Ya nadie recuerda a
Santiago Maldonado, a los 44 tripulantes del ARA San Juan, ni del nieto 128
recuperado por Abuelas luego de 42 años de búsqueda, la turbulencia incesante
borra todo, dejando las aristas de la pesadilla expuestas astillando las
retinas. Sin embargo, 2019 está ahí agazapado, aguardando que la vida de la
mayoría de los argentinos vuelva al cauce perdido.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza,
Argentina
En la primera semana de
agosto al periodista Carlos Pagni, de La Nación, se le escapó la confesión de
un funcionario de gobierno: “si no hay pan, que haya circo”. Claro, sabía que
se venía una turbulencia cambiaria impredecible, con un desencadenante
inflacionario descontrolado, favorable al exclusivo club exportador. Y hubo
circo, un circo mediático aberrante, obsceno, deslucido y vergonzante, mucho
más de lo visto y oído en Argentina en esta pesadilla que lleva más de treinta
meses. Allí aparecieron los cuadernos “Gloria”, un recurso barato para tomar
apuntes de la gente de bajos recursos, escritos por el prolífico chofer
ministerial Oscar Centeno en tiempos de De Vido, que describió con obsesiva
precisión la ruta de los sobornos, cuyas fotocopias, han desencadenado la
novelesca acción del juez Bonadío apresando a ex funcionarios y empresarios.
Allí también surgieron los arrepentidos, siendo el primero, el primo
presidencial, Angelo Calcaterra, titular de IECSA una de las principales
constructoras de la obra pública nacional. Luego de un fin de semana intenso,
rodeado de abogados dispuestos a buscarle la quinta pata al gato, el hombre se
presentó el lunes 6 de agosto a las 8,00 declaró y se fue a su domicilio. Una
joyita, un chiche, como para que lo aprendan los chicos de jardín de infantes.
Pero… esto también trae
una situación inédita, tal vez una bisagra sin retorno y una pequeña esperanza:
por primera vez están presos acusadores y acusados, los dos extremos de la
coima, los que la solicitaron y los que admiten que, para seguir beneficiados
con la obra pública, la pagaron. Ya lo confesaron grandes empresarios que jamás
pensaron que llegarían a una celda. El epílogo de este “blanqueo de corruptos”,
como se lo ha denominado en estos días, depende de ese estamento inalcanzable
que es la justicia. Aunque las generaciones mayores que han vivido tantas
situaciones mezquinas, se muestren descreídas y escépticas, tomando distancia
para no contaminarse con algún brote de euforia. Porque convengamos, la “patria
contratista” previa y en la última dictadura, estaba compuesta por muchos de
estos personajes que se rasgan las vestiduras tanto como de medios, cronistas
estrella, jueces y fiscales que miraban al costado.
Desde entonces el
periodismo hegemónico no ha detenido las usinas de chimentos, las cámaras de
televisión repitiendo una y mil veces imágenes tal vez imaginadas para
asegurarse de que estén seguras en el imaginario colectivo impetrando la
utópica justicia que nunca llega, tanto como el olvido y la distancia entre las
posibilidades de su bolsillo y la cruda realidad de cada día, dada la suba
acelerada e imparable de los precios, el desempleo galopante o las mil y una
zancadillas y plagas que azotan a una sociedad devastada en poco tiempo, sin
que hayan ocurrido cataclismos o un ejército invisible haya invadido las
ciudades y ocupado las calles y espacios públicos, incluyendo presidios
hacinados de ladrones de gallinas, escuelas destruidas con los comedores llenos
de niños hambreados, hospitales repletos sin equipos ni remedios e
investigadores universitarios buscando un refugio exterior donde volcar los
resultados de sus pesquisas.
Tampoco paran de
aparecer los altos funcionarios, incluyendo al presidente (quien se irritaba y
criticaba el uso de la cadena nacional en la década ultrapasada) con su sonrisa
vacua, sus ojos sin alma, induciendo a pasar el mal trago de la turbulencia y
su recurrencia salvadora al Fondo Monetario y su celosa vigilancia, como
también lo pregona su empleado más fiel, el ministro de hacienda Nicolás
Dujovne, quien sugiere darle de baja a las pensiones otorgadas por el gobierno
anterior para recuperar fondos.
Nada los detiene ni les
importa. Como no importa aclarar sobre los aportantes truchos de Cambiemos que
complican a la gobernadora Vidal ni que el oráculo Google lo presente a Macri
como el presidente más corrupto del mundo, con 50 sociedades offshore en 11
paraísos fiscales, sin contar con el sobreseimiento de la millonaria deuda de
Correo Argentino ni del contrabando de autopartes u otras prescripciones que
van cayendo día a día.
Sus sostenes
ideológicos son el filósofo Alejandro Rozitchner y el ecuatoriano Jaime Durán
Barba, quien supo asesorar a varios presidentes de derecha de la región y a él,
desde hace más de una década. El primero, el pensador, organiza seminarios de
entusiasmo, basándose en la espontaneidad como percepción de la realidad, en la
necesidad de ignorar la historia, sobre todo la influencia de izquierdas o
derechas, eso les permite impunidad de pensamiento y prometer la felicidad y la
alegría, con total desparpajo. Y lo más importante, está convencido que Macri
es el mejor presidente de su vida.
Durán Barba es más
conocido, capaz de cualquier cosa para ganar en política y el más desvergonzado
de todos, capaz de aconsejar la destrucción de la dignidad de las personas como
sucede con Milagro Sala u otros presos políticos, avasallados en sus derechos,
alterando valores fundamentales, subvertida la justicia, invertida la
distribución de la riqueza, donde el Estado debiera frenar al mercado, acá lo
beneficia, atolondrando a la población ocupada en sobrevivir dentro de una
economía descontrolada y un gobierno sin timón, más cercano a la anarquía.
Ya nadie recuerda a
Santiago Maldonado, a los 44 tripulantes del ARA San Juan, ni del nieto 128
recuperado por Abuelas luego de 42 años de búsqueda, la turbulencia incesante
borra todo, dejando las aristas de la pesadilla expuestas astillando las
retinas. Sin embargo, 2019 está ahí agazapado, aguardando que la vida de la
mayoría de los argentinos vuelva al cauce perdido.
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