En América Latina hoy más que nunca el
bloque popular debe agrupar a todos los que se oponen al modelo neoliberal y se
disponen a poner en práctica un gobierno que supere ese modelo.
Los recientes reveses de la izquierda
latinoamericana han llevado a cuestionamientos con respecto a las políticas de
alianza que han vuelto posibles los gobiernos antineoliberales. Esos gobiernos
sólo han conseguido imponer su hegemonía porque han logrado con sus propuestas
de gobierno obtener consensos ampliamente mayoritarios en la sociedad. Cuando
han perdido su capacidad hegemónica, los frentes que habían constituido fueron
resquebrajados y las alianzas desechas.
Pasó algo similar cuando el frente del
gobierno kirchnerista se fracturó, cuando el frente del gobierno del Partido de
los Trabajadores en Brasil igualmente se deshizo, ahora pasa algo parecido en
Ecuador. Pero las alianzas no son la causa, sino el efecto de propuestas de
gobierno que, si funcionan, no tienen por qué debilitar el frente social y
político del gobierno. Si éstos se debilitan, es porque las políticas de
gobierno están perdiendo en la sociedad su capacidad de convencimiento, de
consenso.
Pero, antes que todo, queda la enseñanza de
que las alianzas no son tema de elecciones subjetivas –con quiénes sí, con quiénes
no–, sino de agrupar fuerzas alrededor de un programa de trasformaciones de
carácter nacional. El criterio de las políticas de alianzas es objetivo,
político. Primero se plantean las propuestas de gobierno, habrá alianzas con
quienes estén de acuerdo con esas propuestas.
Ahora, cuando por lo menos en Argentina y
Brasil se discute el tema de las alianzas –asunto también presente en Ecuador,
Bolivia e incluso en México y Colombia–, es hora de volver a reflexionar sobre
los criterios de las mismas. Alianza con quién, significa acuerdo para qué.
Conforme hacia dónde se quiere ir, se definen las coaliciones.
Hay sectores que proponen alianzas
solamente dentro del campo de la izquierda, sólo con quienes tienen
trayectorias y propuestas similares. Sería condenar a la izquierda al
aislamiento y a la derrota, porque las contraofensivas de la derecha han
aislado a la izquierda, le han quitado aliados, le han puesto en situacion de
minoría en la sociedad. Para romper ese cerco, hay que ganar a sectores con los
cuales no hay trayectoria común en el pasado con los que no se comparten todas
las posiciones programáticas. Para ello hay que definir los criterios objetivos
de las alianzas.
La línea de separación de los
enfrentamientos estratégicos en el periodo histórico actual se da alrededor del
neoliberalismo, el modelo hegemónico asumido por el capitalismo ya hace algunas
décadas. El campo popular agrupa a todas las fuerzas, sociales, políticas,
económicas, que se contraponen al neoliberalismo y buscan su superación. El
campo de la derecha, sea en sus expresiones más tradicionales de derecha o en
otras aparentemente más moderadas, se reúnen alrededor del modelo neoliberal.
En América Latina hoy más que nunca el
bloque popular debe agrupar a todos los que se oponen al modelo neoliberal y se
disponen a poner en práctica un gobierno que supere ese modelo. Un bloque que
se oponga a las privatizaciones del patrimonio público, al debilitamiento de
los sindicatos, a la concentración todavía más grande de los medios, a la contracción
de las políticas sociales, a políticas externas de subordinación a Estados
Unidos.
No importa la trayectoria pasada de las
personas y fuerzas, su naturaleza ideológica. Importa la posición que tienen
respecto del neoliberalismo y al gobierno que pone en práctica esa política.
El desafío más grande para la izquierda no
está en reunir a todas esas fuerzas, sino en organizar el programa
antineoliberal, que destaque los elementos estratégicos de ese programa para
definir, a partir de ahí, los elementos fundamentales de la reconstrucción del
bloque popular antineoliberal. La agrupación de fuerzas es una consecuencia del
programa antineoliberal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario