En junio de
este año se conmemorarán los 100 años de la Reforma Universitaria, aquel
movimiento político de los estudiantes de Córdoba que rápidamente se propagó
por Argentina y la región.
Matías
Caciabue / CLAE
Las
acciones estudiantiles conmocionaron a la sociedad de entonces. “La asamblea
universitaria convocada para elegir rector fue interrumpida cuando se
pronunciaba el triunfo en favor del Dr. Antonio Nores por los
estudiantes, que produjeron un escándalo indescriptible”, afirmaba el
conservador diario La Nación el 16 de junio de 1918, un día
después de los acontecimientos centrales.
Vale
recordar que ese diario fue creado tres meses antes del final de la fratricida
guerra contra el Paraguay en 1870 por Bartolomé Mitre, expresidente de facto de
Argentina y comandante en jefe de las tropas de la Triple Alianza en las
tierras guaraníes.
La Nación, liberal
en lo económico y conservador en lo político, voz de la gran burguesía agraria
y abiertamente anglófilo, imponía su censura ideológica al movimiento
estudiantil que desde Córdoba haría emerger el “nuevo espíritu” de la juventud,
esa generación de jóvenes patriotas que caminaría el continente construyendo
lazos de unidad, con especial relevancia en Argentina, Chile, Colombia, Cuba,
México, Perú y Uruguay.
El
Movimiento Reformista se inscribe en el ascenso político de los proyectos
populares emergidos en un contexto internacional favorable a partir de la
crisis del capitalismo arrastrada desde 1890, con su Primera Guerra Mundial y
su Revolución de Octubre en Rusia. Tanto es así, que las protestas
estudiantiles de Argentina fueron asumidas por un decreto del presidente
radical Hipólito Yrigoyen en octubre de 1918.
Yrigoyen,
enfrentado con la fracción exportadora de la burguesía agraria del país, se
paraba por encima del movimiento reformista para confrontar en el frente
educativo con el conservadurismo oligárquico.
Después de
todo, jueces, abogados, médicos, economistas, periodistas y parlamentarios se
formaban en las aulas de tan sólo cinco Universidades Públicas. Apenas 18.000
estudiantes, en un país de casi 10 millones de habitantes, cursaban en las
aulas de las universidades nacionales de Buenos Aires, Córdoba y La Plata, y
las por entonces provinciales de Tucumán y Litoral.
En el
centenario de los hechos
La
conmemoración centenaria del Movimiento de la Reforma Universitaria está
abriendo una disputa por el sentido actual de la misma. Vale reconocer que las
tendencias políticas universitarias que mayoritariamente reivindican el legado
reformista han desvirtuado la proyección popular –y hasta revolucionaria- de la
Reforma.
Hoy sus más
interesados pregoneros en Argentina nos buscan presentar una Reforma
Universitaria enfrascada en sus medios y olvidada de sus fines.
Autonomía,
co-gobierno y libertad de cátedra, son elevados a rango de dogma mientras se
entierra toda la lucha de los reformistas por conquistar una verdadera
renovación pedagógica que comprometa a la Universidad con la solución de los
grandes problemas de su pueblo.
La “Hora
Americana”, la “Universidad Popular”, y el “Muero por
la Revolución” –esta última exclamada por el dirigente reformista
cubano Julio Antonio Mella- son olvidados para dejarnos una visión
instrumentalizada de la lucha de los universitarios de aquel entonces.
Cien años
después de la gesta reformista, en un país de 44 millones de personas, casi 2
millones de estudiantes cursan de manera gratuita en alguna de las 56
Universidades Públicas argentinas. La defensa de este sistema universitario
laico, masivo y gratuito constituye, así, un primer punto que deben
esgrimir todos aquellos que se sientan emparentados con los objetivos de fondo
de los reformistas de 1918.
En la
Argentina de hoy, preocupa la proyección privatista y ajustadora que orienta la
política educativa del gobierno de la alianza Cambiemos.
Según datos
y estimaciones del Instituto de Estudios y Capacitación (IEC) de
Conadu, la inversión realizada por el Estado Nacional en la Educación
Superior Pública se achicó del 0,87% del PBI en 2015 al 0,77% en 2017. Una
reducción significativa en muy poco tiempo y con proyecciones a la baja para
este 2018. Para mantener la participación del gasto en Educación en el PBI de
2015 el Estado debería haber invertido en 2017 aproximadamente $10.000 millones
(hoy unos 500 millones de dólares), más que lo actualmente presupuestado.
El Pueblo a
la Universidad, y la Universidad al Pueblo
Si la
educación es un proceso social, la Universidad pública, laica, masiva y
gratuita es, entonces, una instancia donde las mujeres y los hombres pueden
desarrollar conocimientos y capacidades para responder con éxito a las
necesidades locales, nacionales y regionales de los Pueblos de los que son
parte.
En ese
sentido, como segundo punto, la universidad pública, laica y gratuita debe
estar consustanciada con las necesidades concretas de la población. Es preciso
transformar las necesidades del conjunto de la población en problemas de
investigación y fortalecer los procesos pedagógicos que se viven en las aulas
universitarias.
Para las
empresas transnacionales sólo son confiables los recursos humanos de alta
calificación que se desarrollan en sus propias usinas y adhieren a un
determinado patrón de selección. En el marco de su proyecto, las otras fuentes
de formación de profesionales son no sólo desfinanciadas, sino también
cooptadas y vaciadas en su capacidad de producir conocimiento estratégico,
implantando mecanismos sutiles, pero rigurosos, que controlan el proceso de
desarrollo de los universitarios (sistemas de acreditación de carreras, de
investigación científica y de asenso laboral-académico).
En los
tiempos que corren, la batalla por controlar la producción, la distribución y
la apropiación del conocimiento estratégico se vuelve central para definir quién
se queda con la mayor tajada de la riqueza socialmente producida, ahora a
escala planetaria.
Las fuentes
de ese conocimiento se vuelven cada vez más privadas, transnacionales, pagas y
excluyentes. No es casual, entonces, que los organismos internacionales
promuevan el desfinanciamiento de la Universidad Pública, y que la Organización
Mundial de Comercio (OMC) haya incluido a la enseñanza universitaria como uno
de los 12 sectores de servicios.
*Licenciado
en Ciencia Política (UNRC), estudiante de la Especialización en Pensamiento
Nacional y Latinoamericano (UNLa), redactor-investigador argentino del
Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).
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