El Estado Social es uno de los mayores logros de nuestro pueblo.
Preservarlo y consolidarlo es la única garantía para vigorizar nuestra
democracia y poner las bases de ese futuro mejor con que sueñan las nuevas
generaciones.
Arnoldo Mora Rodríguez /
Especial para Con Nuestra América
El Estado es el monopolio de la violencia por parte de una institución
pública de jurisdicción plena en un
territorio debidamente delimitado, con el fin de evitar que la sociedad se
autoelimine (Hobbes). Ese objetivo solo se logra mediante un acto político
fundante, que Rousseau llamaba “contrato social” y que, en nuestra historia, lo
fue “El Pacto de Concordia” (Diciembre de 1821). Gracias a Carrillo, Juanito Mora y los liberales forjamos,
a lo largo y ancho del siglo XIX, el Estado-Nación. En la primera mitad del
siglo XX se fue forjando el Estado
Social. El Obispo Thiel, hijo de un líder obrero de la fundación católica
Kolberg en Renania (Alemania) y que
inspiraría la Primera Encíclica Social “Rerum Novarum” del Papa León XIII (15
de Mayo de 1891), en su carta pastoral sobre EL JUSTO SALARIO (Setiembre de
1893) esbozó lo que debería llegar a ser el Estado Social, afirmando que el
Estado tenía el deber moral y legal de promover la justicia social como única
manera de evitar el empobrecimiento de los trabajadores. Desde el punto de
vista político, sería Feliz Arcadio Montero quien, con la fundación del Partido
Independiente Demócrata, pondría la lucha de clases como motor del activismo
político. Ya a inicios del siglo XX, los más connotados intelectuales (García
Monge, Omar Dengo, Billo Zeledón, Carmen Lyra) apoyarán las luchas de los
sindicatos de inspiración anarquista, asumiendo con ello la confrontación
ideológica.
Todo este trasfondo explica la
posición enhiesta y visionaria del Presidente Alfredo González Flores, quien en
su memorable discurso ante el Congreso de la República, definirá el papel del
Estado en materia social. D. Alfredo señala a los diputados lo siguiente:”Entre
los proyectos que el Gobierno está elaborando, se encuentra el que imponga una
contribución apropiada a las ganancias así habidas sin esfuerzo de parte del
beneficiario, y a costa de la comunidad” (GONZALEZ Flores, Alfredo: SU
PENSAMIENTO, Biblioteca Patria, Editorial Costa Rica, 1980, pg. 58). Este
mensaje visionario de auténtico estadista fue, para desgracia y vergûenza de
los costarricenses, lo que le valió dos
años más tarde el golpe de Estado, que le propinó la cerril oligarquía criolla
y, con ello, surgiría la tiranía de los Tinoco. Como patriótica reacción vendría pronto el levantamiento popular que
llevaría al derrocamiento de ese oprobioso régimen. Producto de esta situación,
surgiría la alianza entre los sindicatos y el movimiento socialcristiano que
daría origen al Partido Reformista, liderado por el carismático
General-sacerdote Jorge Volio.
Tales son los antecedentes que dieron origen a las reformas sociales
de 1943, llevadas a cabo por la “alianza inverosímil” encabezada por el Dr.
Calderón Guardia, Monseñor Sanabria y Don Manuel Mora y que, gracias al
liderazgo de Don Pepe y al pensamiento de Rodrigo Facio, se plasmó en la
Constitución de 1949 que hoy nos rige. Estas breves pinceladas, extraídas de
nuestra historia, configuran al Estado Social como uno de los mayores logros de
nuestro pueblo. Preservarlo y consolidarlo es la única garantía para vigorizar
nuestra democracia y poner las bases de ese futuro mejor con que sueñan las
nuevas generaciones.
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