El proyecto de las grandes transnacionales
es el que encarna, utilizando el miedo y la incertidumbre de la gente,
especialmente de las clases medias, en los proyectos de la derecha política que
hoy levanta la cabeza en Europa y América Latina.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente UNA-Costa Rica
"Salvadores", de Hernández (La Jornada) |
Donald Trump, prácticamente elevado a la
categoría de candidato del Partido Republicano norteamericano; el Partido de la
Libertad de Austria perdiendo las elecciones por un pelo; el inusitado avance
del Frente Nacional, el partido de los Le Pen, en Francia; Brasil inerme ante
la arremetida neoliberal que tiene al Congreso como punta de lanza política;
Venezuela bajo asedio feroz. Hay un avance inusitado de la derecha en el mundo,
que se apoya en el temor, la incertidumbre y la desconfianza.
En cada lugar los detonantes pueden der
distintos, pero existen causas subyacentes comunes: una época teñida por el
miedo a un futuro en el que llega a cuestionarse hasta la sobrevivencia de la
especia humana en épocas no muy lejanas; un tiempo en el que el espacio cercano
de la gente se llena de caras, colores de piel y costumbres distintas, y que les
parecen amenazantes; un período en el que muchos se quedan sin un trabajo que
les permita ganarse el sustento, y en el que cuando consiguen un empleo es
precario, temporal, alejado de lo que quisieran; un momento de la historia en
que el enfrentamiento armado y todas sus consecuencias sucede cerca o, a veces,
en nuestra propia casa.
Una época, en suma, en la que muchas de
las cosas que parecían naturales de pronto empiezan a cambiar o cambian
radicalmente sin que dé tiempo a adaptarse.
Esa inestabilidad y desconfianza atiza
la ambivalencia de las clases medias, las hace buscar asidero y parecen
encontrarlo en lo que creen que apuesta por lo de siempre, por el estatus quo.
Y eso es lo que les ofrece la derecha que las convierte en pasto fácil de
proyectos que no son de ellos pero los utilizan.
Los proyectos son los del gran capital,
los de las grandes corporaciones, los de los flujos que solo vemos retratados
en los índices de las bolsas de valores que suben y bajan.
Son los que determinan lo que pasa, los
que perfilan los contornos de nuestra época. Son, también, los que cada vez
necesitan menos de nosotros, y que solo mantienen la parafernalia de la
democracia y sus rituales porque deben tener cierto clima de tranquilidad para
crecer y lucrar, aunque también lo hacen con la guerra y en medio de ella.
El proyecto de las grandes transnacionales
es el que encarna, utilizando el miedo y la incertidumbre de la gente,
especialmente de las clases medias, en los proyectos de la derecha política que
hoy levanta la cabeza en Europa y América Latina.
Ha sabido capear el temporal que se
abatió sobre ella, aprendió de los golpes recibidos, adoptó nuevas tácticas y
estratégicas y, poniéndose con ellas nuevas caretas, salió a reconquistar el
terreno en el que había cedido.
Ha dado
un paso al frente.
Ha constituido una estrategia mundial
que, si no está orquestada, lo parece. El gran titiritero apenas asoma cuando
es necesario, pero usualmente actúa desde las sombras. Tiene un poco más de un
siglo de estar forjando instituciones, estrategias, mecanismos y controles que
le permiten urdir con paciencia el camino para lograr lo que desea y necesita.
El gran titiritero, el águila rapaz, el
doble cara, el encantador de serpientes que da la mano sonriente en La Habana y
en Saigón frente a los símbolos de la resistencia y la rebeldía, el Che en la
Plaza de la Revolución, la bandera de la estrella solitaria en Viet Nam.
Nada es casual, todo se urde, todo se
teje todo se imbrica.
Pobres de nosotros si no nos damos
cuenta.
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