Sin doctrinarismos de
ninguna especie, con los pies puestos en la tierra, combinando principios con
pragmatismo, sensibles a la necesidad de las amplias alianzas, sin perder la
perspectiva popular, liderazgos llenos de grandeza como los de Manuel Colom
Argueta, difícilmente se repiten en el corto plazo y por ello su ausencia
resulta sumamente penosa.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Con gran interés he
leído el artículo de Edgar Rosales publicado en la revista gaZeta y que lleva
el título de “Meme Colom, el socialdemócrata que no lo fue” (http://gazeta.gt/meme-colom-el-socialdemocrata-que-no-lo-fue/).
Lo publica cuando estamos cumpliendo 39 años desde aquel aciago 22 de marzo de
1979, cuando un complot orquestado desde el alto mando del ejército
guatemalteco, lo ejecutó en una de las calles de la ciudad de Guatemala. Lo que sostiene el autor, gran conocedor de
la vida y obra de Colom Argueta, es que
la ideología del más grande líder de la Guatemala de la segunda mitad
del siglo XX, fue más allá de la socialdemocracia.
El planteamiento de
Colom Argueta según nos informa Rosales, fue más socialista que
socialdemócrata. Partidario de sacar a Guatemala de la crisis en que la sumió
la contrarrevolución que derrocó a Jacobo Arbenz, -el líder del Frente Unido de
la Revolución (FUR, el último nombre que tuvo su partido)-, fue un firme
partidario de hacer en Guatemala una reforma tributaria y una reforma agraria.
Más allá de las etiquetas, ser partidario de estas dos reformas, que nunca se
realizaron en el país y que son las dos grandes ausencias de los Acuerdos de
Paz firmados en 1996, ubican a Manuel Colom Argueta como un dirigente
revolucionario. Por ello mismo, el gran dirigente se encuentra emparentado
con Salvador Allende. Aun cuando éste
último era convicto y confeso marxista, lo que no parece haber sido el caso de
Manuel.
Acaso lo que acontezca
es que vemos a Colom Argueta desde lo que es la socialdemocracia mundial en la
actualidad. La socialdemocracia tuvo dos grandes transformaciones. La primera
en el contexto de la II Internacional cuando se fue alejando del marxismo
revolucionario pero conservó los ideales de justicia social, democracia y un Estado
por encima del mercado. Es esa socialdemocracia que hizo emerger a figuras como
Don José Figueres en Costa Rica, Alberto Fuentes Mohr y Manuel Colóm Argueta en
Guatemala y también a Olof Palme en
Suecia. Desde entonces, la socialdemocracia tuvo una segunda transformación, la
que impulsó Tony Blair en el Reino Unido con la llamada “tercera vía”, que no
fue otra cosa que alejar a la socialdemocracia de su programa clásico y
enrumbarlo hacia el neoliberalismo. Y entonces vimos aparecer a figuras como Oscar
Arias en Costa Rica, Felipe González en España o el mismo Blair en la Gran
Bretaña. Fue la derechización de la socialdemocracia que como le escuché decir
al teórico Franz Hinkelammert, hoy ha convertido a don Pepe Figueres en una
figura subversiva.
Cercano como estoy al
proyecto encabezado en México por Andrés Manuel López Obrador, advierto con
mayor claridad la estatura histórica de una figura como la de Meme Colom. Sin
doctrinarismos de ninguna especie, con los pies puestos en la tierra,
combinando principios con pragmatismo, sensibles a la necesidad de las amplias
alianzas, sin perder la perspectiva popular, liderazgos llenos de grandeza como
los de Manuel Colom Argueta, difícilmente se repiten en el corto plazo y por
ello su ausencia resulta sumamente penosa.
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