El anexionismo norteamericano no tiene
que ser necesariamente físico; Cuba no tiene que pasar necesariamente a ser una
estrella más de la bandera norteamericana, pero pueden anexionarla ideológica y
culturalmente.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Paseo del Prado en La Habana. |
La casa Chanel realizó un desfile de
modas en La Habana con todo el “glamour” de las grandes paradas europeas.
Llegaron sílfides importadas del otro lado del océano, y desfilaron por La
Habana en carros descapotables que sobreviven en las calles como símbolo de una
ciudad sitiada que no pudo reponer su parque automotor durante 50 años.
El Paseo del Prado se cerró durante el
evento. Los invitados especiales, vestidos sofisticadamente según el último
grito de la moda, se sentaron en los bancos que regularmente ocupa el pueblo
llano para hacer sus transas cotidianas que les permiten la sobrevivencia, y que
ahora fue desplazado a un lugar “privatizado” por algunas horas.
Está bien, puede ser una estrategia para
posicionar al país como destino para el turismo sofisticado o algo por el
estilo que escapa a la imaginación de este escribidor, pero el mensaje que
envían este tipo de eventos es ambiguo.
¿Es el lujo y la frivolidad algo que la
nueva sociedad cubana deberá ver con normalidad de ahora en adelante? ¿Es
solamente una muestra de lo que pasa en el resto del mundo y que solo usa a La
Habana como escenario?
En un país en el que el ascetismo es un
valor que ha sido elevado a categoría de forma deseable de ser, parece una
contradicción. Tal vez no lo sería tanto si se explicara a la población qué es
lo que está pasando, por qué se hacen estas cosas, qué lugar ocupan en el
período de reformas al socialismo que están viviendo.
La explicación abierta, larga y
detallada fue una característica del socialismo cubano. Fidel ocupó estrados y
escenarios abundando en información de todo tipo pero eso parece haber desaparecido
en el momento en que más se le necesita: en Cuba se están construyendo nuevos
consensos y debe haber claridad en un terreno en disputa.
En Cuba a eso se le llama la batalla de
ideas. Es la dimensión ideológica de la cruenta guerra que llevan librando por
más de medio siglo y que internamente la Revolución ha sabido ganar. En otras
partes, quedarse atrás en esa guerra ha pasado la factura. Un ejemplo es
Venezuela, en donde la sociedad de consumo y sus valores alcanzan niveles
paroxísticos, como en pocos otros lugares de América Latina, y no hay una
respuesta por parte de las fuerzas nacional-populares a la altura que requieren
las circunstancias, sobre todo ahora que falta Hugo Chávez y no hay una voz que
ayude a entender a los más amplios sectores populares.
Imágenes que cada vez se repiten más y
dan la vuelta al mundo son las de las
banderas norteamericanas portadas por cubanos; se envuelven en ella, la hacen
ondear, se visten con ella, la ponen en los carros. Da qué pensar. El
anexionismo norteamericano no tiene que ser necesariamente físico; Cuba no
tiene que pasar necesariamente a ser una estrella más de la bandera
norteamericana, pero pueden anexionarla ideológica y culturalmente.
Claro que en Cuba lo saben, no son
tontos, nunca lo han sido, por eso llevan tantos años resistiendo unidos. En el
Congreso del Partido Comunista hablaron de ello, hicieron referencia a la
estrategia del soft power de Obama,
lo que da a entender que están alertas y tomarán sus medidas, pero hechos como
los que aquí comentamos desconciertan. Pareciera que no se ha aquilatado
suficientemente el papel sutilmente inoculador de este tipo de eventos como el del
desfile de moda de Chanel en Cuba.
Ojalá nos equivoquemos y no estemos siendo sino aves de mal agüero.
Ojalá nos equivoquemos y no estemos siendo sino aves de mal agüero.
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