones (en uno de estos estudios supera por 2% a
los partidos neoliberales). Pese a ser objeto de una feroz campaña mediática,
la agrupación de izquierda y su candidato José María Villalta parecen sortear
con éxito la guerra mediática, y se afirman como la principal opción para el
tramo final de la contienda, desde una perspectiva progresista. El Partido
Acción Ciudadana, por su parte, ha tenido un repunte en las últimas semanas,
pero hasta ahora eso no se refleja en los datos de los sondeos, y sus
dirigentes apuestan a verse favorecidos por lo que llaman “el voto silencioso”
de quienes deciden en los últimos días. En ese clima de incertidumbre, los
escenarios están abiertos casi para cualquier cosa… Especialmente para la
esperanza.
Y en esto, en la esperanza de tiempos mejores, lejos de la noche neoliberal y en la línea de las transformaciones nuestroamericanas, también van juntos los pueblos de El Salvador y Costa Rica a las urnas. Como cantaba Silvio Rodríguez en una de sus memorables canciones de los años ochenta, "el tiempo está a favor de los pequeños / de los desnudos, de los olvidados. / El tiempo está a favor de buenos sueños / y se pronuncia a golpes apurados".
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