Para
quienes, a raíz de los últimos acontecimientos en Nicaragua, han puesto en duda
la importancia que tiene el control geoestratégico de los Estados Unidos sobre
Centroamérica, suponemos que lo acaecido con El Salvador les dará qué pensar.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
El senador estadounidense Marco Rubio impulsa sanciones contra El Salvador por restablecer relaciones con China. |
En
efecto, el día lunes 20 de agosto recién pasado, el presidente de El Salvador,
Salvador Sánchez Cerén anunció en comunicado televisado a toda la nación, que
su país rompía relaciones con Taiwán y las reanudaba con la República Popular
China. Es una decisión soberana que, por demás, no hace más que poner en línea
a la pequeña república centroamericana con la inmensa mayoría de países del
mundo pues, como se sabe, en este momento solamente 16 países reconocen a
Taiwán, número que merma paulatinamente, aunque cada vez más rápido, desde que
China se convirtió en la segunda potencia económica mundial.
Pero
una cosa es reconocer a China en Europa o África, incluso llegar a
transformarla en socio comercial preferencial como viene sucediendo en América
del Sur, y otra hacerlo en el istmo centroamericano, especialmente en el
Triángulo Norte que, para muchos efectos prácticos, se ha transformado en la
frontera sur de los Estados Unidos.
Por
esa razón, enterado antes que el pueblo de El Salvador de lo que sucedería, el
senador norteamericano Marco Rubio amenazó la tarde del lunes que se pondría de
acuerdo con colegas del Senado, en especial con el republicano Cory Gardner, y
que ya había conversado con el presidente Donald Trump, para establecer
sanciones a El Salvador y sacarlo, además, del programa Alianza para la
Prosperidad en el que están incluidos además Guatemala, Honduras.
Véase
lo que dijo Rubio: “El Salvador está bajo
el control de un gobierno pro-Maduro, pro-Ortega y pro-izquierdista que siempre
está en contra de los Estados Unidos en todo. ¿Por qué deberíamos seguir
enviándoles tanta ayuda extranjera? Hoy voy a empezar a trabajar para acabar
con eso“.
En Centroamérica, antes que El Salvador, Costa
Rica y Panamá hicieron lo mismo, pero estos dos países no son, dicho en la
jerga de Rubio, “gobiernos pro-Maduro” sino todo lo contrario. Panamá y Costa
Rica han tenido una activa participación de apoyo a la política norteamericana
en contra de Venezuela en la OEA y otras instancias, y Costa Rica se ha
convertido en punta de lanza internacional del hostigamiento contra el gobierno
sandinista de Nicaragua.
Nicaragua
no ha roto relaciones con Taiwán ni las ha establecido con la República Popular
China. La entrada económica de China en Nicaragua ha sido tangencial, a través
de un empresario de esa nacionalidad, pero no oficialmente, para el proyecto de
construcción del canal de Nicaragua. ¡Nada más y nada menos que el canal! Ese
proyecto que ha sido llevado y traído por más de 400 años y que, desde que los
Estados Unidos se transformaron en potencia mundial, ha sido una prioridad para
sus intereses geoestratégicos en la región. Y a eso hay que agregar la
presencia de una base rusa de seguimiento satelital.
No
dudamos que, en Nicaragua, algunos de los grupos que han manifestado su
descontento con el gobierno sandinista de Daniel Ortega tengan intenciones
lícitas, que tienen que ver con la necesidad de maduración de un régimen
democrático en el país. Pero tampoco hay que perder de vista estas condiciones
de las que El Salvador ha sido esta semana ejemplo de su vigencia.
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