Sietemesinos son quienes piensan
que no podemos ser sin los Estados Unidos de América, desconociendo el hecho
histórico de que no somos lo que hemos podido ser, ni en Panamá, ni en Haití,
por causas propias sin duda, pero también por haber tenido la
"suerte" de nacer en lo que Europa primero, y los del norte después,
consideran su patio, contando ellos con la suerte de encontrar entre nosotros
una clase dispuesta a ser sus intermediarios con tal de conservar sus
privilegios coloniales.
Ramón
H. Benjamín / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Una nota de la cadena RT
en Español hace un recuento breve de la situación en
países como Chile, Irak, Libia y Panamá, países que han sido intervenidos
militarmente por los Estados Unidos de América, preguntando si la realizada en
el país centroamericano, con menos ruido generado a nivel global, puede
considerarse como una intervención humanitaria y desinteresada, sin mayores
costos en términos humanos y materiales, que desemboca en un estado de riqueza
y justicia, tal como plantean que sería el escenario quienes solicitan una
intervención militar estadounidense en Venezuela.
Acto seguido, la nota presenta números de
víctimas civiles, la reducción a cenizas de barrios populares, el objetivo de
la intervención, poco relacionado con la “causa justa” de “llevar democracia y
libertad al pueblo panameño” y mucho más vinculado a mantener el control sobre
la ruta interoceánica, la consolidación de un modelo de país reconocido
internacionalmente por sus notables indicadores de crecimiento económico,
contrastado por indicadores de pobreza similares a los del resto de países de
la región y una desigualdad que destaca entre las mayores del mundo.
Entre las reacciones en redes sociales, el dueño de un medio de
comunicación ha dicho que sin la intervención militar
estadounidense del 20 de diciembre de 1989 “seríamos Haití”, luego ha llamado
“subnormal” a la periodista, hasta llegar al punto en que, tras reclamar que
otros interlocutores usan en su contra “la lógica de los
imbéciles... atacar el mensajero para no seguir el debate”, se
declara ofendido porque, "la zorrita esa" habla de Panamá “sin tener
idea”.
Desconocemos el mecanismo a través del cual,
el dueño del medio de comunicación conoce que la periodista no conoce, aunque
es posible que “juzgue por su condición”, ya que en medio del intercambio,
interrogado sobre si considera que Irak, Afganistán, Siria y Libia se
encuentran en una mejor situación después de las bombas estadounidenses,
simplemente declara: “no sé qué serán esos países”. Tenía razón Martí: “cree el
aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”.
Sobre el hecho de llamar "zorrita" a
alguien por contar una versión diferente de la historia, se podría decir mucho,
pero pienso que el autor se califica a sí mismo con el acto. Pobre argumento de
mi parte sería llamar "zorritos", “subnormales” o algo similar,
a los portavoces de versiones de la
historia que aplauden la invasión de Estados Unidos a Panamá en diciembre de
1989.
Sin embargo, tratando de salir de la anécdota,
debo añadir dos comentarios:
Primero, como panameño, comparto más elementos
con la versión de la periodista rusa, aunque hubiese sido elaborada
íntegramente en Moscú, que la versión "sin intervención seguiríamos con
Noriega o seríamos Haití" del panameño dueño de medio, aunque haya sido
elaborada en cualquier punto del territorio panameño. Es ridículo afirmar en
pleno siglo XXI que la distancia geográfica, la edad, el “haber estado” o la
nacionalidad, son criterios definitivos para evaluar un conocimiento.
Y a propósito, ¿qué significa "ser
Haití", cuando la frase es expresada por quien afirma no saber “qué serán
esos países” más allá del poblado en que vive? ¿Será racismo? ¿Así se gestionan
los medios de información en Panamá? Si esas son las condiciones, ¿cómo es que
sí se habla de Venezuela, Cuba o Rusia? O mejor dicho, ¿por qué?
Segundo, el episodio es síntoma de la
situación de los medios de comunicación en Panamá, donde el más notable e
influyente "referente periodístico" de la mayor corporación de medios
del país, parece que asiste a alguna reunión de célula extremista cristiana
cada mañana, o a la embajada gringa,
antes de "informarnos" en el noticiero sobre cualquier asunto social
o político, nacional o internacional.
Volviendo a Martí, ese titán al cual pocos se
le han acercado al nivel de los talones luego de su muerte, decía:
"A los sietemesinos
sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de
siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No
les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y
pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el
árbol."
Sietemesinos son quienes piensan que no
podemos ser sin los Estados Unidos de América, desconociendo el hecho histórico
de que no somos lo que hemos podido ser, ni en Panamá, ni en Haití, por causas
propias sin duda, pero también por haber tenido la "suerte" de nacer
en lo que Europa primero, y los del norte después, consideran su patio,
contando ellos con la suerte de encontrar entre nosotros una clase dispuesta a
ser sus intermediarios con tal de conservar sus privilegios coloniales.
Martí caracteriza esa clase así:
"¡Estos hijos de
nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos
desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga
en sangre a sus indios, y va de más a menos!"
Y recomienda hacer algo que en mi opinión
sería un uso bello del Canal de Panamá, respecto a esta clase:
"Hay que cargar los
barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los
nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a
Tortoni, de sorbetes."
Es falso decir que sin la invasión de 1989
seguiríamos igual. Y en caso de ser cierta tanta incapacidad, ¿qué derecho
tendríamos a considerarnos nación, estado, país, lo que sea, si partimos de la
incapacidad inherente y la necesidad de ser gracias al imperialismo?
Otra cosa podríamos ser sin 1989, sin 1968,
sin 1903. Sin todas las demás intervenciones. Suponer que cualquier cosa que
podríamos ser, sería peor, es expulsar pasto por la boca, divagar sobre los
posibles derroteros de lo nunca ocurrido, con el agravante de fundarse en la
negación de la propia capacidad y entregarse de cuerpo y alma a proyectos
ajenos, en los cuales nunca seremos cosa distinta a sirvientes, útiles mientras
seamos útiles.
Así como quienes piden hoy, una invasión a
Venezuela, argumentando que los muertos -ajenos, siempre ajenos- son un costo
justo para su beneficio. Así.
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