Hoy empieza
a hacerse evidente que la transformación de Colón y la del país entero se requieren
mutuamente, y que ambos necesitan de un proyecto colectivo que oriente al
conjunto de la nación en su desarrollo. La República transitista está dando
crecientes signos de agotamiento.
Guillermo Castro H. / Especial para Con
Nuestra América
Desde
Ciudad de Panamá
Para Ricaurte Soler,
jamás ausente
El Istmo de
Panamá extiende de Este a Oeste sus 74,000 kilómetros cuadrados, entre Costa
Rica y Colombia. En su punto más estrecho se ubica el Canal de Panamá, que
recorre de Norte a Sur 77 kilómetros. La ciudad de Panamá, capital de la
República, está ubicada junto a la entrada del Canal en el Pacífico. Al Norte,
junto a la del Atlántico, está la ciudad de Colón. Las separan apenas ochenta
kilómetros, pero el contraste entre ambas no puede ser mayor.
En 2016, la
provincias de Panamá y Colón aportaron entre ambas el 86.1% del Producto
Interno Bruto de Panamá. La primera aportó el 74.5%, y la segunda el 11.6%.[1]
Ambas están vinculadas a la misma Plataforma de Servicios Globales, que en
Colón se concentran en actividades portuarias y de importación y reexportación,
mientras en Panamá abarca un conglomerado de servicios portuarios, logísticos,
de comunicaciones y transportes, y financieros.
Ese
contraste se extiende a la población, y a la historia de ambas. La ciudad de
Panamá y sus conurbaciones en ambas riberas del Canal, concentra a la mitad de
la población del país, unos 2 millones de habitantes, mientras de Colón tiene
unos 80 mil. La primera fue establecida como la primera ciudad europea en el
litoral Pacífico americano en 1521. La segunda lo fue en 1850, como terminal
del primer ferrocarril interoceánico de las Américas. Panamá es profundamente
mestiza; Colón, afropanameña.
Ambas
ciudades, como el conjunto de la sociedad panameña, comparten hoy los azares de
un complejo proceso de transición. A lo largo del siglo XX, como se recordará,
Panamá conoció restricciones muy severas al ejercicio de su soberanía que solo
vinieron a ser canceladas el 31 de diciembre de 1999 a mediodía. De entonces
acá, bajo un régimen de alternancia de gobiernos liberales y conservadores que
dirimen sus diferencias en el seno del estricto compromiso neoliberal que ambos
comparten, el país ha conocido una situación de crecimiento económico sostenido
que se combina con una inequidad social persistente, una degradación ambiental
constante, y una demanda creciente de renovación institucional.
En ese
marco -y en una situación de control político que se expresa por ejemplo en el
hecho de que Panamá sea quizás el único país latinoamericano que carece de una
fracción de izquierda en su poder legislativo-, ha venido madurando un conjunto
de movimientos sociales – indígenas, populares, profesionales y de sectores
empresariales del interior del país – que plantean demandas políticas y
económicas de riqueza cada vez mayor. De esas demandas se desprende una
aspiración colectiva a un futuro tan próspero como inclusivo, y tan equitativo
como democrático y sostenible.
La
complejidad del desafío que subyace a esa aspiración aún carente de proyecto se
ha hecho sentir, una vez más, en los acontecimientos que han tenido lugar a
mediados de marzo en la ciudad de Colón. Allí ha quedado en evidencia el
contraste entre un sector comunitario consciente de sus necesidades y muy bien
organizado, y la acción tolerada de grupos marginales que han intentado
aprovechar una protesta legítima en demanda de servicios públicos básicos y de
transparencia en la gestión gubernamental para llevar a cabo actos de
vandalismo y saqueo.
Tras ese
contraste operan problemas de fondo que conviene conocer. La creación de la
Zona del Canal por parte de los Estados Unidos en 1903 convirtió a Colón en un
enclave panameño dentro del enclave norteamericano. Así, durante la mayor parte
del siglo XX Colón se vio aislado de su entorno regional. Esto impidió a Panamá
establecer un polo nacional de desarrollo en la vertiente Atlántica del Istmo,
cuya necesidad es cada vez mayor.
Esto
permite entender que muchos problemas que aquejan a Colón sólo se verán
resueltos si la ciudad se vincula más y mejor a su entorno, y a su país. De
allí la importancia, por ejemplo, del nuevo puente sobre el Canal en el Atlántico,
que vinculará a Colón con la región occidental del Atlántico, y mejorará sus
comunicaciones con el Pacífico a través de la provincia de Coclé. Igual
importancia tendrá recuperar la carretera a Nombre de Dios, para articular a la
ciudad con su región oriental.
En esa
perspectiva, Colón podrá llegar a ser un importante polo de vinculación de los
mercados del Caribe y del Atlántico mesoamericano entre sí, y con el resto del
mundo. Esto era inimaginable hace veinte años, y quizás esté cumplido antes de
lo que imaginamos.
En efecto,
la principal lección que nos dejan las protestas populares de marzo es que no
existe un problema de Colón, sino una modalidad colonense de participación en
la crisis de una formación económico social panameña en desarrollo desde el
siglo XVI, descrita como transitista hace ya 45 años por el historiador Alfredo
Castillero, creada por y para el mercado mundial y cristalizada en una
República oligárquica que adoptó como su lema el de Pro Mundi Beneficio.
Hoy empieza
a hacerse evidente que la transformación de Colón y la del país entero se
requieren mutuamente, y que ambos necesitan de un proyecto colectivo que
oriente al conjunto de la nación en su desarrollo. La República transitista
está dando crecientes signos de agotamiento. El país atraviesa por una
situación de creciente incertidumbre, generada tanto por el agotamiento de su
liderazgo tradicional como por la movilización de sus ciudadanos. Creciente ha
de ser, también, nuestra esperanza de alcanzar por nosotros mismos el Pro
Domo Beneficio que demanda nuestra gente.
Panamá, 18 de marzo de 2018
NOTA:
[1] Del resto, la de mayor
aporte fue Chiriquí, el emporio agropecuarios del país,con 5.5.%. Fuente:
Contraloría General de la República. Instituto Nacional de Estadística y Censo.
Composición porcentual anual del Producto Interno Bruto y promedio de la serie,
según provincia: años 2077-16.
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