La
hora de los hornos para Nuestra América llega nuevamente; no es la primera vez
ni será la última mientras en el mundo existan imperios y potencias cargadas
con deseos neocoloniales de apropiación y acumulación de territorios y
riquezas.
Cristóbal León Campos / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Mérida, Yucatán. México.
“Es
la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz” escribió José
Martí en una carta a su amigo y compatriota José Dolores Poyo desde Nueva York
el 5 de diciembre de 1891, en ese mismo año a principios del mes de enero, fue
publicado su célebre ensayo Nuestra
América, en donde sintetiza el espíritu, el sentimiento, la cultura y la
historia de nuestros pueblos, a la vez que proyecta el camino a seguir guiados
por los valores de unidad, integración, solidaridad y respeto por las formas de
cada nación, siempre mirando el mundo desde el lugar de origen y con los pies
puestos en la tierra madre impregnada de sabiduría. Martí fijó en el devenir de
los procesos regionales la continua disyuntiva que persiste; consumar la
segunda y definitiva independencia de las naciones latinoamericanas o regresar
a los tiempos del sometimiento colonial y la devastación de la riqueza
humana-natural por la soberbia necia de los imperios.
Nuestra
América está amenazada y con ella el futuro de la humanidad, los grandes
sucesos de este siglo verán su luz en las tierras naturales de los seres
humildes que forjaron la raíz de nuestras naciones. Los cambios en la
geopolítica han puesto a nuestra Patria Grande en el centro de los intereses
imperialistas que fieles a su naturaleza quieren incendiar los hornos para
generar un conflicto inhumano que únicamente puede ser útil para quien niega
los derechos fundamentales de los pueblos y los seres humanos, la sinrazón
extiende sus alas agitando los mares de la dignidad hermana que nos hace ser
una identidad común. Nuestra América unida sabrá defenderse de la infamia como
política y de la violencia como bandera, la grandeza de nuestros pueblos está
en su cultura enraizada en el saber original, en la resistencia milenaria y en
la esperanza sembrada en las praderas de su identidad construida en la
acometida y la dignidad.
Los
Estados Unidos desea una guerra absurda en comunión con gobiernos regionales
que han olvidado y negado el origen de sus pueblos y los lazos que nos unen
prefiriendo el destellante plumaje del buitre que habrá de comérselos a ellos
también, esos gobernantes que dan la vuelta ante las necesidades de sus
poblaciones golpeadas por décadas de injerencia imperialistas, dictaduras que
hasta la fecha siguen lacerando las democracias endebles y relegan la sangre
derramada por la pedante Doctrina Monroe. La guerra es alabada desde el pupitre
de la mentira y la calumnia mediática, tienen la mira puesta sobre Venezuela y
agreden a todos nuestros pueblos violando la autodeterminación y soberanía
llamándole a sus actos en el colmo del cinismo “ayuda humanitaria”, cercan las fronteras
con armas militares, hablando con la rabia del inculto brusco que solamente
sabe de violencia y dolor, mientras que el pueblo de la República Bolivariana
de Venezuela se organiza para defenderse y resguardar todo aquello que durante
los últimos veinte años han venido creando y edificando a favor de su
desarrollo humano, estamos otra vez ante la vieja disputa entre la barbarie
imperialista y la dignidad de los pueblos libres y soberanos.
La
unidad y la integración de Nuestra América enfrentan un gran reto, la nueve
oleada de agresiones cada vez más abiertas por parte del imperialismo
norteamericano, de las potencias europeas con clara nostalgia colonial y de los
gobiernos sumisos de la región en cuestión, ponen a prueba la conciencia y la
identidad de los latinoamericanos, las voces hermanas se han alzado para exigir
se ponga fin a esta campaña injerencista, se levante el bloqueo económico sobre
Venezuela y también sobre Cuba, se respete la soberanía de todas la naciones y
se terminen las calumnias mediáticas. Nuestros pueblos quieren el garante de la
paz como ejercicio de su libertad y para defender esa libertad consumada en la
conciencia andarán los senderos necesarios que conduzcan a reclamarla, los
hornos avispados para arden forjan la luz emancipada de los pueblos hermanos de
Nuestra América.
La
hora de los hornos para Nuestra América llega nuevamente; no es la primera vez
ni será la última mientras en el mundo existan imperios y potencias cargadas
con deseos neocoloniales de apropiación y acumulación de territorios y
riquezas. Venezuela es el centro de los intereses hegemónicos de Estados Unidos
no solo por la gran riqueza en petróleo y minerales que posee, sino
principalmente, por impulsar un proyecto socialista en pleno siglo XXI. Al
igual que Cuba ha puesto el ejemplo de que es posible crear sociedades más
justas, equitativas y libres sin el manto estadounidense, esa es la causa de la
agresión actual como lo ha sido desde décadas atrás, la hora de los hornos que
afronta Nuestra América arrojará la luz que pondrá fin al imperialismo y
conducirá los pasos para la consumación plena de la dignidad humana en todo el
mundo.
Integrante del Colectivo Disyuntivas
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