En enero de 1964,
decenas de miles de voces se levantaron al unísono exigiendo la desocupación
militar norteamericana del suelo panameño. A la cabeza de esa protesta se
colocó el movimiento estudiantil. No fue casual, ni espontáneo. Desde
principios de la década de 1940 los
estudiantes asumieron un papel creciente en la vida política del país.
Marco A. Gandásegui, h.* / Especial para Con Nuestra América
Hace apenas mes y medio el
grupo artístico El Kolectivo denunció
la acción del gobierno que destruyó sus
murales que pretendían recuperar la memoria colectiva sobre la gesta del 9 de
enero de 1964. Los muchachos declararon
que la “indignación, rabia, tristeza nos envuelve al ver pisoteado nuestro
esfuerzo por salvar nuestra memoria histórica pero volveremos más fuertes y entusiasmados para defenderla”. Aquella gesta - cuyo cincuentenario conmemoramos hoy - sigue siendo el
grito de guerra del pueblo panameño y de la juventud. Es el símbolo del
proyecto de Nación y recoge lo más noble de nuestro patriotismo.
Desde la invasión
militar norteamericana de 1989, los sectores más oscurantistas del país han
querido borrar de la memoria colectiva de la nación la gesta heroica de nuestra
juventud. En medio de esta lucha ideológica, en 2013 apareció un movimiento por
el rescate del 9 de enero como fecha de reflexión nacional. El gobierno fue
obligado a respetar la fecha heroica que cumple hoy su cincuentenario.
En enero de 1964,
decenas de miles de voces se levantaron al unísono exigiendo la desocupación
militar norteamericana del suelo panameño. A la cabeza de esa protesta se
colocó el movimiento estudiantil. No fue casual, ni espontáneo. Desde
principios de la década de 1940 – con la creación de la Federación de
Estudiantes de Panamá (FEP) y del Frente Patriótico de la Juventud - los
estudiantes asumieron un papel creciente en la vida política del país.
El 9 de enero de 1964,
una delegación estudiantil del Instituto Nacional salió con una misión precisa
y concreta: Izar el pabellón nacional en la escuela secundaria de Balboa,
enclavada en la antigua Zona del Canal. La marcha pacífica de los institutores
fue rechazada violentamente por la Policía de la Zona.
Frustrados, los
estudiantes retrocedieron siendo golpeados por una Policía extranjera. En
momento alguno los valientes ‘aguiluchos’ perdieron la compostura y supieron
proteger la bandera mancillada por los agresores. Cuando la noticia de lo
ocurrido recorrió las calles de la ciudad de Panamá surgió un sentimiento de
indignación y orgullo patrio.
El ocupante que había reprimido la marcha pacífica de un grupo
estudiantil se sentía prepotente detrás de la zona amurallada. La respuesta fue
rápida y contundente. De cada rincón del país, apareció un pueblo dispuesto a
contribuir - aunque sólo fuese con su presencia – a reivindicar la afrenta. El
gobierno acuarteló a la Guardia Nacional para evitar enfrentamientos. En
cambio, EEUU procedió en forma opuesta. Movilizó primero a la Policía de la
Zona e, inmediatamente, desplegó a su Ejército acantonado en sus bases
militares. Las tropas ocuparon posiciones estratégicas e iniciaron un operativo
de limpieza basado en tácticas letales de guerra urbana.
Carlos Pérez M.
describe en la revista TAREAS Nº146
(enero-abril 2014) la confusión que imperaba entre las instancias militares de
EEUU, el gobierno de la Zona del Canal y la Embajada de ese país en esos días
de enero. El gobernador (“¡de qué!”)
de la Zona quería conservar su autoridad, mientras que los militares del
Comando Sur se impusieron ‘de facto’. Al mismo tiempo, la Embajada perdió el
control sobre la situación. El operativo militar desordenado e irresponsable de
EEUU dejó como secuela 23 mártires panameños que el país honra permanentemente
desde hace 50 años.
Su sacrificio, como lo
señala Raymundo Gurdián, fue la plataforma sobre la cual se negociaron los
Tratados del Canal Torrijos Carter (1977) que puso fin a la ocupación colonial
de EEUU en Panamá. Según Adolfo Ahumada, citado por Celestino Araúz, se convocó
a una manifestación relámpago en los predios de la Universidad de Panamá. “Más
de mil estudiantes salimos entonces por la (vía) Transístmica, encabezados por
los dirigentes de la Unión de Estudiantes Universitarios y de la Federación de
Estudiantes de Panamá”. Eduardo Flores señala que el 10 de enero se celebró una
Asamblea en el Paraninfo de la Universidad de Panamá “donde después de un análisis
se aprobó un manifiesto y una marcha a la Presidencia”. En el manifiesto se
pidió la ruptura de relaciones con EEUU.
Los
dirigentes universitarios que encabezaron esa columna fueron Floyd Britton,
Víctor Avila, Adolfo Ahumada, César Arosemena y Simón Liepsik. Además, Rolando
Armuelles, Moisés Carrasquilla, Euribiades Herrera, Adán Castillo Galástica,
Honorio Quezada y José Hurtado. Curiosamente, un periodista norteamericano,
reputado agente de la CIA, Jules Dubois, citado por Araúz, confirma las credenciales
de los dirigentes estudiantiles. Para EEUU, sin embargo, los estudiantes no
eran los héroes que los panameños reconocemos. Eran los enemigos que la máquina
propagandística de la CIA tenía que destruir.
“Volveremos
más fuertes” es, sin duda, el grito de cada generación de jóvenes que han
escalado hasta las cimas más altas en el proceso de construcción de la Nación
panameña. ¿Quién se hubiera imaginado que una juventud rebelde pondría fin a
esa absurda pretensión de Washington - en colusión con nuestros entonces
dirigentes políticos, en aquella fría y oscura noche del otoño norteamericano
(18 de noviembre de 1903), cuando el secretario de Estado norteamericano, John
Hay, y el francés Bunau Varilla, firmaron un Tratado - que pretendía convertir
a Panamá en semicolonia a perpetuidad?
9 de enero de 2014.
* Profesor de
Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
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