En el
mundo siguen ocurriendo hechos que influyen, condicionan y transforman la
cotidianidad de los ciudadanos. Hoy, este proceso transcurre a tal velocidad
que no tenemos capacidad de medir cuánto ascendiente tienen en nuestras vidas,
aunque lo peor no es eso, sino la evolución de lo anormal, lo inusual, lo
aberrante, lo brutal a estadios de normalidad y natural convivencia que casi
pasan inadvertidos.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
La
avalancha de información política que recibimos cada día está orientada a
mostrarnos realidades que señalan derroteros dirigidos a fijar puntos de vista
y opiniones, así como a hacer dictámenes y veredictos sobre los distintos temas
del acontecer nacional e internacional. Otro tanto ocurre con lo relacionado a
la publicidad y la propaganda comercial dispuesta y configurada para forjar
gustos y crear intereses, encaminados a incrementar las ventas de una serie de
productos no obligatoriamente necesarios para la vida cotidiana. La información
política es algo parecido: los ciudadanos terminan consumiendo lo que el
vendedor (en este caso los medios de comunicación del establishment) desean que
sean consumidos, de esa manera dirigen la construcción de razonamientos y la
aprobación de juicios acerca de temas que incluso, resultan perjudiciales para
el que los recibe y los transmite. Esta es una manifestación de la lógica
perversa del capital, para el que los ciudadanos son solo objetos de consumo,
no sujetos de cambio de la sociedad que los oprime, lo cual se debe impedir a
toda costa. Para ello, se utiliza lo que Carlos Fazio llama “instrumentos de
colonización mental”.
Pero,
en el mundo siguen ocurriendo hechos que influyen, condicionan y transforman la
cotidianidad de los ciudadanos. Hoy, este proceso transcurre a tal velocidad
que no tenemos capacidad de medir cuánto ascendiente tienen en nuestras vidas,
aunque lo peor no es eso, sino la evolución de lo anormal, lo inusual, lo aberrante,
lo brutal a estadios de normalidad y natural convivencia que casi pasan
inadvertidos. Sin embargo, podríamos leer las noticias desde diferentes
ópticas, siempre y cuando uno tenga la imaginación necesaria… y algo de valor
para hacerlo, si quiere desprenderse de la visión dominante y totalizante que
nos vende verdades como si fuéramos ignorantes e iletrados.
En
Colombia, donde su gobierno regurgita democracia cotidianamente, han intentado
asesinar a un candidato presidencial, pero eso es tan normal en ese país, que a
nadie le importó, ninguna autoridad se ha inmutado. En el caso que
lamentablemente tal bochornoso hecho se hubiera concretado, sólo habría
constituido uno más en la larga lista de eventos de ese tipo que han ocurrido a
la largo de la historia colombiana donde la vida tiene poco valor a la luz de
las más de 200 mil personas asesinadas y los 83 mil desaparecidos en los
últimos 60 años. De ellos, 282 líderes sociales, 106 defensores de derechos
humanos asesinados impunemente desde el año pasado, así como 47 combatientes
desmovilizados de las FARC, desde que comenzó ese proceso. En ese marco, en la “normal” Colombia, el
jefe paramilitar John Jairo Velázquez, alias Popeye opinó en público, -a través
de las redes sociales- a favor del asesinato de Gustavo Petro, quien
curiosamente puntea en las encuestas de cara a los comicios presidenciales de
ese país. Unos días después, con la mayor naturalidad, el presidente de la
máxima instancia electoral, en medio de los comicios para elegir en primarias a
los candidatos de las alianzas que aspirarán a la más alta magistratura del
país, ordenó que se sacaran fotocopias de las papeletas electorales, ante la
carencia de las mismas en las mesas de votación. No cabe duda, que si Gabriel
García Márquez estuviera vivo tendría suficiente material para una nueva novela
de ese gran Macondo que es su país de origen.
Todo
esto puede ocurrir en Colombia, porque tiene el aval de la llamada comunidad
internacional (es decir Estados Unidos y Europa) para hacer cualquier desmán,
Al presidente, confeso de ordenar la invasión militar de un país vecino y autor
intelectual de la creación y aplicación de la política de “falsos positivos”,
consistente en asesinar ciudadanos para mostrarlos como combatientes
guerrilleros a fin de argumentar a favor de la eficiencia de las fuerzas
armadas en la lucha contra los insurgentes y, de esa manera, hacerse acreedor
de mayores recursos financieros de Estados Unidos, se le recompensó con el
premio Nobel de la Paz. Es la razón por la cual el presidente de Estados Unidos
ha dicho que ambos países tienen similares intereses y valores, lo que ha
conducido a que las más altas autoridades militares y civiles estadounidenses
hayan hecho de Bogotá su destino preferido en América Latina y el Caribe, incluyendo
al propio Trump quien ha anunciado viaje para abril.
