Cuando se habla de Cuba, es fácil caer
en la consigna o en la diatriba. Desde el inicio mismo del proceso generó
controversias, discusiones, adhesiones y repulsas, como por demás genera toda
acción humana radical.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Para América Latina fue un parte aguas.
Abrió una nueva época en la que la lucha armada para tomar el poder y cambiar
la sociedad se convirtió en el afán de todo revolucionario. A lo largo de todo
el continente emergieron figuras que trataban de emular a Fidel, al Che, a la
guerrilla de la Sierra Maestra, y se entregaban hasta el sacrificio supremo de
la inmolación.
Con el derrumbe del campo socialista
nadie daba un centavo por su supervivencia. En medio del mar Caribe, a escasas
90 millas de los Estados Unidos, bloqueada, sin apoyos externos, era cuestión
de tiempo verla caer. Pero contra viento y marea resistió.
Alguna vez en este mismo espacio dije que la Cuba de esos años recordaba a la
Numancia ibérica, heroica hasta límites que despiertan la admiración de quienes
la queremos, y la incomprensión de quienes, frotándose las manos, no entienden
por qué la fruta madura no cae de una vez por todas.
A pesar de los contratiempos, Cuba
siguió navegando, con todo lo que ese navegar significa, es decir, cuidando y
educando a su gente. Claro que ha tenido que pagar por persistir en su empeño y
su modelo social ha sufrido, a tal punto que en el discurso de Raúl en la
celebración del 55 aniversario de la Revolución, alertó sobre la necesidad de
redoblar la unidad nacional y, sobre todo, de trabajar con aquella juventud que
ha perdido la mística que tanto los caracterizó siempre.
La pequeña Cuba caribeña sigue siendo,
sin embargo, motor generador de los mejores ejemplos de humanismo de nuestros
días. Recientemente, en Brasil, la presidenta de ese país, Dilma Rousseff, en
acto público agradeció a los médicos cubanos que han llegado hasta los más
remotos lugares para llevar salud a quienes, muchas veces, no habían visto a un
médico en toda su vida.
Agradeció personificando su
agradecimiento en Juan Delgado, cubano, negro y doctor, quien cuando llegó a
ese país, hace poco menos de un año, fue recibido junto con sus compañeros y
compañeras profesionales de la salud, con abucheos e insultos por parte de
médicos brasileños que, azuzados por los gremios, veían en su llegada una
competencia en su ejercicio mercantil de la profesión.
Ese tipo de manifestaciones anticubanas
se presentan en todas partes y en todo momento. En Costa Rica, por ejemplo,
recientemente volvió al país la doctora Mirna Román, formada en la Escuela
Latinoamericana de Medicina de La Habana. Siendo la primera ngöbe que se gradúa
de médica en toda la historia de su pueblo, fue entrevistada por un periódico
de circulación nacional y su caso fue conocido por todo el país. Pocos saben,
sin embargo, que la flamante doctora Román enfrenta la férrea muralla del
Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica, que se niega a reconocer los
títulos de los médicos formados en Cuba.
El prestigio del que gozan estos profesionales
entre la población es, sin embargo, singular, y no nos referimos solamente a
los sectores populares. Su don de gentes, su visión integral de la salud humana
y su formación profesional los hace resaltar a donde vayan. Por eso mismo, esas
manifestaciones anti cubanas, disfrazadas de profesionalismo, no hacen sino
reforzar la idea de que la Revolución Cubana les sigue doliendo a los grupos
dominantes. Mientras más les duela, más se ratifica que Cuba va por buen
camino.
¡Salud, cubanos, en este nuevo aniversario!
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