Luis Hernández Navarro / NODAL
Los
promotores del voto útil pueden estar tranquilos. María de Jesús Patricio no
quitará sufragios a nadie en la carrera presidencial. La voz de los pueblos
indígenas en el país no aparecerá en la boleta electoral. La única aspirante a
la Presidencia que durante estos meses recientes habló claramente sobre el
despojo, la explotación, la opresión y discriminación que vive el México de
abajo no será candidata.
Marichuy
necesitaba 866 mil 593 firmas para obtener el registro. Aunque todavía falta
una revisión final, obtuvo 281 mil 952 adhesiones, de las cuales 266 mil 385
fueron encontradas preliminarmente en la lista nominal. Falta aún verificar más
de 10 mil rúbricas que se estamparon en papel y las inconsistencias que se
tenían hasta el 19 de febrero, fecha del cierre del registro.
El nivel de
confiabilidad de las firmas entregadas por la vocera del Concejo Indígena de
Gobierno (CIG) es de 94.48 por ciento. Por mucho, el más alto de todos los
aspirantes a una candidatura independiente. El resto hizo verdaderos actos de
prestidigitación. El porcentaje validado de las firmas de Jaime Rodríguez, El
Bronco, fue de apenas 59.46 por ciento; el de Armando Ríos Piter, 65.66 por ciento,
y el de Margarita Zavala, 67.59 por ciento. El aspirante Édgar Portillo
presentó apenas 2.63 por ciento de firmas verdaderas.
Las
adhesiones de Marichuy fueron cosechadas por un ejército de voluntarios que no
recibieron pago alguno ni recursos económicos para comprar los equipos
telefónicos necesarios para escanear y transmitir las rúbricas al Instituto
Nacional Electoral (INE). Mientras el resto de los aspirantes contrataron
firmas especializadas o empleados para conseguir las firmas, el equipo de
Marichuy (muchos de ellos jóvenes estudiantes) cooperó con la tarea sin paga
alguna y sin otro estímulo que el de sumarse a una causa justa. En un país en
que los votos se compran y el padrón electoral se vende, el grupo de apoyo del
CIG dio un lección de dignidad y verdadera ciudadanía.
En
prácticamente todo el mundo, participar electoralmente demanda grandes sumas de
dinero. Hace años, se proyectó una película estadunidense titulada El gran
despilfarro, que muestra cómo los comicios son una bestia insaciable que devora
fortunas. En el filme, Montgomery Brewster, un jugador de beisbol venido a
menos, recibe una herencia de 300 millones de dólares, condicionada a que sea
capaz de gastarse 30 millones en un mes sin comprar nada. Para superar el reto
no encuentra mejor salida que postularse como alcalde de Nueva York.
Como sucede
en El gran despilfarro, en las
contiendas electorales en México circulan ríos de dinero. Partidos y candidatos
gastan enormes fortunas para triunfar o para evitar que sus adversarios ganen.
Muchos de esos recursos no son lícitos, pero igual se usan. A contrapelo de
esta tendencia, durante estos meses Marichuy se movió por prácticamente todo el
país con muy poco dinero. Rechazó la ayuda oficial y dependió, en lo esencial,
del trabajo libre y gratuito de sus simpatizantes. Las comunidades que visitó
en los rincones más recónditos del país fueron sus anfitriones. Se mostró así
que es posible hacer otra política que no gire alrededor del dinero.
Aun desde
antes de que arrancara la campaña de María de Jesús Patricio, ella fue víctima
del racismo y la misoginia más pedestre. Su doble condición de mujer e indígena
sacó a relucir lo peor de la sociedad y la política mexicanas. Muchas buenas
conciencias liberales, tan dispuestas a saltar a la arena pública a la primera
oportunidad para cuestionar a personajes de nuestra vida política, guardaron
silencio ante las agresiones.
Los
ejemplos de las barbaridades que circularon en redes sociales son numerosos. La
cuenta @nopalmuinoescribió: “Lo de #Marichuy es toda una payasada, votar por
ella sólo por ser indígena y mujer… neta hay que estar pendejos”. Otro, que
firma como Abogado del diablo, dijo: Yo sí votaría por #Marichuy. Se ve que
tiene experiencia en limpiar a México. Otro más, que se hace llamar Gonz and
Roses tuiteó: Esa #Marichuy se parece a la que limpia en mi casa. El enigmático
0111001Or disparó: Quién es #Marichuy y por qué no está haciendo pozole?
Sin
embargo, no fueron éstas las únicas expresiones en su contra por la política
más rancia. Desde las filas de cierta izquierda, algunos personajes quisieron
presentarla no como lo que es, una mujer indígena brillante e inteligente con
una larga trayectoria política propia, que defiende una causa ignorada en la
campaña (la de los pueblos indígenas y el anticapitalismo), sino como una
títere del zapatismo para restarle votos a ya sabes quién, e incluso, como un
instrumento del gobierno o de Carlos Salinas de Gortari.
La campaña
de María de Jesús Patricio tuvo gran éxito al evidenciar la existencia de esos
resabios racistas, misóginos y excluyentes en la sociedad y la política
mexicanas. De hecho, el que haya aflorado en la contienda electoral toda esta
basura muestra una de las razones del porqué fue necesaria esa incursión.
Las
dificultades que Marichuy y el CIG vivieron para aparecer en la boleta
electoral muestran que, aunque formalmente existen en la ley las candidaturas ciudadanas,
lo que prevalece es un régimen partidocrático en el que las cartas están
marcadas en favor del monopolio de la representación política de los partidos.
Pueden incursionar en la política como candidatos independientes (básica y casi
exclusivamente) los políticos tradicionales.
Ese régimen
partidocrático, elitista y excluyente, nacido del Pacto de Barcelona de 1996
(acordado por PRI, PAN y PRD), deja sin representación política a una enorme
porción del país. Lejos de cuestionar la partidocracia, la lógica de los
comicios de 2018 la refuerza. Basta ver las listas de candidatos a diputados y
senadores de las distintas coaliciones y en sus propuestas de futuros gabinetes
de gobierno, para ver que, en lo esencial, aunque compitan por siglas diferentes
a su origen, muchos de los propuestos son los mismos de siempre. La campaña de
Marichuy se transformó en evidencia viva de que una verdadera transición
democrática sigue siendo asunto pendiente central de la agenda política
nacional.
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