Está visto que la integración y la utópica
unidad latinoamericana no puede ser construida desde las desgastadas posturas
de las tradicionales fuerzas dominantes latinoamericanas. Ha quedado demostrado
que solo la energía de los proyectos progresistas y de izquierda puede llevar a
ese horizonte de desarrollo independiente, centrado en nuestras necesidades e
intereses, y que solo el apoyo mutuo puede ofrecerles perspectivas de éxito.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
Iván Duque, presidente de Colombia. |
La
salida de Colombia de UNASUR decretada por el flamante presidente colombiano,
Iván Duque, digno delfín de Álvaro Uribe, pone la lápida sobre uno de los más
importantes proyectos integracionistas de corte latinoamericanista que nacieron
al calor de la ola nacional-progresista que recorrió América Latina en los
primeros quince años del siglo XXI.
Antes,
con excusas de un supuesto desorden administrativo, Perú, Chile, Brasil y
Argentina ya se habían retirado de hecho, mientras el cuántico presidente
ecuatoriano, Lenín Moreno, le quitaba el edificio que la albergaba.
Es
decir, toda una estampida de los gobiernos de derecha, que prefieren al
proyecto panamericanista de la OEA al latinoamericanista que representaban la
UNASUR, el ALBA o el proyecto del Banco del Sur. Se sienten más cómodos ahí,
más ideológicamente cobijados, más políticamente acompañados teniendo a su vera
al Tío Sam, aunque este los haya dejado al garete al retirarse de forma
intempestiva del otrora proyecto rival del ALBA, la Alianza del Pacífico.
Se
trata, sin embargo, de la tradicional y conocidísima forma de actuar de los
políticos de derecha de América Latina, que no saben comportarse sino de la
forma como tan bien la describió el otrora presidente del Perú, Pedro Pablo
Kuczynski: como perritos falderos.
En
mayo de 2008, en el auge de la hola nacional-progresista latinoamericana, Luiz
Inacio Lula da Silva dijo eufórico al constituirse la Unión de Naciones Latinoamericanas,
avizorando un futuro de complementariedad y apoyo mutuo latinoamericano: “Parecía una cosa imposible porque aquí, en
América del Sur, fuimos adoctrinados para creer que no saldríamos bien en nada,
que somos pobres, que nos peleamos mucho y que tenemos que depender de Estados
Unidos y de la Unión Europea”.
Lula está hoy en la cárcel y el
adoctrinamiento al que hacía referencia en la frase anterior ha hecho su labor
de zapa para que, nuevamente, volvamos a creer que ningún proyecto autónomo
latinoamericano saldrá bien y que, por eso, seguiremos siendo pobres, nos
seguiremos peleando mucho y que tenemos que depender de Estados Unidos y de la
Unión Europea.
Rafael Correa, uno de los más entusiastas
impulsores de la UNASUR, advirtió de las dificultades de cualquier proyecto
progresista o de izquierda en solitario en América Latina. Para poder salir
adelante, dijo, hay necesidad del apoyo mutuo que mitigue o neutralice las
agresivas políticas que implementan los Estados Unidos contra cualquiera que
quiera salirse del redil. Cuba es el principal ejemplo: sesenta años de bloqueo
que la han llevado a una resistencia numantina difícil de emular en otros lares
y otras condiciones, y el acoso actual, por todos los costados, a Venezuela lo
refuerza.
El mismo Correa repetía la idea en 2014 en
Santa Cruz, Bolivia, ante miles de representantes de organizaciones sociales y
campesinas que participaban en el Encuentro Plurinacional y Social de
Integración de los pueblos: "Solo unidos a nivel latinoamericano, unidos a
nivel mundial, los pobres de esta tierra podemos hacer escuchar nuestra voz y
cambiar un orden internacional que no solo es injusto, sino inmoral, porque no
está en función de la justicia, tan solo del poder, del más fuerte, del más
poderoso".
Está visto que la integración y la utópica
unidad latinoamericana no puede ser construida desde las desgastadas posturas
de las tradicionales fuerzas dominantes latinoamericanas. Ha quedado demostrado
que solo la energía de los proyectos progresistas y de izquierda puede llevar a
ese horizonte de desarrollo independiente, centrado en nuestras necesidades e
intereses, y que solo el apoyo mutuo puede ofrecerles perspectivas de éxito.
Ha quedado también en evidencia que, en
esas condiciones, los Estados Unidos pueden dejar de ser los amos y señores que
siempre han sido en nuestras tierras, que cercados por la unidad
latinoamericana se ven forzados a echar marcha atrás incluso de en algunos de
sus más preciados logros, como la expulsión de Cuba de la OEA.
Ahí está la muestra de lo que podemos
lograr, ya no se trata de una suposición. Esa es una de las grandes lecciones
que debemos extraer de estos años de gobiernos nacional progresistas; y la otra
es esta: la derecha será siempre sumisa al imperio, a él acudirán a buscar
refugio, con el se aliarán cada vez que puedan. Esa es la única unidad que
conocen.
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