En misión de homenaje al eterno comandante bolivariano, su visión que nos superó a todos, que tuvo que llevarse con él a su tumba y que hoy nos vuelve como un auto-reproche nuestro por no haber sabido diferenciar lo principal de lo secundario (cuestión elemental de la política revolucionaria) creo que es lo que debe destacarse como bandera en lo más alto del monumento a su legado.
Mariano Ciafardini / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires,
Argentina
En el quinto aniversario de su fallecimiento parece imposible decir algo del Comandante Hugo Chávez que no sea repetir lo que ha sido dicho ya, miles de veces y en formas magistrales por tantos y tantos que lo conocieron profundamente , y que estuvieron incluso desde sus primeros momentos revolucionarios junto a él, en particular su amigo y mentor Fidel Castro Ruz, cuya compañía viviente desgraciadamente también hemos perdido.
De todos modos en la
obligación revolucionaria del homenaje quisiera insistir sobre algo que quizá
sea hoy lo más deficitario del proceso
nuestroamericano en sus horas complejas, que precisamente tienen que ver en mucho con
ese déficit. Tanto Chávez como
Fidel aunque tal vez el primero lo hizo
más expreso hasta casi quedarse
casi sin voz, insistieron en aquellos
viejos buenos tiempos del “No al Alca”,
de la creación del Unasur y
principalmente de la creación de la CELAC,
en que el futuro de nuestros
países era inviable, aun
con políticas populares y
redistribucionistas y con intentos
de del fortalecimiento de la autonomía y
la soberanía nacionales, sino se daba
un salto cualitativo en la tan mentada integración regional de la Patria Grande.
Era imposible según ellos,
y se ve ahora con más claridad
que nunca, que los gobiernos populares,
que en aquel entonces dominaban la
región, con la única sensible excepción
de México, debían arriesgarse a dar un
paso histórico en la conformidad de una unidad político económica de tal
magnitud que no tuviera marcha atrás.
Eso además era lo único que iba a permitir
realizar las transformaciones en
la estructura socioeconómica sin la cual
es imposible salir del esquema neoliberal. O se hacía entre todos o era
“matemáticamente” imposible hacerlo país por país. El peso específico de Brasil
Argentina Venezuela, la determinación de
Bolivia. Paraguay, Uruguay,
Nicaragua, Ecuador y El Salvador
y la firmeza revolucionaria de Cuba parecían suficientes para ello. Pero no lo
fueron.
La visión de los
comandantes y en particular la de Hugo Chávez Frías, expresadas en
propuestas casi desesperadas, en
términos como el comienzo urgente de la
construcción de grandes gasoductos,
oleoductos, líneas férreas y fluviales
transcontinentales y de la
conformación de internacionales o interregionales políticas
que comenzaran a actuar como partido o movimiento político único supra regional, no fueron compartidas con la
voluntad suficiente por los líderes y las organizaciones políticas populares, sin
cuyo concurso indispensable este sueño era imposible. Hegelianamente habría que
decir que no estaban dadas las
condiciones de la propia realidad (la que nunca por definición va más allá de
ella misma) Pero tautologías aparte, y en
misión de homenaje al eterno comandante bolivariano, esta visión que nos superó a todos, que
tuvo que llevarse con él a su tumba y que hoy
nos vuelve como un auto-reproche nuestro
por no haber sabido diferenciar lo principal de lo secundario (cuestión
elemental de la política revolucionaria) creo que es lo que debe
destacarse como bandera en lo más alto
del monumento a su legado.
*Doctor en Ciencias Políticas (UBA)
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