Por
su parte en Chile, con total normalidad se ha producido el cambio de un
gobierno de la derecha anti pinochetista a otro de la derecha pinochetista.
Solo en eso radica la diferencia. Cuando menciono que tal traspaso del poder se
ha dado en un marco de normalidad, no lo digo porque mi aspiración haya sido
que el mismo se produjera en un ámbito de violencia, todo lo contrario, solo
que uno podría suponer, que ante el retorno del pinochetismo al poder se
produciría un estremecimiento de la sociedad. Nada de ello ocurrió, lo cual es
normal, cuando no existen diferencias de fondo entre ambas administraciones.
Finalmente, uno tiene que entender que ambos gobiernos son neoliberales,
compiten por su lealtad y sumisión a Estados Unidos, protegen a los criminales
de la dictadura y reprimen las justas demandas de estudiantes, trabajadores y
mapuche. Bachelet pasará a la posteridad como el mayor fraude de la historia de
Chile y la mayor traidora en transitar por la presidencia de la república,
superando a González Videla y a Pinochet, su traición comienza por haber
mancillado la memoria de su propio padre, asesinado por la dictadura. Quedará
para siempre como el peor esperpento que haya pasado jamás por La Moneda. Ojo,
en política, traidor no necesariamente es quien hace algo contra el pueblo,
sino quien dice defenderlo y hacer todo lo contrario. Se fue Bachelet, se fue Heraldo, el
estercolero de la historia los espera junto a su amigo el corrupto General de Carabineros
Bruno Villalobos a quien protegieron hasta el último momento, mientras que a
Piñera les bastaron solo unas horas de gobierno para mandarlo a su casa.
Hablando
de la toma de posesión de Piñera, pareciera que la era de los grandes eventos
al que asistían decenas de jefes de Estado ha quedado en el olvido. Si al
fraude que impuso a Juan Orlando Hernández en la presidencia de Honduras no
asistió ninguno de sus colegas, el de Chile no fue menos sombrío: además de los
ilegales mandatarios de Honduras y Brasil, solo estuvieron presentes, Macri,
hijo de p…, la p…que te parió, según la frase de la canción más escuchada en
los eventos públicos recientes de Argentina; también Kuczynski, quien fue a
intercambiar experiencias de cómo se libera y se protege a un dictador asesino,
a fin de sostenerse en el poder. Así mismo, Enrique Peña Nieto, acudió para
conocer los hábitos del Chile dictatorial en materia de desapariciones
forzadas, sin que posteriormente los culpables sean juzgados ni condenados. Él
sabe que el fin de su mandato se acerca y los familiares de los 42 estudiantes
de Ayotzinapa, además de la mayoría del pueblo mexicano claman por verdad y
justicia. Además estuvo presente en el evento, el controversial presidente
ecuatoriano quien sostuvo una “importante” reunión con Bachelet, cuyo contenido
pareció no interesarle a nadie. El más aplaudido entre todos los jefes de
Estado presentes fue Evo Morales, quien aprovechó la ocasión para dar a conocer
un mensaje de futuro del pueblo boliviano al pueblo chileno, dando un furibundo
golpe con puño de seda al racismo y la xenofobia que la oligarquía chilena
interesadamente ha inoculado para mantenerse en el poder y maximizar sus
riquezas. Hay que recordar que uno de los mayores detentores modernos de la
riqueza producida por los territorios bolivianos usurpados en la guerra
imperialista que enfrentó a ese país con Chile, es el yerno de Pinochet, quien
utilizó esa riqueza para comprar indiscriminadamente a políticos de todas las
corrientes de ese país, con la “vista gorda” necesaria de los gobiernos de la
Concertación y la Nueva Mayoría, incluyendo a la ”izquierdista” Bachelet y su
gobierno.
En
fin: siguen pasando cosas, ocurren eventos y acontecimientos a los que los
medios le dan una mirada condicionante, dirigida a ocultar la podredumbre del
sistema capitalista, mientras esconden tras de sí, procesos que inexorablemente
avanzan en otra dirección y que anuncian que no todo está perdido como nos
quieren hacer suponer.
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