Con el derrumbe del
socialismo, la Guerra Fría fue insostenible; pero no varió la decisión de los
EE.UU. por imponer su modo de vida económico e institucional. El moderno
expansionismo (el enemigo pasó a ser el ‘terrorismo’) se dio bajo otra premisa:
el mercado libre.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
En su conocido libro Historia del siglo XX (1994), el
historiador británico Eric Hobsbawm siguió la trayectoria de lo que considera
como el ‘corto siglo XX’, comprendido entre 1914-1991, es decir, entre la
Primera Guerra Mundial y el derrumbe del socialismo. Hobsbawm hace, en
realidad, un balance historiográfico de este período.
Pero hay otra obra del
profesor español Josep Fontana, titulada Por
el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945 (2011 y 2013), que
ofrece otra perspectiva.
Fontana observa cómo al
finalizar la Segunda Guerra Mundial se revistió a la humanidad con nuevos e
idealistas principios e instituciones: por fin se garantizaría la paz, se
edificaría un planeta para la existencia de la libertad y el bienestar y, sobre
todo, se respetaría el derecho de todos los pueblos a decidir sobre su futuro,
basados en la propia soberanía y la autodeterminación. Sin embargo, después de
casi setenta años, las esperanzas sobre el cumplimiento de las promesas son
absolutamente desalentadoras.
Ocurrió, en cambio, que
con la posguerra se edificó un mundo adecuado a los intereses de dos potencias:
los EE.UU. y la URSS. La Guerra Fría pasó a ser un instrumento de consolidación
de ese nuevo mundo, disfrazándole con el enfrentamiento entre la ‘libertad’ y
el ‘comunismo’.
Para garantizar los
poderes mundiales, no se dudó en las intervenciones ni en el atropello a los
derechos humanos o a las soberanías. Fontana destaca, de modo particular, cómo
en ese camino se edificó el poder mundial de los EE.UU., cuyo modelo de vida
fue concebido como el único admisible y el que debía inculcarse sobre el
planeta.
Con el derrumbe del
socialismo, la Guerra Fría fue insostenible; pero no varió la decisión de los
EE.UU. por imponer su modo de vida económico e institucional. El moderno
expansionismo (el enemigo pasó a ser el ‘terrorismo’) se dio bajo otra premisa:
el mercado libre, lo cual condujo a que los propios EE.UU. abandonaran las
políticas del New Deal, impulsadas en los años treinta para abatir la crisis y
que supusieron alguna intervención del Estado, para dar paso ahora al dominio
completo de las gigantes empresas y sus intereses.
La ‘economía de libre
mercado’ (los EE.UU. descalifican el término ‘capitalismo’) se impone y también
en Europa se desmontan las políticas sociales.
Fontana concluye muy bien que lo único que sigue ocurriendo es el engaño por un mundo mejor, pues todo funciona y se encamina por el bien del imperio.
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