La
megaelección convocada para el 20 de mayo puede conducir a un panorama de
depuración de los liderazgos políticos dentro de la oposición, pero también a
lo interno del chavismo. La reprogramación sugiere que el oficialismo entiende
la necesidad de otorgar concesiones para poder garantizar la gobernabilidad.
Aram Aharonian / Rebelion
Los
comicios presidenciales fijados inicialmente para el 22 de abril, se efectuarán
junto con las elecciones para los consejos legislativos y concejos municipales
el domingo 20 de mayo, luego del acuerdo
de garantías electorales suscrito entre las fuerzas políticas que respaldan la
reelección de Nicolás Maduro y Avanzada Progresista (AP), Movimiento Al
Socialismo (MAS) y Copei, que apoyan la postulación del opositor Henri Falcón.
En
realidad, el acuerdo significa el fin de la coalición opositora llamada Mesa de
la Unidad Democrática (MUD) y el inicio del eventual surgimiento de nuevos
liderazgos en la oposición, y también en un anquilosado oficialismo. El acuerdo
fue producto de conversaciones secretas, en las que el gobierno accedió a
cambiar la fecha electoral, respetar el periodo de la Asamblea Nacional (con
mayoría opositora), alargar el plazo de inscripción, entre otras concesiones,
persuadido de que la otra oposición inscribiría un candidato.
Pero todo
fue un engaño… como en Santo Domingo. Pero lo que parece más interesante, es
que en esos tres días, a pesar de esas deserciones, se dieron pasos
significativos para consolidar la paz y tranquilidad que estamos viviendo desde
hace meses, y que nos hacen suponer que tendremos un proceso electoral en paz,
señala Eleazar Díaz Rangel, director de Últimas Noticias.
De todas
formas, las partes también acordaron proponer al secretario general de la
Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, "se conforme una
delegación de acompañamiento y observación electoral amplia y calificada para
todas las fases del proceso electoral, así como de otras instancias y
organizaciones internacionales mutuamente acordadas", refiere el texto
firmado el 1de marzo en la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Igualmente
establece que se favorecerá la equidad en el acceso a los medios públicos y
privados y redes sociales nacionales e internacionales en el desarrollo de la
campaña electoral y se prevé efectuar una nueva jornada para el registro
electoral tanto en Venezuela como en el extranjero, así como la reinstalación
de los centros de votación que fueron movidos por las acciones de violencia y
terrorismo político vividos en 2017.
Luego de
muchos conciliábulos, marchas y contramarchas, los partidos de la Mesa de la
Unidad Democrática (MUD) habían decidido abstenerse de concurrir a los comicios
presidenciales del 22 de abril, ante la imposibilidad de lograr una candidatura
única, e inducidos por las presiones de Estados Unidos y la llamada comunidad
internacional.
Pero la
presentación de cinco candidaturas –más allá de la de Maduro- dejó en claro la
falta de consenso en la decisión. La inscripción oficial de Henri Falcón,
respaldado por Avanzada Progresista (AP), el Movimiento al Socialismo (MAS) y
la democristiana Copei, solo evidencia las divisiones dentro de la MUD. La del
pastor Javier Bertucci, en representación del grupo Esperanza por el Cambio,
marca la participación evangélica en busca del poder terrenal (puede dar la
sorpresa en elecciones distritales).
Hasta la
semana pasada, la estrategia opositora estaba dirigida a la acumulación de
fuerzas dentro del sistema y de sus instituciones; ahora, lejos de dar la pelea
lectoral, esperan que las decisiones se tomen fuera del país con la ingenua
presunción que ellos ser´n quienes dirijan los destinos un vez que caiga el
gobierno bolivariano.
Estos
sectores oposicionistas, con mayor repercusión en el exterior que en el país,
siguen afirmando que no existen condiciones para participar en una “farsa”,
“simulacro electoral” en la procura del reconocimiento del “fraude”,
legitimidad y reconocimiento internacional. A 80 días de los comicios, otros
previenen contra los peligros de la abstención, llaman a participar y no perder
la oportunidad de construir con el esfuerzo de todos los opositores “un nuevo
país con un nuevo gobierno”.
Mandan los factores externos
La reciente
resolución de la OEA que pretende descalificar las próximas elecciones
venezolanas es otro paso en los reiterados intentos de crear un clima favorable
a una intervención armada en Venezuela con el pretexto de brindar ayuda
humanitaria al pueblo venezolano. Es esa larga guerra económica y financiera
que incluye el bloqueo de fondos, reforzada con las sanciones contra Venezuela,
la que han provocado el desabastecimiento en el país (a lo que hay que sumar la
ineficiencia e ineficacia oficial).
