Las elecciones del 2019 permitirán esclarecer el tránsito en que estamos de
un estado pre-revolucionario y de protesta desde abajo contra el poder formal desde arriba, a formas de dualidad de poderes,
es decir, poderes originados directamente desde abajo enfrentados a los poderes
formales creados por las
instituciones establecidas.
Rubén D. Sousa B.*
Agradecemos el envío de este texto al Dr. Guillermo Castro H.
La república de Panamá vive un fenómeno social no conocido antes a lo largo
de su formación como país desde el siglo XVI. Primero fue colonia española;
después, un Departamento colombiano, y a renglón seguido, una república bajo la
tutela norteamericana, administrado por
la oligarquía feudal y comerciantes
emigrantes. Por último, se convirtió en un estado formalmente soberano al
liberarse del colonialismo yanqui, pero
aún con el grillete neo-liberal establecido en el Tratado de Neutralidad, a
través de una cláusula que le da facultades
interventoras al gobierno imperialista yanqui para garantizar,
unilateralmente, la neutralidad del Canal a su favor.
A partir de la invasión yanqui en 1989 y la respectiva ocupación de nuestro
territorio, se erigió un régimen social
cuyo propósitos más sobresalientes fueron, por un lado enterrar las
aspiraciones políticas anti-imperialistas y anti-oligárquicas, con el fin de
establecer un orden sistémico en que se echaba al suelo el orden torrijistas,
exponente del mandato del 9 de enero, y por el otro restaurar el poder
oligárquico bajo la máscara de civilismo y cerrar el paso definitivamente a las
aspiraciones nacional liberadoras del pueblo panameño. Así las cosas, después
de 1989 se impuso una fórmula político administrativa, bipartidista que duró 20
años, hasta que en el 2009 se rompió, con el ascenso al poder del Cambio
Democrático, lo cual nos ha conducido, para peor, al desastre que vive ahora
nuestro país.
Todo el sistema histórico social panameño, fraguado en 500 años, está en
decadencia sistémica. La crisis que afecta la esfera del poder y el orden o
sea, la super estructura política de nuestra sociedad, se aviva por la
confrontación de clases que se disputan el poder en una comunidad dividida en
diversas clases sociales.
Este fenómeno multiclasista, que en nuestro medio social ha tomado niveles
profundos, nos ha conducido a una situación en que cada día es más difícil la
conciliación entre los intereses de clase diferentes. Actualmente, en la
experiencia diaria de la vida social, se profundiza y se amplía la
discordia interclasista y la intensidad del descontento. Es lo que se conoce como situación pre –
revolucionaria, en la que los de abajo cada día
son menos tolerantes y resignados, y los de arriba se ven cada día forzados a ser menos atrevidos y ultrajantes.
En el desarrollo de la confrontación social se puede crear una dinámica
creciente que nos lleve a una crisis revolucionaria, en la que los de abajo
organizan su poder político para antagonizar con el poder de los de arriba por un cambio radical del
orden establecido. Ante el desequilibrio
del sistema actual hay una maduración en su antagonismo que nos acerca
gradualmente a una ruptura social.
La diversidad de los movimientos de protestas, exigencias, y denuncias de
las diferentes sectores populares establecen el fin de la indiferencia y la
mansedumbre popular. Este estado de confrontación de los diferentes frentes
populares, relaja y debilita el poder y autoridad del Estado existente,
derivado de la invasión del 89.
Esto es el verdadero significado de lo que
tiende a convertirse en un clamor popular con respecto a una Asamblea
Constituyente. Los obstáculos políticos
que atajan a que se de satisfacción a
las necesidades popular crecientes nos
están llevando a desembocar en
una situación revolucionaria, que consistiría
en una dualidad de poderes: el poder formal cada día más arbitrario y
absurdo, y el poder de hecho, desde abajo, cada día más desafiante y visible.
En la tendencia de esta atmósfera
política hacia una crisis
revolucionaria se realizarán las elecciones del 2019. El ingrediente que
transporta el germen de la crisis revolucionaria es la intención de convocar
una Asamblea Constituyente en el marco de esa cita electoral. Ésta Asamblea se
plantea, desde la opinión pública, a partir de dos posibilidades: la paralela y
la originaria, popularmente deliberativa.
Las elecciones del 2019 permitirán esclarecer el tránsito en que estamos de
un estado pre-revolucionario y de protesta desde abajo contra el poder formal desde arriba, a formas de dualidad de poderes,
es decir, poderes originados directamente desde abajo enfrentados a los poderes
formales creados por las
instituciones establecidas. Ese es el contenido fundamental de la situación que
se vive en Panamá.
*El autor es dirigente histórico del Partido del Pueblo de Panamá
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