La refundación del
Estado para que tenga un sentido progresivo tiene que asentarse en una correlación de fuerzas en la cual lo popular
tenga un peso determinante. Si eso no sucede así, la refundación tendrá un
desenlace reaccionario e involutivo.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Probablemente ya poco
se pueda agregar a todo lo que se ha venido diciendo durante el mes de mayo con respecto a la refundación
del Estado. Acaso el reactivar esa discusión,
haya sido el único mérito que haya tenido la iniciativa del ex
presidente Jorge Serrano Elías al convocar a un “Frente Amplio de Refundación”,
que busca precisamente eso, refundar el Estado.
Entre las personas que la prensa ha mencionado como parte de esa
iniciativa, se encuentran dos figuras prominentes provenientes de la
contrainsurgencia, el capitán Oscar Platero Trabanino y el teniente coronel
Otto Bernal. El primero fue
vicepresidente de la Fundación contra el
Terrorismo y el segundo, además de su trayectoria militar, tuvo efímeras
pretensiones presidenciales a través
del partido Corazón Nueva Nación. También se encuentran dos
figuras históricas de la insurgencia, los comandantes Pablo Monsanto y César
Montes. En días pasados estos personajes y otros más se reunieron en Panamá con
el ex presidente Serrano Elías para organizar las acciones para refundar el
Estado en Guatemala.
Advierto en la iniciativa dos inconvenientes. En primer
lugar, cualquier iniciativa encabezada por Jorge Serrano Elías seguramente es
un proyecto que nacerá muerto. El desprestigio de Serrano Elías es muy grande
desde que imitando a Fujimori encabezó una suerte de autogolpe el 23 de mayo de
1993, al disolver el Congreso de la Republica, la Corte Suprema de Justicia y
la Corte de Constitucionalidad. A diferencia de Fujimori, la jugada autoritaria
no le salió bien y Serrano fue derrocado
siete días después y tuvo que salir al exilio en Panamá. En este lugar vive y
de ese lugar quiere regresar a Guatemala. Es probable que toda esta iniciativa
refundacional sea una jugada política para poner fin a su destierro. Por otra
parte no me causa ningún entusiasmo que alguien proveniente de una organización
de extrema derecha encabece un proceso
refundacional. En segundo lugar, para que no sea espuria la refundación del
Estado tiene que ser antecedida por un vasto movimiento político y social que
busque una transformación esencial del orden existente. Esto es lo que el
teórico italiano Antonio Negri ha llamado “el poder constituyente”. Ese poder
fue lo que observamos en los procesos políticos que culminaron en procesos de este orden en Venezuela, Ecuador
y Bolivia y ese poder es precisamente el que no se advierte en Guatemala. Las
grandes movilizaciones de 2015 en Guatemala estuvieron limitadas a la
antipolítica y culminaron en la elección de Jimmy Morales, epílogo
anticlimático de un ciclo de cinco meses
de movilizaciones en los cuales se pusieron
muchas esperanzas.
La refundación del
Estado para que tenga un sentido progresivo tiene que asentarse en una correlación de fuerzas en la cual lo popular
tenga un peso determinante. Si eso no sucede así, la refundación tendrá un
desenlace reaccionario e involutivo. Una asamblea constituyente en Guatemala en
estos momentos muy probablemente terminaría en una profundización de la
voluntad neoliberal que es muy fuerte en el seno de los poderes facticos en el país.
Así las cosas, ¿para
qué propiciar una regresión?
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