Ayer Cuba, hoy
Venezuela. De un abril a otro, de unas coordenadas históricas y políticas a
otras, el enemigo es el mismo; y el desafío se mantiene: vencer para que
prevalezcan la dignidad y la soberanía de los pueblos de América Latina.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Abril será, como tantas
otras veces, un mes de resistencia y combate para la Revolución Bolivariana: la
administración del presidente Donald Trump acaba de redoblar su apuesta por la
guerra no convencional y profundizó el bloqueo económico con la imposición de
nuevas sanciones unilaterales que prohíben “todas las transacciones
relacionadas con la provisión de financiamiento y otras negociaciones en
Estados Unidos, por un estadounidense o dentro del país, de cualquier moneda
digital o ficha digital, emitida por, para o en nombre del Gobierno de
Venezuela a partir del 9 de enero de 2018”. Que esta nueva acción se anuncie en
la antesala de la Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en Perú los días 13
y 14, no es casualidad: bajo la tutela del presidente estadounidense, y con el
coro de los gobiernos vasallos del Grupo de Lima, este foro panamericanista
podría convertirse en el escenario soñado por los imperialistas de aquí y de allá para anunciar el bloqueo
petrolero contra Venezuela, a pocas semanas de las elecciones presidenciales
previstas para el 20 de mayo.
Washington parece
dispuesto a agotar todas sus alternativas, desde las diplomáticas hasta las
militares, para deslegitimar estos comicios, o para que del todo no se
realicen, y así poner fin por la vía del golpe de Estado a ese obstáculo
inmenso para sus apetitos y sus proyectos de dominación que ha sido la
Revolución Bolivariana. Y junto con sus cómplices, ya dibuja los
escenarios para lo que, con un cinismo mayúsculo, llaman el día después de la caída de Nicolás Maduro: en el marco de la
reunión de Ministros de Finanzas del G20, recientemente en Buenos Aires,
funcionarios brasileños y colombianos promovieron la tesis de un “plan de reconstrucción
económica para Venezuela”, bajo esquemas de crédito de organismos financieros
internacionales y colocando como garantía -¿o botín?- las enormes riquezas del
Arco Minero del Orinoco (en donde, hace pocos días, se certificó la existencia
de la cuarta mina de ora más grande del mundo, de la que se podrían extraer
1480 toneladas del metal precioso). El ministro colombiano Mauricio Cárdenas
declaró a la prensa que “vamos a escuchar en el mes de abril, en las reuniones
de primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, unas
propuestas concretas con cifras que den orden de magnitud de cuál debería ser
ese plan de rescate para Venezuela”.
Se vienen, sin duda,
días aún más difíciles que reclamarán su cuota de heroísmo al bravo pueblo venezolano
frente a esta arremetida neocolonial. Pero no sería la primera vez que una
nación latinoamericana logre una hazaña semejante, frente a la potencia
militar y económica más grande de la
historia: hace ya casi 57 años, en abril de 1961, ante una invasión de
mercenaria armada por Estados Unidos, la Revolución Cubana infligió en Playa Girón la que Fidel Castro calificó
como “la primera gran derrota del imperialismo norteamericano en América
Latina”.
La historia de nuestra
América está atravesada por hilos profundos que entretejen procesos y luchas,
conquistas y derrotas, y nos hablan de continuidades, rupturas y dilemas no
resueltos. Son los hilos de la larga marcha por la liberación nacional y
regional, y por la búsqueda de nuestra segunda independencia, en los que
podemos reconocer las batallas de los pueblos que, parafraseando a Pablo
González Casanova, pugnan por no ser sometido ni explotados y para romper los
lazos que los atan al yugo de sus opresores. Ayer Cuba, hoy Venezuela. De un
abril a otro, de unas coordenadas históricas y políticas a otras, el enemigo es
el mismo; y el desafío se mantiene: vencer para que prevalezcan la dignidad y
la soberanía de los pueblos de América Latina.
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