La
visita del jefe del Pentágono -a quien me cuesta llamar Secretario de Defensa-
James Mattis a América del Sur ha venido a generar todo tipo de debates en
torno a los objetivos de dicho periplo, en el que ha hecho escala en cuatro
países subordinados a donde se dirigió para impartir órdenes imperiales.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
La
historia ha demostrado que la existencia de una secretaría de defensa (con ese
nombre) en el gobierno de Estados Unidos es una total falacia. En sus más de
240 años de vida republicana, el país ha sido atacado tres veces en su
territorio y sus defensas “no lo han podido defender”. La primera vez fue en la
guerra contra Gran Bretaña entre 1812 y 1814, en la que los ingleses le
propinaron una derrota aplastante a la soberbia nación emergente capturaron la
capital Washington, incendiándola, incluso quemando la Casa Blanca y el
Capitolio. Posteriormente, en la segunda guerra mundial, los japoneses
destruyeron la armada estadounidense del Pacífico en Pearl Harbor, Hawái,
cuando los radares no vieron (o no quisieron ver) el desplazamiento de la
aviación nipona, para así tener la justificación ante su opinión pública que
les permitiera entrar oficialmente a la contienda bélica. Finalmente, el 11 de
septiembre de 2001, no fueron capaces (o no quisieron) evitar el ataque
terrorista en New York y Washington, lo que fue usado para desatar su guerra
contra ese flagelo a fin de establecer un sistema unipolar con preeminencia de
Estados Unidos. Lo que observamos tras el brutal atentado que costó la vida de
miles de ciudadanos inocentes, fue la estúpida mirada perdida de un presidente
incapaz de hacer algo de inmediato. Un mes después, dio inicio a una guerra en
Afganistán, que hoy, tras 17 años, aun no termina y no tiene visos de hacerlo.
De
manera que hablar de defensa y de secretaría de defensa en Estados Unidos no
deja de ser un eufemismo, en ese mismo período de dos siglos han desatado
centenares de guerras en todas los continentes y en todos los rincones del
planeta. Valdría tener en cuenta que en la actualidad, según datos entregados
por el presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Joe
Dunford su país tiene 300 mil soldados en más de 800 bases militares en 177
naciones del mundo, una cifra que aumenta constantemente si se considera que en
2016 eran 138 y en 2017, 149 estos países, todo lo cual le cuesta a los
contribuyentes más de 716 mil millones de dólares según el presupuesto de
guerra recién aprobado para el año 2019 y que sobrepasa el billón de dólares si
se consideran los gastos de inteligencia no incluidos en el presupuesto
militar. Al respecto, el prestigioso portal informativo Vox, explicó ya en 2015
que este entramado configuraba "un sistema militar masivo que aseguraba la
influencia de Estados Unidos en todos los rincones del planeta, y dado el
carácter indiscutible de esta estrategia generalizada, no es probable que
pronto se produzca algún cambio", como las evidencias posteriores han
demostrado.
En
América Latina hay 75 bases militares de Estados Unidos en varios países,
destacando la presencia de 12 en Panamá, 12 en Puerto Rico, 9 en Colombia, 8 en
Perú, 3 en México, 2 en Honduras, 2 en Paraguay, además de tener también
fuerzas militares desplegadas bajo diferentes modalidades en Brasil, Guyana,
Aruba, Bahamas y El Salvador.
Esto
nos lleva a concluir que en realidad esta tal secretaría de defensa más que
preocuparse de la protección del país, su encargo real es la guerra. Así, nos
podríamos preguntar ¿qué viene a hacer el ministro de la guerra de Trump a
América del Sur?
“Perro
rabioso” como es conocido el jefe del Pentágono, es el primer militar en 50
años que ocupa ese cargo, para lo cual debió establecerse una “dispensa
legislativa “ que permitiera hacer una excepción a fin de que Mattis, que no
había cumplido los siete años reglamentarios desde su retiro para optar por
este cargo, tuviera la posibilidad de ejercer el mismo. Él uno de los pocos
sobrevivientes del gabinete cercano de Trump que ocupa su responsabilidad desde
el primer día de gobierno, lo cual es una verdadera hazaña si se considera la
característica inestabilidad emocional de su jefe.
América
Latina, bajo el influjo de la designación de 2018 por Estados Unidos como “año
de las Américas”, ha visto desfilar en el último tiempo a una cantidad
inusitada de personeros de alto nivel del gobierno imperial, pero es la primera
vez que Perro Rabioso pasa revista a sus tropas en directo.
