En octubre
próximo el gigante suramericano irá a las urnas para elegir al sucesor de
Michel Temer, quien asumió tras el impeachment-golpe institucional a Dilma
Rousseff en 2016. Este artículo se propone analizar, brevemente, algunos puntos
particulares de este trascendental evento.
1) El panorama
general de la elección es muy abierto, con múltiples candidaturas, muchas
preguntas y pocas respuestas, a la par que la crisis económica se sostiene.
Tras cuatro elecciones consecutivas a nivel presidencial en las cuales el PT
ganó, desde 2016 no gobierna: fue apartado con un impeachment sin crimen de
responsabilidad. Esta elección, entonces, es bisagra tanto en el plano interno
como externo.
2) Lula da
Silva, aún detenido en Curitiba, presentó al ex alcalde de San Pablo, Fernando
Haddad, como su candidato a vicepresidente. ¿Qué pasa si a Lula le impugnan la
candidatura, que se inscribirá el próximo 15/8? La fórmula sería Haddad
(PT)-D’Ávila (PCdoB). Lo dijo recientemente Gleisi Hoffman, quien comanda el
Partido de los Trabajadores: “La voz de Fernando será la voz del ex
presidente”. ¿El dilema? Si Lula no va, como captar parte del 30% que hoy dice
lo votaría, y todavía no muestra la misma predisposición en relación al
paulista.
3) Detrás de
Lula en los sondeos aparece el ultraderechista Jair Bolsonaro, militar retirado
que votó la salida de Dilma Rousseff en nombre de su torturador, Brilhante
Ustra. Claro, con esos antecedentes no iba a elegir de candidato a
vicepresidente a Nelson Mandela: anotó al general Mourão, quien pidió un golpe
-dentro del golpe- en septiembre pasado. Peligroso: una parte del establishment
comienza a aceptarlo, visto y considerando que tiene un 15% duro, al menos
hasta hoy.
4) Sin
embargo, la ficha principal de la élite brasileña parece ser Gerardo Alckmin,
gobernador del Estado de San Pablo, quien ya perdiera con Lula en las
presidenciales de 2006. Alckmin representa al PSDB, histórico partido brasileño
que fuera el que implementara los principales ajustes ortodoxos en ese país. Su
incógnita hoy: ¿cómo desinflar a Bolsonaro para entrar a la segunda vuelta?
5) Hay otra
reincidente en la carrera electoral: Marina Silva, quien en 2014 fuera
asesorada por Jaime Durán Barba. En aquel entonces, parecía poder disputar la
elección. Finalizó tercera. Hoy aparece más apagada en el escenario electoral,
intentando mostrarse como “la candidata de centro” frente a los extremos. ¿La
aconsejará nuevamente el ecuatoriano o evitará mostrarse en la contienda
electoral brasileña?
6) La
izquierda tiene otros dos nombres: Ciro Gomes y Guilherme Boulos. Son
candidaturas menores pero que podrían llegar a influir -restando, claro- en una
carrera que, de cara al ballotage, parece ser muy finita para el PT. Si hacen
buena elección podríamos presenciar una hipotética segunda vuelta entre Alckmin
y Bolsonaro, sueño del establishment.
7) Es una
elección irregular desde el vamos: la convoca un presidente sin votos; quien
encabeza las encuestas está detenido sin pruebas; el segundo es claramente un
peligro para la ya muy deteriorada democracia brasileña. Este escenario es el
resultado del tan elogiado (por quienes no viven en Brasil) Lava Jato, que ha
significado, ni más ni menos que la implosión del sistema político de ese país
tal como lo conocíamos.
8) Habrá que
prestar especial atención al desarrollo de la campaña. El tiempo electoral de
televisión suele ser decisivo en Brasil, pero también las recorridas por el
país. ¿Podrá el PT mantener el nordeste como bastión electoral con un candidato
tan paulista como Haddad, en caso que Lula no sea?.
9) La derecha
brasileña hizo lo que hizo -golpe institucional, prisión a Lula,
amedrentamiento y hasta asesinato de militantes- para que el PT no vuelva al
poder. Esa fue su misión, con claridad, desde el primer día luego del triunfo
de Rousseff en 2014. Por eso, parece muy difícil que acepten la candidatura de
quien fuera dos veces Jefe de Estado si ya han hecho todo lo anterior
precisamente para evitar esto.
10) La
elección en Brasil tendrá impacto regional. De ganar el PSDB, seguirá una
política similar a los dos años de Temer en Planalto. Una victoria del PT
cambiaría la correlación de fuerzas regional (más luego del triunfo de AMLO en
México). Un triunfo de Bolsonaro sería dramático para la democracia regional, y
particularmente para el Cono Sur.
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