Las maniobras militares
en Panamá bautizadas con el rimbombante nombre de Operación Nuevos Horizontes
están en marcha con la autorización y el beneplácito del gobierno
pronorteamericano del presidente Juan Varela y son dirigidas por el Comando
Sur, tradicional instrumento de agresión a Latinoamérica usado por el Pentágono
desde tiempos inmemoriales.
Luis Manuel Arce / Prensa Latina
Antigua sede de la
Escuela de las Américas, centro de instrucción y formación de golpistas en la
conocida época del “gorilato” cuando los regímenes militares campeaban por sus
fueros en toda la región, el Panamá de Varela reactiva la época de oro del
Pentágono y la CIA en el istmo sin el menor recato ni respeto a un pueblo que
todavía exhibe las llagas de la cobarde y criminal invasión yanqui de 1989.
Si bien con los
acuerdos canaleros Torrijos-Carter las bases militares de Estados Unidos en las
riberas del Canal de Panamá desaparecieron de la hoy denominada Zona Revertida,
la presencia militar estadounidense se mantiene en el istmo, que ha seguido y
seguirá estando en los mapas del Pentágono y en sus planes injerencistas en la
región.
Los ejercicios Nuevos
horizontes –que de lo uno y de lo otro no tienen nada pues son los mismos
viejos objetivos agresivos de toda la vida- se enmarcan dentro del cerco
militar de Estados Unidos a Venezuela y no queda otra alternativa que verlos
desde esa perspectiva aunque sus ejecutores afirmen otra cosa.
Todo lo que diga el
gobierno de Panamá para justificarlos, o lo que argumente el Comando Sur, es pura demagogia y retórica mentirosa, pues
el propio vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, se congratuló del papel
mercenario de Varela frente a Venezuela.
Pence dijo: “El
presidente Trump y yo estamos sumamente agradecidos por el firme liderazgo del
presidente Varela en el repudio al régimen de Maduro. Felicitamos a Panamá, en
particular, por haberse sumado a los otros 11 países que firmaron la
Declaración de Lima”. El mandatario panameño aceptó el elogio en silencio.
Quien calla, otorga.
Las “perlas” de Lima a
las que hace referencia Pence dejan bastante que desear: el Brasil del golpista
y mafioso Michel Temer; la Argentina de Mauricio Macri con sus millones de
dólares puestos a buen recaudo precisamente en el paraíso fiscal istmeño como
aparece en los Papeles de Panamá; el Perú del corrupto Pedro Pablo Kucsynski
que compró su permanencia en la presidencia con el indulto al asesino Alberto
Fujimori; el México desvirtuado y deshonrado por Peña Nieto cuya oposición al
muro fronterizo es pura retórica y demagogia; el Paraguay o la Honduras con
regímenes espurios antipopulares.
Las maniobras bélicas,
que concluirán en junio, se realizan en el contexto de un despliegue militar a
lo largo de los más de dos mil kilómetros de frontera común
venezolano-colombiana y la reactivación de otros enclaves de Estados Unidos en
la zona de influencia, lo cual llama poderosamente la atención.
No hay que ser pitonisa
para darse cuenta que lo que ocurre en Panamá es cónsono con ese cerco militar
a Venezuela cuyo frente principal es Colombia, e incluye tropas de asalto
norteamericanas acantonadas en las bases de control y monitoreo Reina Sofía, de
Aruba, y Hato Rey, de Curazao, cuyo centro de operaciones estaría en la base de
Palmerola, en la Honduras de los golpistas.
Panamá se ha convertido
en un polígono de ejercicios y entrenamientos del Comando Sur, en especial para
la Fuerza Aérea de Estados Unidos, según numerosas denuncias y estas maniobras
ratifican ese papel subalterno.
La Operación Nuevos
Horizontes coincide, además, con una intensificación de la campaña de
aislamiento diplomático y comercial del gobierno venezolano y una oposición
agresiva a que el presidente Maduro participe en la Cumbre de las Américas en
Lima, Perú.
También corre paralela
al boicot a las elecciones presidenciales del 22 de abril, fecha que había sido
consensuada con la Mesa de Unidad Democrática, y la decisión de los partidos de
oposición que la integran de abstenerse de participar en esos comicios tras una
llamada recibida en Santo Domingo desde Colombia cuando el secretario de Estado
Rex Tillerson se entrevistaba en Bogotá con el presidente Juan Manuel Santos.
En ese contexto se
inscriben también las presiones de Estados Unidos a las fuerzas bolivarianas
para que se subleven y permitan una intervención externa con apoyo de una OEA
desfasada que encabeza el uruguayo Luis Almagro.
La conexión de todo el
movimiento militar en Colombia con el resto del área alrededor de Venezuela,
incluida Panamá, es tan evidente que ni siquiera tratan de ocultarlo, y ese fue
uno de los objetivos principales de la visita reciente que hizo por la zona el
jefe del Comando Sur, almirante Kurt Tidd, quien se reunió con el
vicepresidente colombiano, el general retirado de la Policía, Oscar Naranjo,
para concretar lo acordado días antes entre el presidente Santos y el
secretario Tillerson.
Lo que hace el gobierno
de Varela avalando presuntas acciones agresivas contra Venezuela, viola
flagrantemente el Tratado de Neutralidad del Canal firmado entre el general
Omar Torrijos y el presidente James Carter, y él lo sabe perfectamente bien.
Nadie se llame a engaños.
Tan grave como ello y
más bochornoso aún, es la vergüenza y el escarnio que, con ese despliegue
militar norteamericano y sus ataques verbales a Venezuela, el presidente Varela
derrama sobre el pueblo heroico de Panamá que
resistió a mano limpia una grosera y criminal invasión militar de
Estados Unidos ideada para mantener el control del istmo después de la entrega
del Canal sin una desmilitarización real. Lamentablemente hasta ahora han
conseguido esto último.
El resto de América
Latina debería de estar al tanto de todo esto porque también está involucrada
voluntaria o involuntariamente, a través del lamentable y mercenario Grupo de
Lima creado por Estados Unidos específicamente para actuar desde cualquier
ámbito, incluido el militar, contra Venezuela.
La jugada está bien
cantada: un enfermizo intento de retornar a la Doctrina Monroe de América para
los americanos (los yanquis), después de 200 años de conquistas, masacres y
sojuzgamiento.
Como advirtió
recientemente el profesor y académico Juan Gabriel Tokatlian parafraseando a
Tillerson: el secretario de Estado fue inadvertidamente franco: la estrategia
“Estados Unidos primero” del presidente Donald Trump es, respecto a América
latina, probablemente el último intento de restaurar una doctrina obsoleta para
lo que ya es y será el siglo XXI.
América Latina y el
Caribe tienen una obligación moral, ética y sobre todo de supervivencia asumida
en el seno de la Celac, de convertir esta región en una zona de paz, y es de
vida o muerte lograrlo. Empecemos para ello por ayudar a preservar la soberanía
venezolana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario