La cumbre de presidentes
de las Américas, a la que presumiblemente asistirá Donald Trump y de la cual ha
sido desinvitado Nicolás Maduro por el régimen de Pedro Pablo Kuczynski y sus
compadres del cártel de Lima,
responde a los objetivos estratégicos del Comando Sur, plasmados en el
documento del Pentágono Estrategia del
teatro, que abarca el periodo 2017-23 y cuyo eje operacional es la
“intervención humanitaria” en países sometidos a una crisis provocada, como
Venezuela.
Carlos Fazio / LA JORNADA
Fracasadas sus anteriores
intentonas golpistas bajo las distintas modalidades de la guerra irregular, no
convencional o asimétrica –desde el fallido golpe de Estado de 2002 contra Hugo
Chávez hasta la ofensiva encubierta del Comando Sur del Pentágono de abril-junio
de 2017 que adquirió modalidades propias de una guerra híbrida, pasando por las
violentas guarimbas de 2015-16−, la administración Trump ha decidido acelerar
una nueva fase de desestabilización de Venezuela, tendente al derrocamiento del
gobierno constitucional y legítimo de Nicolás Maduro. Ahora, bajo la pantalla
de una intervención humanitaria multilateral en el contexto de la Organización
de Estados Americanos (OEA).
Descartada en el corto
plazo una invasión militar directa por el alto costo en vidas humanas que
acarrearía, la Cumbre de las Américas, programada para los próximos días 13 y
14 de abril en Lima, Perú, es el nuevo escenario elegido por la troika de
generales que controla la Casa Blanca: James Mattis (Defensa), H. R. McMaster
(Seguridad Nacional) y John Kelly (jefe de gabinete), para echar a andar una
nueva escalada político-diplomática combinada con acciones sicológicas
clandestinas afines a la guerra de cuarta generación (GCG), que una vez más
intentará utilizar a los medios de difusión masiva bajo control monopólico
privado (grandes consorcios trasnacionales de la prensa escrita, radial y
televisada adscritos de facto a la guerra mediática de Estados Unidos)
como ejércitos de conquista.
Sin teatros de
operaciones visibles, la GCG o guerra sin fusiles sustituye el bombardeo
militar con el bombardeo mediático, a través de imágenes y consignas (matrices
de opinión) cuyo objetivo son la globalización de mensajes concebidos para
direccionar conductas (sin recurrir a la acción armada directa) mediante el
empleo planificado de la propaganda de guerra encubierta de Washington contra
la Venezuela bolivariana. Verbigracia, “Maduro dictador”, “crisis humanitaria”,
“intervención colectiva salvadora”. El uso de los medios como instrumentos de
colonización mental para controlar sociedades, mediante la manipulación
ideológica de los deseos, miedos y temores inconscientes de la población.
La cumbre de presidentes
de las Américas, a la que presumiblemente asistirá Donald Trump y de la cual ha
sido desinvitado Nicolás Maduro por el régimen de Pedro Pablo Kuczynski y sus
compadres del cártel de Lima (integrado entre otros por los presidentes
de Argentina, México, Colombia y Brasil, salpicados todos por grandes escándalos
de corrupción), responde a los objetivos estratégicos del Comando Sur,
plasmados en el documento del Pentágono Estrategia del teatro, que
abarca el periodo 2017-23 y cuyo eje operacional es la “intervención
humanitaria” en países sometidos a una crisis provocada, como Venezuela.
Sólo que para su puesta
en práctica, Estados Unidos necesita escudarse en una alianza regional
multilateral, como paraguas para una “injerencia colectiva”, clara
reminiscencia de la guerra fría que evoca la cuarentena aplicada a Cuba
socialista en sendas reuniones en Punta del Este, Uruguay, en el periodo
1962-65, que culminó con una ruptura de relaciones diplomáticas de todos los
países del área, salvo México.
Algunos intelectuales
orgánicos del Departamento de Estado y el Pentágono, como Jorge Castañeda y
Andrés Oppenheimer, han venido dibujando los escenarios posibles que deberían
emerger de la cumbre presidencial de Lima: la condena de las elecciones
previstas para el 20 de mayo en Venezuela; la obtención de una mayoría suficiente
en la OEA para aplicar el artículo 18 de la Carta Democrática Interamericana;
la intensificación de sanciones políticas, económicas, financieras y
comerciales de Estados Unidos y la Unión Europea contra el gobierno de Maduro,
como vía para provocar un default (el no pago de la deuda, en particular
la de la compañía petrolera estatal Pdvsa) que derive en un colapso
gubernamental. Otro mecanismo anunciado por la administración Trump es un
eventual embargo petrolero a Venezuela.
Abortada la violenta guerra
híbrida de abril/junio de 2017 −concepto que alude a una sofisticada forma de
lucha de la era de la información (fundamentada en las posibilidades que brinda
la globalización y el libre acceso a las tecnologías avanzadas) y que se
distingue por la combinación, en todos los niveles y fases de la operación, de
tácticas convencionales e irregulares, mezcladas con actos terroristas,
propaganda sicológica y conexiones con grupos de la economía criminal para la
obtención de apoyos y asistencia de todo tipo−, la urgencia del Pentágono en la
etapa tiene que ver con la agenda electoral en curso en América Latina:
comicios en Brasil, México, Colombia, Paraguay y Costa Rica.
Desde la visión de los
planificadores del “Estado profundo” estadunidense −el gobierno paralelo al de
la Casa Blanca controlado por algunas instancias de la llamada “comunidad de
inteligencia” como la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Agencia de
Seguridad Nacional (NSA) y la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA)−, el
cronograma electoral latinoamericano entraña el claro riesgo de
reconfiguraciones “populistas”, lo que limitaría la capacidad de EU para
asfixiar al gobierno de Maduro.
El “populismo” de corte
progresista −en particular el caso de Andrés Manuel López Obrador en México− es
catalogado como el mayor obstáculo al libre acceso a los recursos
geoestratégicos (hidrocarburos, minería, biodiversidad, agua) que requieren las
corporaciones trasnacionales que controlan los mercados mundiales y garantizan
la hegemonía de EU. Por ello también el imperio recurre a falsos moralizadores,
como el súbdito de la corona española Mario Vargas Llosa, quien quedó atrapado
en operaciones de lavado de dinero por los llamados Paradise Papers (Papeles
del Paraíso), que remite a paraísos fiscales y entidades offshore (extraterritoriales)
que funcionan, según Emir Sader, como los prostíbulos del capitalismo.
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