Para
dejarlo en claro, esta posición adoptada por la oposición deja en manos de los
factores externos la conducción de lo que pueda acontecer: ya no sería fácil
retornar al rumbo anterior y las consecuencias se van a expresar en diferentes
ámbitos. Por ejemplo, los espacios electorales de oposición serían ocupados por
organizaciones de menor peso (inclusive evangélicas), y un cerco financiero y
comercial, y un embargo petrolero, traerán mayor padecimiento para la gente y
afectará completamente el aparato productivo venezolano.
Y
Washington sigue su juego, y extendió por un año más del decreto ejecutivo que
declara a Venezuela como una “amenaza extraordinaria e inusual” a la seguridad
de Estados Unidos. Para la cancillería venezolana, la decisión tiene el único
objeto de promover y justificar el derrocamiento del gobierno legítimo y
constitucionalmente electo del presidente Maduro.
La
megaelección convocada para el 20 de mayo puede conducir a un panorama de
depuración de los liderazgos políticos dentro de la oposición, pero también a
lo interno del chavismo. La reprogramación sugiere que el oficialismo entiende
la necesidad de otorgar concesiones para poder garantizar la gobernabilidad.
Este final
debe entenderse como un complicado proceso de negociación política, que le
sirve a Maduro para unir la votación presidencial a la escogencia de 2.436
concejales y 233 legisladores regionales, lo que le permitirá forzar a las
bases del chavismo (incluso a las descontentan con sus gestión) a participar
activamente en la campaña electoral.
Maduro
parece prisionero de la legitimidad que le puede otorgar la llamada comunidad
internacional, sobre todo frente a una situación económica, financiera y
petrolera dramática y necesita disminuir sus críticas ante una eventual
victoria oficialista, especialmente si los observadores de la ONU avalan el
proceso comicial, que fragmentará aún más a la oposición a y posicionará nuevos
liderazgos y partidos como referentes de un nuevo proceso de negociación
política.
Depuración de liderazgos
Todo hace
pensar que habrá una depuración de los liderazgos dentro de la oposición, pero
también a lo interno del bolivarianismo. El CNE puede facilitar que el voto se
emita “entubado” (a través del botón ”seleccionar todo”) para evitar que las
bases del chavismo pueden tener la tentación de no respaldar a Maduro y
favorecer al círculo de poder del mandatario y no de quienes se lo disputan
dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) .
Por su
parte, Henri Falcón puede convertirse paulatinamente en un actor con peso
específico dentro de la oposición, la misma que decidió mantenerlo al margen
del proceso de negociación en República Dominicana. No tiene el respaldo de la
estructura técnica y logística de la oposición y no parece probable que la
dirigencia de los principales partidos de la exMUD lo apoye abiertamente. .
El
politólogo Leopoldo Puchi señala que en un plano más amplio, los partidos que
apuestan a las sanciones tendrán que redefinir la naturaleza de sus
actividades, ahora al margen del sistema, porque para una organización política
no es suficiente la espera o la hibernación. Para el país, las consecuencias
pueden ser demoledoras, independientemente de los resultados de la nueva
estrategia. La estrategia del oficialismo parece ser la de derrotar con más
democracia la grave amenaza de intervención militar de Estados Unidos.
Hasta
ahora, la democracia, tanto representativa como participativa, junto a la
sólida unión cívico-militar, ha sido el arma más efectiva contra el permanente
estado de guerra económica y golpismo fomentado por Washington y el llamado
Grupo de Lima (GL), señala Angel Guerra.
El
presidente de la consultora Datanálisis, Luis Vicente León –habitual guionista
de la oposición- criticó la postura de la MUD y aseguró que la decisión solo
“genera dudas en la población” al no saber qué pasará en el país luego de los
resultados de las presidenciales. Aseguró que es fundamental que se presente
una ruta de acción, de no participar en las elecciones.
En estos
escasos tres meses hasta las megaelecciones, la ciudadanía necesita conocer las
propuestas de los candidatos para afrontar la devastadora crisis
multidimensional que destruye el país. La socióloga Maryclén Stelling asegura
que la gente demanda cifras, planes, medidas, compromisos, plazos y resultados
esperados; pero sobre todo insta al dialogo, a la negociación y acuerdos
trascendentes que den paso al reconocimiento del otro, la paz y la convivencia
en democracia. Pero, ¿la crisis esperará hasta las elecciones para que le
encuentren soluciones?
No hay comentarios:
Publicar un comentario