América Latina vivió la
soledad de los años 1990, cuando solo existía en los procesos de privatización
y en las crisis financieras. Aparte de eso, solo noticias deportivas o una que
otra elección que escogía nombres distintos para el mismo tipo de gobierno,
hablaban del continente fuera de sus fronteras.
Emir Sader / ALAI
Era una soledad con las
promesas de que la vía escogida entonces sería la de la integración en la
globalización. Uno que otro mandatario, como Fernando Henrique Cardoso, era
invitado a alguna cumbre de la llamada “tercera vía”, para demostrar que
todavía quedaba algo de vida inteligente en el Sur del mundo.
Pero en general eran
personajes despreciados – como Carlos Menem, Alberto Fujimori, Salinas de
Gortari, Fernando Collor de Mello, Fernando de la Rua -, justamente porque
aceptaban, de forma sumisa, los dictámenes del FMI, del Banco Mundial, de la
OMC, con la esperanza de que la globalización trajera a nuestros países mas que
capitales especulativos y sus respectivas crisis.
Hoy Latinoamericana
vive de nuevo en soledad. Pero otro tipo de soledad. Varios de sus gobiernos
despliegan políticas posneoliberales, a contracorriente de los vientos que
vienen del centro del capitalismo, que siguen siendo vientos neoliberales. Así,
estos gobiernos logran escapar de la recesión impuesta a los países del centro
del sistema y que se reproducen en tantos otros de la periferia: varios en la
misma América Latina.
Aprendiendo de las
mismas experiencias europeas, esos gobiernos reaccionaron frente a la larga y
profunda crisis generada en los países del Norte, han puesto en práctica
políticas anticíclicas, que nos han permitido defendernos de la recesión.
Mientras, paradójicamente, en Europa se intensifica la recesión con medidas de
corte ortodoxo.
Con esas políticas,
países latinoamericanos como Argentina, Venezuela, Brasil, Uruguay, Ecuador,
Bolivia, no solo han resistido a la recesión, sino que han disminuido la
desigualdad, la pobreza y la miseria, mientras éstas aumentan en Europa, Estados
Unidos y Japón.
Por eso esos gobiernos,
integrados en procesos propios de intensificación de sus relaciones, están, sin
embargo, aislados respecto a otras regiones del mundo. Hay un intenso mercado
con China, es cierto, pero ello no ha significado, hasta ahora, la creación de
una fuerza política que proponga alternativas al agotado neoliberalismo.
Existen, es cierto, los
Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que han tomado importantes
iniciativas, especialmente la más reciente creación, por ejemplo, de un banco
propio de financiamiento y apoyo a los
países emergentes. Pero los Brics no han definido todavía una política y un
marco de alianzas que pueda congregar al conjunto del Sur del mundo.
García Márquez decía,
en su extraordinario discurso de recibimiento del Nobel de literatura, que los
otros aceptan la originalidad de la creación artística de nuestros países, pero
se resisten a aceptar que nosotros desarrollemos esa misma creatividad para
definir nuestros destinos. Ahora esos países han encontrado el camino para, de
forma original y creativa, construir el destino latinoamericano. Nos
encontramos un destino común, aunque, todavía al precio de vivir una nueva
soledad. Pero, por lo menos, la vivimos con sociedades más solidarias, menos
desiguales, soberanas.
-Emir Sader, sociólogo
y cientista político brasileño, es coordinador del Laboratório de Políticas
Públicas da Universidade Estadual do Rio de Janeiro (UERJ).
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