Podríamos
asegurar que su visita encara dos objetivos: uno estratégico y uno táctico. En
febrero de este año, el groseramente defenestrado ex secretario de Estado Rex
Tillerson, antes de su viaje a la América meridional, puso en el tapete la
necesidad de hacer más efectiva la Doctrina Monroe que ha estado presente como
eje de la política estadounidense hacia el continente por casi 200 años, pero a
diferencia de la idea del presidente de su país que dio nombre a tal paradigma
y que se orientaba a impedir la presencia de Gran Bretaña y la Santa Alianza en
la región, esta vez, se trata de utilizar la misma como instrumento de presión
y chantaje a las oligarquías vasallas que usufructúan el poder de los países
subordinados, para que se mantengan
alejadas de China y Rusia. En el plano táctico, se trata de ofrecerles dádivas
y limosnas para que se presten a la tarea imperial de agredir a Venezuela.
No
obstante, en lo específico existen particularidades en cuanto a la misión de
Mattis en cada país. En Brasil, Perro Rabioso, fue a llamarle la atención a las
fuerzas armadas de ese país que todavía conservan un sector poseedor de un
sentimiento nacionalista que sigue teniendo en mente la defensa de la soberanía
de su país y que enarbolan las banderas de la integración sudamericana en
materia militar por encima de la idea panamericana y monroista de de entrega
del país, que propicia Temer y el sector fascista del componente militar. A
este sector no le ha agradado los exitosos esfuerzos de Estados Unidos, avalado
por los gobiernos de la región, incluyendo el suyo propio de desactivar Unasur,
y con ello el Consejo de Defensa Sudamericano y el Colegio Sudamericano de Defensa,
que consideran una obra propia y emanada de su doctrina, como oposición a la
doctrina panamericana que se enseña en la Universidad de Defensa (ex escuela de
las Américas) ubicada en el estado e Georgia en el sureste de Estados Unidos y
que demostró su ineficiencia durante la Guerra de las Malvinas.
Todo
ello, es percibido en Estados Unidos como un impedimento para hacerse de la
poderosa industria militar de Brasil, y de sus más preciados tesoros: la
Amazonía en tierra y los gigantescos recursos energéticos del presal en el
océano, los que están siendo entregado por Temer a las empresas transnacionales
de Estados Unidos. Ni siquiera la dictadura de los años 60 y 70 del siglo
pasado logró una subordinación de las fuerzas armadas brasileñas a Estados Unidos
de la magnitud de la que ha implementado Temer.
En
Argentina, el mensaje de Perro Rabioso fue claro: mostrar su rechazo a la base
espacial china de Neuquén, el mandato es preciso: debe ser cerrada. Mauricio
Macri, que cultiva la hipocresía como forma de hacer política no tuvo empacho
en aceptar las imposiciones de Mattis, mientras, al mismo tiempo, corre
desaforado a los brazos del presidente chino Xi Jinping a fin de solicitar los
recursos que le permitan salvar su maltrecha economía. Así, lo persigue en
cuanto evento multilateral se encuentran, presentando planes y proyectos de
inversión para atraer a China a su país,
en el colmo de su desfachatez felicitó a Xi por su reelección como
secretario general del Partido Comunista de China en octubre del año pasado.
Después
de reunirse con su homónimo rioplantense Oscar Aguad, Perro Loco afirmó que
“Argentina es considerada una amiga de Estados Unidos y agregó “La conversación
de hoy continúa la relación que comenzó hace más de 200 años atrás“. Se le
olvidó, mencionar el pequeño detalle de que en la guerra de las Malvinas en
1982, Estados Unidos estuvo en la trinchera opuesta apoyando al invasor
británico. Por supuesto, Aguad no tiene la dignidad suficiente como para
recordárselo.
Por
su parte, Chile es un país casi insignificante en la agenda del ministro de
guerra estadounidense. Tanto, que el escueto comunicado de su visita y
encuentro con el presidente de ese país, elaborado por la embajada de Estados
Unidos en Chile, no tuvo más de dos párrafos. El tema de la agresión conjunta a
Venezuela ocupó la mayor parte del encuentro bilateral.
En el
momento de escribir estas líneas, Perro Loco se reunía con el presidente
colombiano Iván Duque, no habrá grandes novedades: darán continuidad a las
acciones de los ex presidentes Uribe y Santos, en la coordinación de
operaciones contra Venezuela, el apoyo al paramilitarismo para prepararlo como
ejército de invasión y la utilización de la cocaína que hace de Colombia el
primer productor y exportador mundial, como instrumento necesario para
justificar la presencia militar de Estados Unidos en la región.
En
fin, nada distinto de lo que ya han hecho el vicepresidente Pence, el ex
secretario de Estado Tillerson, el ex director de la CIA y actual secretario de
Estado Pompeo, el comandante del Comando Sur Kurt Tidd y la embajadora ante la
ONU, Nikki Haley: mostrar impaciencia y desesperación por la imposibilidad de
competir con China en cuanto a la cooperación, la inversión y el comercio,
amenazar y chantajear a los pusilánimes presidentes de la ultra derecha
latinoamericana y rumiar su exasperación por la incapacidad de la oposición
venezolana para derrocar al gobierno democrático del país. En cualquier caso,
hay que tener cuidado: un perro rabioso anda suelto en la región.
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