El viejo
enfrentamiento entre bolivarianismo y monroísmo, entre la América Latina una y
solidaria, que aspira a levantarse y caminar sobre sus propios pies, y el
dictum imperial de la América para los (norte)americanos, una vez más es el
telón de fondo de las luchas políticas que sacuden a Venezuela, Brasil y
Argentina.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Kirchner, Lula y Chávez: la confluencia en torno al proyecto de integración bolivariano. |
En diciembre de 1994,
un teniente coronel de paracaidistas del ejército venezolano, llamado Hugo
Chávez Fríos, de visita en Cuba, recibió la invitación de Fidel Castro para
impartir una conferencia
en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. En su disertación, aquel
joven líder recién indultado, perfiló el programa ideológico de lo que, años
después, se convirtió en la Revolución Bolivariana; y además, anunció el proyecto
de integración continental que sentó las bases de la actual CELAC: “un proyecto estratégico continental de
largo plazo”, que en un horizonte de 20 a 40 años, permitiera el desarrollo
de un modelo económico y político alternativo, soberano y complementario para
la región. “Una asociación de Estados
latinoamericanos (…) que fue el sueño original de nuestros libertadores (…). Un
congreso o una liga permanente donde discutiríamos los latinoamericanos sobre
nuestra tragedia y sobre nuestro destino”; que hiciera del siglo XXI “el siglo de la esperanza y de la
resurrección del sueño bolivariano, del sueño de Martí”.
Una década más tarde,
ahora como presidente de Venezuela e impulsor de la Revolución Bolivariana,
Chávez retomó la idea del proyecto continental y lanzó a la palestra la
propuesta de construcción del eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires como punto
neurálgico, estructurante de la nueva América del Sur –a la que visualizaba
como potencia mundial-. “Hay un eje que
se está formando, el eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires, el eje en torno al cual
se está desarrollando una nueva visión geopolítica, económica, de integración. ¡Con
Brasil nos unen tantas cosas!”, había dicho Chávez en 2004.
En la suma de cada
proceso nacional-popular y progresista que fue emergiendo en nuestra América, y
en su articulación estratégica, Chávez supo atisbar el camino hacia la construcción
del sueño bolivariano en el siglo XXI. Allí, el eje Caracas-Brasilia-Buenos
Aires estaba llamado a cumplir un papel fundamental en la configuración de una
nueva arquitectura de la integración regional, en un nuevo equilibrio de poder
en las relaciones interamericanas y en el diseño de un proyecto nuestroamericano de superación del
neoliberalismo. Tarea en la que Chávez ofrendó su propia vida.
La magnitud de este sueño
y las posibilidades reales de articulación de los tres países en ambiciosas
iniciativas, como quedó demostrado en la confluencia de liderazgos de Chávez,
Lula da Silva y Néstor Kirchner, rápidamente encendió las alarmas del
imperialismo. De ahí la importancia que, en el diseño de la política exterior de
Washington, especialmente en los últimos dos a tres años, han tenido la guerra
económica y geopolítica orquestada contra Venezuela, el golpe parlamentario en
proceso de consumación en Brasil y la dolorosa restauración neoliberal que
sufre el pueblo argentino. No solo se trata de abortar experiencias que, con
mayor o menor radicalidad, y con mayor o menor éxito, plantaron cara –en el
marco de sus especificidades- al imperialismo y al neoliberalismo: se trata,
sobre todo, de destruir política y culturalmente el ideal bolivariano que en
estos años ha vivido un renacimiento, animando búsquedas y utopías en toda la
región. En definitiva, el objetivo es aleccionar
a los pueblos mediante el sacrificio de la esperanza emancipadora en el altar
de la dominación.
El viejo
enfrentamiento entre bolivarianismo y monroísmo, entre la América Latina una y
solidaria, que aspira a levantarse y caminar sobre sus propios pies, y el dictum imperial de la América para los
(norte)americanos, una vez más es el telón de fondo de las luchas políticas que
sacuden a Venezuela, Brasil y Argentina –con reverberaciones en el resto del
continente-, con el oscuro protagonismo de unas derecha que optado por llevar
hasta sus últimas consecuencias el guión
de la tragedia.
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